Con el estreno de Mi gran Noche, de Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965), vuelve a la pantalla grande Raphael (Linares, Jaen, 1943). La unión entre director y estrella, con una concepción del mundo del espectáculo bastante similar, permite al de Linares retomar una carrera cinematográfica que había quedado en punto muerto en 1975. Para muchos, especialmente los más jóvenes, el pasado fílmico de Raphael es casi desconocido. Repasemos una carrera actoral en la que hubo de todo. Desde comedia musical comercial hasta intento de drama psicológico pasando por el docudrama.
La primera vez que Rafael Martos (AKA Raphael) asomó en una pantalla de cine fue en un pastiche titulado Las Gemelas (1963). Producida por Marujita Díaz, era un intento de lanzar a Maleni Castro como ídolo teen para ensombrecer a Marisol. No funcionó, pero como dato queda que en este musical fue donde el cantante usó por primera vez su nombre con «ph». Según la leyenda porque fue contratado por Philips y era una manera de identificar cantante y discográfica. La realidad siempre es más prosaica: el sonido «f» para los angloparlantes se corresponde en la escritura con «ph».
Su siguiente trabajo ya fue como protagonista tres años después. Por el camino, había ganado el Festival de Benidorm en 1962, representado a España en Eurovisión 66 y vendido millones de discos. Con Cuando tu no estás (1966), de Mario Camus, se pretendía explotar la fama del cantante en el cine. El cineasta cántabro intentó una mezcla de cine de autor (eran los sesenta, recordemos) con el musical pop. La historia de un hombre que después de buscar la fama con la ayuda de una periodista la olvida al conseguir el éxito. Un auténtico tostón que arrasó en taquillas. La chica de la película fue una desubicada María José Alfonso con un peinado que requirió acabar con todas las existencias nacionales de laca Nelly.
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A esto le siguieron dos productos más con Camus: Al ponerse el sol (1967) y Digan lo que digan (1967). En ambas, la pareja femenina era Serena Vergano, una esbelta italiana que se postulaba musa de intelectuales y se retiró para casarse con el arquitecto Ricardo Bofill y ser luego suegra (aunque breve) de Chábeli Iglesias. La vida puede ser muy dura a veces.
En la primera película se analizaban las presiones de la fama y en la segunda se explotaba la historia de dos hermanos enamorados de la misma mujer. El guión era de Antonio Gala (sí, han leído bien).
Tras romper su asociación artística con Mario Camus se unió con Vicente Escribá, con el que rodó sus tres películas más taquilleras. El golfo (1968), con factura internacional, le presentaba como un toy-boy en Acapulco que seduce a una millonaria americana de vacaciones en la ciudad mexicana: la oscarizada Shelley Winters. A ésta le siguió El Ángel (1969), donde hacía de un mafioso que para huir de la policía se hacer pasar por fraile en un convento y de paso ayuda a sus compañeros de sotana a ganar un concurso de coros. ¿Les suena? Sí, el mismo argumento de Sister Act (1992) un cuarto de siglo antes. No digo nada y lo digo todo. Lo mejor era, sin duda, un Raphael con sotana entonando La Bamba.
Cerraba su trilogía frívola (afortunadamente el intento de cine intelectual había quedado atrás en su carrera) el drama Sin un adiós (1970). Una joven británica (Lesley Ann-Down) gana un concurso de una tabacalera que consiste en pasar un fin de semana en Mallorca con un cantante de moda. Ella se enamora, él no la hace ni caso, ella cae en el alcoholismo (ya puestos a caer en algo…) y él siente remordimientos que le atormentan. La cinta contenía escenas que hoy serían políticamente incorrectas (jovencitas fumando como carreteras en un internado), un número musical con reminiscencias bondage y una curiosa conexión con el futuro: la protagonista busca una coronita de oro que solo hay en un paquete de la marca de cigarrillos que permite conocer a su ídolo como el niño de Charlie y la fábrica de chocolate y Raphael aparece ataviado en la película de Álex de la Igesia como Willy Wonka. ¿Casualidad?
SEXO Y UNA BIOGRAFÍA TRAICIONERA
Tras un parón de tres años, el cantante rodó en México una película inédita en nuestro país: Volveré a nacer. El motivo de su no estreno en nuestras pantallas era obvio: la cinta contenía escenas de sexo incluyendo un desnudo integral de cantante. Eso sí… de espaldas. Compartía escenas de alta intensidad con la bella Verónica Castro antes de que el peso de cientos de culebrones encorvaran su espalda.
Dos años después se despidió del cine con un curioso ejercicio de estilo que, para quien esto escribe, es lo mejor de su filmografía. Firmada por el curioso director Antonio Isasi-Issasmendi, Rafael en Raphael (1975) era un docudrama que analiza al cantante como fenómeno sociológico. La idea se le ocurrió a su director cuando coincidió con Raphael en la Unión Soviética y pudo ver el éxito (que aún continúa) que tenía el artista detrás del Telón de Acero. La cinta recoge un viaje de la estrella a Moscú, imágenes de su vida familar, encuestas sobre él a pie de calle, declaraciones políticas hoy inimaginables (el de Jaén se confesaba franquista) e intervenciones de amigos como Manuel Benítez El Cordobés o Massiel y de la esposa del cantante (Natalia Figueroa). El montaje final no gustó nada a su protagonista que abandonó el estreno del film en diciembre de 1975 y se enfadó con los amigos que habían hablado (con demasiada sinceridad diría yo) en la película. Cabreado con el director, al que consideraba amigo, decidió poner punto y final a su carrera en el cine. Eso sí, la obra de Isasi-Issasmendi es un impagable retrato del cantante y de la sociedad de la época.
Alejado de la pantalla grande, el cantante hizo dos trabajos más como actor: un culebrón en Argentina en 1978 y el musical Jeckyll y Hyde en 2000 que había representado en Londres Cliff Richards, el cantante internacional que más se parece a Raphael. Ambos poseen, además, filmografías que rondan el malditismo llenas de obras diferentes entre sí en la estética, el contenido y hasta en las intenciones. El británico sigue sin hacer cine. Raphael ahora ha vuelto con de la Iglesia al cine. ¿Esta vez para quedarse?