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‘Sintiéndolo mucho’, el documental en el que Joaquín Sabina se quita el bombín

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Joaquín Sabina y Fernando León de Aranoa durante la grabación del documental

Anarquista, pero un poco liberal. Ateo, a la vez que “semanasantero”. Amante de los animales y seguidor de José Tomás. Un tahúr que no se cansa de arriesgar. Así es Joaquín Sabina, y así lo retrata Fernando León de Aranoa en Sintiéndolo mucho, un documental sobre la vida de un artista que, aunque nunca quiso serlo, siempre lo fue.

Entre humo de tabaco y copas de whisky transcurren dos horas en las que el Flaco de Úbeda se muestra sin tapujos, con su tos de fumador compulsivo y su pánico antes de los conciertos. Tampoco rehúye de su pasado de sexo, drogas y rock and roll que le duró hasta los 50. “¿No está mal, no?”, se pregunta minutos antes de una de sus actuaciones en el camerino. No obstante, Sabina reconoce tener un problema con el tipo del bombín que se sube al escenario, motivo por el que ha preferido quitárselo en las partes de entrevista del documental.

“La vida en los escenarios al principio es preciosa, porque no es la vida. Es otra cosa mejor que la vida”, declara. Aunque reconoce que él lo que quería era ser profesor de Literatura en un instituto público y escribir novela en sus ratos libres los fines de semana. Pero tras cursar estudios de Filología Románica en la Universidad de Granada se fue a Londres, donde descubrió que “cantando y pasando la gorra ganaba más que limpiando platos”, algo que continuó haciendo cuando se instaló en el Madrid de los 80, y cuyo resultado se han convertido en la banda sonora de varias generaciones. 

El regreso a Úbeda, su familia y sus espinas

Y es que trece años al lado de Joaquín Sabina, tiempo durante el que León de Aranoa ha acompañado al artista, dan para mucho. Las noches en el Luna Park, los mariachis en la Plaza Garibaldi, los conciertos en Las Ventas, los tequilas en el Tenampa… Incluso el regreso a su Úbeda natal, de donde partió durante su juventud en “uno de esos trenes que iban hacia el norte” huyendo de la vida gris del franquismo.

Para este documental, Sabina vuelve al teatro donde actuó por primera vez con apenas 15 años. Entonces lo hizo con su banda, los Merry Youngs, cantando canciones de Chuck Berry o Little Richard delante de todas las chicas que él quería que fuesen sus novias. Casi 60 años después, ese escenario vuelve a verlo actuar para este documental, pero esta vez la actuación no es musical. Sentando en una silla, lee en voz alta los “poemas de campanario” que escribía su padre, figura en la que va reconociendo aspectos propios con el paso del tiempo, “incluso en el espejo”. Como si del Evangelio se tratase, besa el libro al finalizar la lectura, un gesto íntimo con el que parece querer decirle: esto va por ti.

Joaquín Sabina en el Teatro Ideal Cinema de Úbeda
Joaquín Sabina en el Teatro Ideal Cinema de Úbeda

Sin embargo, reconoce que su infancia no es una etapa que tenga muy presente, y descubre: “Uno de los nubarrones que casi nunca cuento y que llevo en el alma es que, cuando empecé a tocar en sitios grandes, mi padre estaba con alzhéimer y mi madre muy enferma. Murieron enseguida. No disfrutaron del éxito del niño, que lo hubieran disfrutado como locos”.

De los excesos a la vida doméstica, pero sin inspiración

León de Aranoa, que también aparece en el documental, ya dejó clara su intención durante la presentación en el Festival de San Sebastián: “Retratar al artista, sus momentos mejores y peores, y su personalidad, tan ligada a su obra, a su creatividad”. Y así lo demuestra con los temas que, a lo largo del film, va planteando a su entrevistado: los miedos, los sueños, los objetivos… y también los excesos.

Pero el cantautor no reniega de su pasado, sino que lo admite y recuerda que uno de sus mejores discos, 19 días y 500 noches, “se hizo en sesiones de tres días sin dormir y mucha coca”. Reconoce que su consumo le dio buenos momentos, y acabó con ello cuando eso cambió. “Para mí fueron experiencias felices. Y cuando dejaron de serlo, simplemente lo dejé. ¿Que si las echo de menos? Sí. ¿Que si caeré otra vez? No”, confiesa Sabina en el documental.

Joaquín Sabina durante la grabación de la canción Sintiéndolo mucho
Joaquín Sabina durante la grabación de la canción Sintiéndolo mucho

Sin embargo, declara que desde que está con La Jime, mujer con la que comparte su vida desde hace más de 20 años, se ha estabilizado, pero la vida doméstica no le ha inspirado «ni un verso de canción». Es indudable que Sabina en la mayoría de sus temas habla desde el socavón, contando historias imperfectas, fundamentalmente inspiradas en el desamor. Y bromea: “a ver si me deja Jimena y escribo el disco de mi vida”. 

El mundo de los toros, México, su amistad con Serrat, su inseparable Pancho Varona, los libros, el piso de Tirso de Molina, la actuación de Joaquín Sabina y viceversa en el Teatro Salamanca… Todo ello aparece reflejado en Sintiéndolo mucho, nombre compartido con la última canción que ha sacado junto a Leiva. Un título que demuestra, como él mismo afirma, “la burla de uno mismo, pero también la chulería”. Y es que Sabina, a sus 73 años, no considera que su mente se corresponda con su edad. “Yo creo que he pasado de la adolescencia a la vejez sin rozar la madurez”, ríe junto a Fernando, y añade: “Siempre me propuse envejecer sin dignidad. Creo que lo estoy consiguiendo”.

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