Han pasado ochenta años de su muerte, ocho décadas desde que su cuerpo yace junto con el de sus padres y dos de sus nueve hermanos en el cementerio escocés de Kirriemuir. Ochenta años en los que su obra sigue presente. Es muy probable que la mayoría de los mortales no haya leído nada de este autor e incluso puede que ni siquiera les suene su nombre, aunque, curiosamente, no exista nadie que no conozca al protagonista de su obra cumbre: Peter Pan, uno de los personajes más fantásticos que ha dado la literatura infantil y juvenil.
Segundo hijo de los diez que tuvo el matrimonio David Barrie y Margaret Ogilvy, James Mathew Barrie, más conocido como J. M. Barrie, nació en 1860 en el mismo lugar en el que ahora descansa: Kirriemuir (Gran Bretaña [Escocia, Reino Unido]).
Este escritor de origen escocés tuvo una infancia muy dura que no solo le afectó psicológicamente, sino que también impregnó sus escritos. La prematura muerte de su hermano David, el hijo favorito de su madre, le marcó para siempre. J. M. Barrie tan solo tenía seis años cuando el joven murió tras sufrir un accidente mientras patinaba sobre hielo.
Barrie intentó sustituir a su hermano. Llegó incluso a llevar su ropa para intentar ocupar el lugar que había dejado el primogénito en el corazón de su madre. Sin embargo, sus esfuerzos no dieron sus frutos. Su madre nunca superó la pérdida. A menudo solía preguntar “David, ¿eres tú?, ¿puedes ser tú?”, pero cuando se percataba de que era James y no su otro hijo, comentaba con abatimiento: “Ah, sólo eres tú”.
Algunos dicen que el fallecimiento de su hermano mayor, que murió sin haber crecido, fue el germen de Peter Pan. Teoría que se sustenta en lo que escribió en la biografía que Barrie le dedicó a su madre: “Nada pasa, después de los doce años, que importe mucho”. Otros alegan que la creación del niño que no quería crecer se debe al enanismo psicogénico que sufría. El estrés infantil y los traumas producidos entre los cinco y los diez años pueden retrasar o incluso detener el desarrollo. Por eso J. M. Barrie nunca alcanzó el metro y medio de estatura. Su crecimiento se detuvo en un metro cuarenta y siete a causa de esta enfermedad.
Sea cual sea la razón por la que esta historia nació, lo que sí está claro es que la obra se convirtió uno de los mitos más conocidos de la literatura infantil.
«Todos los niños, excepto uno, crecen». De esta premisa parte Peter Pan (1911), la historia de un niño que rechazaba el mundo de los adultos. La fantasía, la magia, el humor y la pizca de drama que envuelven la obra esconden uno de los anhelos de J. M. Barrie: recuperar los años felices de su infancia.
En 1897, Barrie entabló amistad, durante uno de sus habituales paseos por los jardines de Kensington, con Arthur Llewelyn Davies y Sylvia du Maurier, quienes tuvieron un total de cinco hijos: George, John, Peter, Michael y Nicholas. No es casualidad que algunos de los personajes de Peter Pan (Peter, John, Michael y George) se llamen igual que cuatro de aquellos muchachos, ya que el escritor visitaba tan a menudo a la familia que terminó convirtiéndose en un segundo padre para los niños. Barrie solía narrarles historias de hadas y piratas, historias que, finalmente, acabarían formando parte de Peter Pan.
La tortuosa relación con la mujer que le dio la vida le llevó a obsesionarse con la figura materna. Esto queda reflejado en la figura de Wendy. Cuando los Niños Perdidos hablan de ella, se alude a la muchacha como si fuera una madre.
El éxito de esta novela fue instantáneo. Tanto Peter Pan como el resto de personajes que aparecen en la historia (Wendy, John, Michael, Nana, Campanilla y el Capitán Garfio) se convirtieron en héroes para los niños de todo el mundo, ya que esta obra representa la felicidad de ser un niño donde las preocupaciones de los adultos no existen y donde todo puede convertirse en una aventura. El hecho de que se produjeran múltiples traducciones y adaptaciones solo aumentó el fenómeno.
Sin embargo, Peter Pan ya había aparecido con anterioridad en otras de sus historias como en El pequeño pájaro blanco (1902) y en una obra teatral que se estrenó en 1904. En 1906 Barrie escribió la secuela Peter Pan en los Jardines de Kensington (1906) y, más tarde, sacó la versión novelada Peter Pan y Wendy (1911) de la obra de teatro de 1904.
En El pequeño pájaro blanco, Peter Pan resulta ser la invención de un hombre soltero que tiene que ejercer de padre adoptivo. Peter, un bebé de una semana, se dedica a enterrar a los niños que se mueren al caer de los carritos. Siempre de dos en dos para que no se sientan solos. El componente autobiográfico es innegable, no solo por la parte del padre adoptivo, sino también por los niños muertos.
Este Peter, el de El pequeño pájaro blanco, que se escapó de su hogar para volar por los jardines de Kensington, evolucionó hasta convertirse en el que hoy conocemos: en un niño que no crece no porque no pueda, sino porque no quiere. Este Peter no entierra a los niños, sino que se los lleva al País de Nunca Jamás si nadie los reclama en siete días.
El cine ha acogido este mito literario con los brazos abiertos ya que desde su primera aparición en 1924 en una película muda, dirigida por Herbert Brenon, no ha abandonado la gran pantalla. En 1953, Dinsey realizó un largometraje de animación sobre esta historia. Steven Spielberg dirigió Hook en 1991 y doce años más tarde, en 2003, P. J. Hogan se atrevió a hacer una nueva versión de Peter Pan. La cinta más reciente es Pan, película que se estrenó en 2015. No obstante, no será la última, ya que Disney está preparando un live action del clásico animado.
Aunque Peter Pan le proporcionó éxito a Barrie, su vida personal estuvo plagada de desgracias. No solo su matrimonio con la actriz Mary Ansell fue un fracaso, sino que además, la tragedia se cebó con los Llewelyn, la familia que inspiró al escritor escocés. En 1907, el padre cayó enfermo y falleció. Su esposa le siguió dos años después por culpa de un cáncer. En 1914, George fue abatido en la I Guerra Mundial cuando tenía veintiún años. Siete años más tarde, cuando su hermano Michael tenía la misma edad que George, se ahogó, junto con su amante Rupert Errol, en un estanque de Oxford. Aunque el novelista murió en 1937, la tragedia siguió acechando a los Llewelyn, ya que en 1959 una enfermedad pulmonar se llevó a John y casi siete meses después, en 1960, Peter se arrojó a las vías del tren.
Barrie también perdió a su amigo Robert Falcon Scott, oficial de la Marina Real Británica que dirigió dos expediciones a la Anártida (Expedición Discovery y Expedición Terra Nova). Este falleció durante la última exploración.
No obstante, a pesar de que la desgracia parecía rodearle, siempre encontró “en la segunda estrella a la derecha, todo recto hasta el amanecer” un lugar en el que evadirse de la realidad y regresar, de alguna forma, a esa infancia feliz, sin muertes ni preocupaciones, que dejó atrás.
“Nunca entendemos lo poco que necesitamos de este mundo hasta que nos damos cuenta que lo hemos perdido”
J. M. Barrie