Daniel Craig encarna por última vez a 007 y cierra el ciclo más personal del espía británico de forma realista y emotiva
Sabíamos que Sin tiempo para morir nos brindaba 180 minutos de largometraje para disfrutar del último 007 de Daniel Craig y despedirnos de él como es debido (de aquí en adelante, atentos a los spoilers). Pero para sorpresa de algunos, el agente británico nos ha dicho adiós de la forma más humana posible, muriendo. Y es que tal vez, el James Bond más afectivo que hemos conocido tenía que despedirse de este modo.
Hasta el momento, Sean Connery, Roger Moore o Pierce Brosnan nos habían presentado a 007 como aquel excelente y un tanto altivo agente del servicio secreto británico. Aquel Don Juan de esmoquin y pelo impecable que encandilaba a todas las mujeres, pero sin encariñarse demasiado con ninguna de ellas. Aquel apuesto ‘gentleman’ que tras usar su licencia para matar repetidas veces reaparecía impoluto y sin un rasguño. Aquel hombre cuyo vínculo más afectivo parecía ser un Aston Martin. Aquel espía del MI6 que siempre conseguía vencer al malo y que, aunque fuera de carne y huesos nos hacía replantearnos si realmente era humano.
Aquel James Bond que tanto conocíamos, en 2006, dio un giro con la encarnación del agente por parte de Daniel Craig, que además de suponer un cambio de rostro, supuso el inicio de una nueva faceta para el personaje. En Casino Royale, ese nuevo y rubio 007 nos empezó a mostrar su vida afectiva y emocional, faceta que sí que se revela en las novelas de Ian Fleming. Nos demostró que mientras no estaba dejándose la piel brincando de una grúa a otra persiguiendo al villano, su corazón era capaz de emblandecerse por la agente del Tesoro británico, Vesper Lynd (Eva Green). Un amor con un final tan agridulce que consiguió que ese popular “mezclado, no agitado” Dry Martini cobrara el nombre de Vesper Martini y que su apego perdurara hasta la última película.
A lo largo de estas cinco entregas a cargo de Craig, esa primera brecha hacia la parte más personal del personaje, poco a poco ha ido tomando más fuerza hasta ser parte de la base argumental de Sin tiempo para morir. La acción, el suspense, la tensión y la violencia que siempre han acompañado al agente se ven envueltas por el amor, la amistad, la perdida y hasta la familia. Y es que, desde las primeras escenas por el pueblo italiano de Matera, somos testigos del valioso cariño entre Madeline, interpretada por Léa Seydoux, y Bond. Un apego que se resquebraja por una supuesta traición por parte de ella y que cinco años después se vuelve a unir, pero esta vez con Mathilde en brazos, una niña de ojos tan azules que desde el primer momento nos hace sospechar que Bond pueda ser el padre.
En Skyfall lamentamos junto a Bond la pérdida de Judi Dench como M y en esta última entrega el agente de la CIA y compañero, Felix Leitter (Jeffrey Wright), reaparece para desvanecerse en las manos del propio 007, otra vez. Bond acompaña a ambos personajes en sus últimos momentos, pero Bond permanece solo cuando se marcha para siempre. Tras ser infectado por Safin (Rami Malek) con el virus Heracles, darse cuenta de que jamás podrá volver a tocar a Madeline y Mathilde, despedirse de ambas, reabrir las compuertas de la base virológica de la isla para poder ser destruida por los misiles de la Marina y darse cuenta de que no está a tiempo de escapar del impacto, el agente secreto británico se sacrifica por salvar el mundo, por amor, por humanidad. El adiós más realista posible para este Bond.
Fuera de la pantalla, el agente 007 de Daniel Craig ha supuesto tal prestigio para el actor, que a un día del estreno de Sin tiempo para morir, Craig inauguraba su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, y se hacía sitio entre anteriores James Bond. Lo que ahora parece un éxito, cuenta con inicios más amargos, que así relatan el propio actor y los productores, Barbara Broccoli y Michael Wilson, en el documental En la piel de James Bond, una breve cinta que recorre los 15 años de la trayectoria del actor como 007.
Daniel Craig, que antes de tomar el personaje con 37 años había interpretado papeles de reparto, se topó con una avalancha de críticas tras su presentación en 2006. Tanto prensa como público dudaban de su eficacia como Bond y de su falta de carísima para interpretarle, pero, tras el estreno de Casino Royale, Craig consiguió ganarse a la audiencia y la película resultó ser la más taquillera de la saga. Como cuenta el documental, el actor se implicó por completo con cada una de las cinco cintas y dedicó cuerpo y alma a que funcionaran. Se entrenó, realizó las acrobacias de las secuencias y hasta se llegó a romper la pierna justo al inicio del rodaje de Spectre. Fue en ese momento cuando se planteó que su etapa como James Bond ya llegaba a su fin y que la última entrega sería el cierre de su ciclo.
Sin tiempo para morir no es solo el regreso de James Bond a la gran pantalla para decirnos adiós, es el regreso de Daniel Craig para despedirse de quienes le han seguido a lo largo de 15 años. Es la partida de la etapa más personal y realista del agente 007 conocida hasta ahora y que termina de la manera más emotiva posible tanto dentro como fuera de la ficción. Es un fin de ciclo que Craig quiso compartir con todo su equipo y que quedó grabado.
“Mucha gente aquí ha trabajado conmigo en las cinco películas y sé que han dicho muchas cosas sobre lo que pienso acerca de estas, lo que sea. Pero he amado cada segundo de estas películas y especialmente esta, porque me he levantado cada mañana con la oportunidad de trabajar con vosotros. Y este ha sido uno de los mayores honores de mi vida.”
Sin tiempo para morir es un sinfín de dudas sin respuesta que tendrán que esperar a ser resueltas: ¿Está James Bond realmente muerto? Si es así, ¿Qué pasara ahora? ¿Tendrá sucesor? Hasta nuevo aviso no lo sabremos, mientras tanto, citando las últimas palabras de Bond: “Tenemos todo el tiempo del mundo” para teorizar.