túnicas negras y pañuelos rojos o, para el que lo prefiera, un caperuz también negro. El tambor, mejor artesanal. Solo o en peñas, lo importante son las ganas y las fuerzas. Tocar el tambor durante 104 horas puede ser complicado, pero se consigue.
Declaradas de Interés Turístico Nacional, las tamboradas -sí, tamboradas, no tamborradas- de Hellín y de Tobarra (Albacete), congregan cada año a miles de personas que, durante la Semana Santa, participan en estos rituales en los que el instrumento de percusión se convierte en el protagonista. Una tradición que aspira a convertirse en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y que la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados ha presentado como candidata en la UNESCO.
Un poco de historia
Tenemos que remontarnos al siglo XV para encontrar el origen de esta fiesta. En 1411 San Vicente Ferrer determinó que a la cabeza de las procesiones debían situarse dos personas encargadas de tocar el tambor y anunciar, de este modo, el paso de los penitentes. Algunos años después, las tamboradas surgieron con entidad propia, instaurando así una tradición que se transmite de padres a hijos.
Tobarra se ha erigido como la población con más horas de toque en España, 104, que comienzan la tarde del Miércoles Santo en torno a las cuatro y que no cesan hasta las 12 de la noche del Domingo de Resurrección, dejando unos breves descansos para el acto de Bendición y el Encuentro entre las imágenes de Nuestra Señora de los Dolores y el Cristo Resucitado.
Aunque no gane en horas, Hellín congrega cada año cerca de 25.000 tamborileros llegados de todos los rincones de España. Personas que se unen a ese coro ronco que durante toda la Semana Santa se reúne para perpetuar esta tradición.
Los protagonistas
Una caja de resonancia, generalmente cilíndrica, y dos membranas llamadas parche componen, en esencia, el tambor. Este instrumento de origen en unos casos religioso, y en otros militar, se convierte durante estas fechas en el protagonista. ¿Los mejores para las tamboradas? Artesanales. El tamaño, la composición y el modo de tocarse pueden variar, pero cuanto mayor sea la calidad del tambor, mejor será el resultado.