El poder, la corrupción y el erotismo

Una escena de Séneca
Una escena de Séneca
Una escena de Séneca
Una escena de Séneca. Foto de marcosGpunto

Antonio Gala subió las contradicciones de Séneca al escenario en 1987. Ya entonces, el autor escribió un prólogo para Séneca o el beneficio de la duda, que podría haberse escrito ayer mismo, en el que se presentaba la corrupción como algo casi inherente (o sin el casi) al poder.

Emilio Hernández hace una versión libre de ese primer texto, contando con el beneplácito del poeta. Al igual que la original, el Séneca de Hernández recrea las últimas horas del filósofo antes del suicidio, durante las cuales rememora su vida como maestro de Nerón e intenta entender por qué cayó en unas contradicciones que, podríamos pensar, llevaron a un joven emperador (músico y poeta) a convertirse en el monstruo que pasó a la historia.

Hernández se toma varias licencias en esta versión. Incluye personajes nuevos, como Helvia, la madre de Séneca, sacada de los textos que el filósofo hispano escribió desde el exilio (Consolación a Helvia). También aparecen otros escritos por Gala, como algunos poemas convertidos en canciones que se dedican Nerón y Acté (el emperador y la esclava siria).

Así, la música original que firma Marcos Rasa, va desde una ópera de Monteverdi hasta poemas de Gala cantados al más puro estilo Disney, pasando por música del movimiento hippie o el rock.

Pero esta musicalización, que puede responder a un afán comercial, se hace pesada y, a veces, estridente, quizá por la acústica del Teatro Valle-Inclán, que obliga a los actores a usar micrófonos. Esa pretensión mercantil también se puede intuir en el personaje de Helvia, interpretado por Carmen Linares, una cantaora con una trayectoria consolidada que se luce sobre el escenario, pero cuyas intervenciones rompen el ritmo de la obra.

Nerón (Diego Garrido) y Petronio (Ignasi Vidal) en Séneca
Nerón (Diego Garrido) y Petronio (Ignasi Vidal) en Séneca. Foto de marcosGpunto

La atemporalidad de la corrupción -y de otros temas presentados en la obra, como el de los refugiados– se refleja en la escenografía (una especie de graderío clásico negro) y en el vestuario, de Felype de Lima, que mezcla faldas romanas con prendas como camisas, americanas o gafas de sol. También todo negro, con un tratamiento dorado en algunos de los ropajes para diferenciar a los personajes poderosos de los demás.

La puesta en escena de Séneca no es sencilla: se pasa del presente del anciano filósofo mientras conversa con Petronio, a su pasado como consejero del joven Nerón. El cambio se realiza con un juego de luces que no siempre aclara esos saltos en el tiempo, siendo muy fácil perderse en el pasado y el presente de Séneca. A esto se le suma que el elenco está casi siempre al completo en escena, lo que crea más confusión.

Posiblemente, el poco tiempo de rodaje de los actores sobre el escenario debido al reciente estreno de la obra, dio lugar a algunos errores que seguro que se irán solventando. En cualquier caso, destaca el trabajo que realiza Esther Ortega en su papel de Agripina, a la que le otorga el equilibrio perfecto entre mujer ambiciosa por conseguir el poder para ofrecérselo a su hijo, entre madre amantísima, pero incestuosa y entre mujer celosa y liberal. Por su parte, Antonio Valero hace una correcta interpretación de Séneca, en un papel lleno de soliloquios.

Si desnudamos Séneca de las licencias que se ha tomado el director, de la excesiva musicalización y el exhibicionismo, nos queda un texto macizo, poético en muchas partes y una excelente forma de conocer el pensamiento del filósofo hispano. Sin embargo, es un libreto llevado al escenario de una forma errada, que no permite entrar en la historia. Esto se reflejó en el tibio aplauso del público que acudió a ver el espectáculo el pasado sábado 25 de marzo, y lo corroboraron los comentarios de disgusto que se pudieron escuchar a la salida mientras los asistentes desalojaban la sala.

 

Ficha artística:

Versión y dirección: Emilio Hernández

Reparto: Nerón (Diego Garrido), Helvia (Carmen Linares), Agripina (Esther Ortega), Popea (Eva Rufo), Otón (José Luis Sendarrubias), Esclavo (Aka Thiemele), Séneca (Antonio Valero), Petronio (Ignasi Vidal), Acté (Carolina Yuste)

Escenografía: Emilio Hernández

Iluminación: José Manuel Guerra

Vestuario: Felype de Lima

Música original: Marcos Rasa

Coproducción Centro Dramático Nacional y Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida

Teatro Valle-Inclán, del 24 de marzo al 14 de mayo de 2017

 

 

 

Marta Bascón

"Las obras de arte viven en medio de una soledad infinita, y a nada son menos accesibles como a la crítica. Solo el amor alcanza a comprenderlas (...)" R. M. Rilke

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