Un libro de todos y de nadie

Fotograma 'El club de la lucha'
Fotograma 'El club de la lucha'
Fotograma ‘El club de la lucha’

Cuando Friedrich Nietzsche escribió, a finales del siglo XIX, Así habló Zaratustra lo definió como “un libro de todos y de nadie”. El filósofo alemán compuso un texto en el que reformulaba la moral existente, representando la metamorfosis del hombre en un superhombre y reificando así el nihilismo creador que debía, desde la superación crítica y nihilista del sujeto y su mundo, construir una alternativa vitalista.

El nacimiento del walkman, el accidente del transbordador espacial Challenger o la caída del Muro de Berlín son algunos de los hitos de la llamada Generación X. Nacidos tras los baby boomers, esta juventud se vio abocada al consumismo desmedido de los años ochenta y principios de los noventa.

El canal MTV proclamaría “too much is never enough” en uno de los muchos anuncios en los que se instaba a adquirir bienes. Los lujos pasaron a ser productos de primera necesidad. El adocenamiento y la indiferencia se superaban con el dinero. La felicidad materialista duraba el tiempo de vida del objeto y, tras la obsolescencia programada de este, se adquiría otro mejor y más nuevo.

En este contexto, Chuck Palahniuk (Washington, 1962) encontró en Nietzsche el pincel para escupir el lienzo de su ópera prima, El club de la lucha (Fight Club) en 1996. Escrita en tres meses, la novela surgió como una catarsis liberada tras el rechazo de las editoriales de Monstruos Invisibles por su condición de perturbadora.

A modo de enfado aspiracional, y con la pretensión de crear un libro aún más turbulento, amplió un relato de la antología Pursuit of Happinness que daría como resultado el capítulo sexto de El club de la lucha. Contra todo pronóstico, la compañía librera W.W. Norton & Company compró los derechos del trabajo de Palahniuk y tres años más tarde, en 1999, David Fincher adaptó cinematográficamente la novela.

En el libro, el narrador en primera persona es el protagonista de la historia. No es presentado con un nombre concreto pues representa a todo ente inconformista, esclavo en su día a día y vacío existencialmente pese a haber alcanzado sus ambiciones. El club de la lucha comienza en una situación tensa, que no comprenderemos hasta que recorramos parte de la ficción.

El personaje, verdugo de su espíritu, padece insomnio y trabaja para una compañía de seguro de coches. Entonces, conoce a Tyler Durden, el individuo arquetípico para el protagonista, que actuará como catalizador para transformar su personalidad y le conducirá a protagonizar situaciones extremas.

La metamorfosis hacia la libertad

¿Cómo relacionar a Nietzsche con esta creación literaria contemporánea? El escritor vierte la copa del nihilismo hasta el fondo. En una sociedad materialista y banal, Tyler Durden aboga por la renuncia de las posesiones materiales, además de defender la pérdida de esperanza o la aspiración a la autodestrucción. Todo ello a través de la violencia, como un efecto purificador para que el hombre encuentre la metamorfosis que
le concebirá libre.

El ‘yo’ narrativo es partícipe de una vida insignificante. Es, según Nietzsche, el “Camello” dócil y vacío. Un protagonista anulado hasta la entrada del “León”, Tyler Durden en su anodina existencia. El “yo debo” se convierte en un “yo quiero” tras la fundación de El club de la lucha y la mudanza del protagonista junto a Durden a Paper Street. El círculo del combate no trata de vencer o perder, sino de desatar el animal salvaje escondido en nuestras entrañas y mostrar el único sentido vital: la muerte.

Pero Palahniuk esparce el nihilismo hasta la última transformación, pues el “León” no es capaz de subvertir realidades. Así, se crea el Proyecto Estragos como la reconstrucción del mundo y Tyler desaparece, pues el protagonista ya ha dado todos los pasos para mudar a el “Niño” y constituirse como superhombre.

El argumento del relato, al igual que el análisis crítico, parte de dualidades. De un estado de vigilia confronta el sueño. De la liberación, las ataduras. De la salud, la enfermedad. Del bien al mal. La técnica narrativa empleada es el dirty realism o el realismo sucio.

Escaramuza entre dos mentes y un cuerpo

Con un lenguaje directo y sin pelos en la lengua, Palahniuk se muestra como un escritor más de verbo que de adjetivo. Basándose en la retrospectiva, el estadounidense coloca párrafos aparentemente inconexos en un capítulo. Saltos de un tema a otro. O repeticiones, como el estribillo de una canción, que aparecen en los distintos apartados de la novela.

Bajo la desorganización aparente en la estructura, el telón de fondo es la lucha entre dos mentes y un cuerpo. Un fiel retrato de una enfermedad psicológica con la que el autor juega hacia una crítica a la sociedad de consumo ambiciosa y oda a la decadencia. La angustia latente ahoga el relato. El literato compone un mosaico fresco del mundo posmoderno. La trama, en momentos desmedida y extremista, es efectiva en tanto que te hace abrir los ojos absortos en las pantallas del día a día.

Tras más de veinte años desde su publicación, El club de la lucha es un cántico para todas las generaciones perdidas que encuentran en las posesiones una felicidad limitada. Del mismo modo que series como Love, Death & Robots, Black Mirror o Mr. Robot describen el presente apocalíptico sumergido en la tecnología, este título refleja la ciudadanía hipócrita y superficial.

El Club de la lucha es aquella novela pedagógica que te golpea de bruces con la realidad. No de manera literal, pues Palahniuk puntualiza no seguir al pie de la letra lo que ocurre en la misma dándose el gusto de burlarse de la glorificación de la violencia. Un libro con el que las personas pueden sentirse identificadas, pero que al mismo tiempo no se debe imitar. No solo Así habló Zaratustra es “un libro de todos y de nadie”.

Fotograma 'El club de la lucha'
Fotograma ‘El club de la lucha’

Eva Ocaña

"La única verdad es la música" (Jack Kerouac)

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