«¿QUIÉN CONOCE EL CORAZÓN DE LA JUVENTUD SALVO LA PROPIA JUVENTUD?» JUST KIDS, PATTI SMITH

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Patti Smith no siempre tuvo esas arrugas tan características. Pero siempre tuvo ese aspecto andrógino; también esa mirada de vieja agazapada en un cuerpo de niña. Desde pequeña exhaló ese espíritu rebelde que luego transformaría en poesía; desde joven tuvo esa sensibilidad caótica que trató de organizar en una ciudad esencialmente entrópica, como es Nueva York. Patti Smith siempre fue una amante de la vida, incluso del desencanto de la vida. Es una amante. Y siempre amó a Robert Mapplethorpe.

Esto es Just Kids (Éramos unos niños) el libro de los orígenes de la carrera de dos de los más reconocidos artistas de la contracultura americana. También es un mapa del Nueva York de finales de los 60, un testimonio del revulsivo cultural de los 70 y una pincelada de los tristes 80, cuando a Robert Mapplethorpe le diagnosticaron sida.

Patti Smith por Robert Mapplethorpe, NYC, 1976

Pero Just Kids es, ante todo, Patti con Robert y Robert con Patti, viviendo en el Chelsea Hotel, trabajando en el loft de El Porquero, robando filetes de carne roja para la anemia de Patti, visitando La Fábrica de Andy Warhol y conociendo a Allen Ginsberg, Janis Joplin, Salvador Dalí o Jimi Hendrix. Creando juntos una vía de expresión, buscando cada uno su propio lenguaje con el que transmitir sus experiencias.

«Nadie ve como nosotros, Patti, repitió. Siempre que decía cosas como aquella, por un mágico instante, era como si fuéramos las dos únicas personas del mundo«.

Robert Mapplethorpe entró en la vida de Patti Smith por pura casualidad. Una de otras tantas que llenan estas páginas de encuentros fortuitos, poemas, collages, fotografía, recitales, gritos de libertad, calles lánguidas, muertes, elegías…; arte a bocajarro.

Autorretrato, Robert Mapplethorpe, 1988

Las tendencias homosexuales de Mapplethorpe e incluso su intrusión en el mundo de la prostitución para pagar las facturas, no fue explosivo suficiente para destruir el amor mutuo de esta extraña pareja. «Cada uno por su lado, juntos», sentencia Patti. Hermanos de arte, que no de sangre, mezclaban historias amorosas paralelas, concepciones del arte diferente, estilos divergentes… pero siempre juntos. Siempre cayendo al lado del otro, siempre paseando por Coney Island y retratándose en Polaroids, dejando un poco de ellos en sus piezas, en su arte. Escribiendo su historia con papel fotográfico y pinceles. Finalizándola, cómo no, con fotografías y canciones.

El libro empieza como acaba, con la muerte de Robert. La camaradería y la dulce dependencia entre los dos cala tan hondo a lo largo de la obra que produce que las últimas hojas sean difíciles de leer, angustiosas. Antes de abrir el libro éramos conscientes de que no habría final feliz. Una vez que nos acercamos al final deseamos volver a las páginas en las que se reían bajando y subiendo las escaleras del Chelsea Hotel, en las que comieron su primera langosta en el Max’s o en las que trataban de enjugarse las lágrimas mutuamente.

Robert Mapplethorpe & Patti Smith, Nueva York, 1969

Pero todo tiene un punto y final. Aunque por suerte, Robert Mapplethorpe se encargó de dejar una estela artística genuina y adictiva y Patti Smith supo hacer homenaje a esta «estrella azul» que siempre vivirá en sus fotografías. Just Kids es la belleza esencial del ser humano; nos muestra un amor incondicional que trasciende el sexo, el arte e incluso la muerte. Es la historia de Robert y Patti y de Patti y Robert.

«Sonríe por mí, Patti, porque yo sonrío por ti.»

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