La banda madrileña vuelve a los escenarios, tras 7 años de silencio, con ‘Diversión’, su octavo disco
«Los putos Pignoise han vuelto». Con estas palabras sentenció Pablo Alonso que, después de 7 años de silencio, el grupo madrileño se subía de nuevo a los escenarios sin intención de callarse absolutamente nada. Y lo hicieron, eso sí, en la mejor compañía y como solo ellos saben: disparando directos al corazón de los más nostálgicos millennials.
El de La Riviera casi pone punto y final a una gira de 17 conciertos, que arrancó hace apenas unos meses en Málaga, y que se celebra después de una sequía considerable y con motivo de su octavo disco, Diversión, un nuevo proyecto en clave de rock que cuenta con un total de 11 temas y que, sin duda, tomó posesión de la noche madrileña del 12 de mayo. Y no lo hicieron solos.
Contaron con Bombai para calentar motores, y con canciones tan conocidas y frescas como Solo Si Es Contigo, Tú Me Has Cambiado o Robarte El Corazón, los seis valencianos, enfundados en camisas hawaianas, resultaron ser unos muy dignos teloneros. Pero el plato fuerte se hizo de rogar. Fotograma a fotograma, y precedidos por una enorme pantalla a sus espaldas, Álvaro Benito, Pablo Alonso Álvarez y Héctor Polo salieron al escenario como si nunca hubiesen bajado de él.
La sala fue tiñéndose de camisetas negras y cerditos pidiendo guerra y, a pesar del público veinteañero y treintañero tan común en sus citas, también se dejaron ver cantando al ritmo de Pignoise algún que otro niño, unos cuantos «puretillas» encamisados y, también, otros tantos cuyas sillas y muletas no supusieron un impedimento para una noche llena de bailes y emociones a flor de piel.
A lo largo de toda la velada, Alonso hizo honores, una vez más, de su carisma deslenguado y pícaro entre canción y canción. «Qué ganas os teníamos. ¿Estáis bien o estáis de puta madre?». Y así, con saltos imposibles y entre alguna que otra lágrima por parte de los fans, los de Madrid recitaron a corazón abierto 25 temas, siendo su principal bastión los del nuevo disco, que, a pesar de su corta vida, los asistentes ya sabían a la perfección.
Con el repertorio de Diversión, el grupo pretende resumir todo lo que ha supuesto para ellos este período de tiempo alejados de la música y todo lo que han vivido mientras tanto. Sin embargo, el factor nostalgia siempre regresa, e, inavitablemente, los ritmos tan queridos de Todo me da igual, Cama vacía, o Quiero fueron los más coreados y disfrutados.
Ya pasado el ecuador de la noche, aún se advertían más sorpresas. Y fue entonces cuando el más gato del lugar subió a cantar con su nuevo look —un poco a lo Dennis Rodman— una de las canciones que tanto marcaron a una generación: Te entiendo. El «gran» Dani Martín, como lo presentó Álvaro Benito, les acompañó durante unos minutos —pero qué minutos— y, tal y como vino, se fue. Tan cañero y canalla como siempre, y dejando a todos los allí presentes completamente descolocados. Como un huracán, arrasó La Riviera. Y a todo nosotros con ella.
La velada mejoraba por momentos, pero ya sabíamos que iba llegando a su fin y, como siempre se suele hacer, los Pignoise dejaron el mejor postre para el final. Los primeros acordes de Sube a mi cohete hicieron vibrar el mismísimo suelo, y algunas tímidas pancartas asomaban como podían entre el gentío subido a hombros en plena pista.
Casi dos horas de fiesta, cachondeo y mucha, mucha guitarra. Pero también de risas, llantos y canciones como Estoy enfermo o Nada que perder, que formaron parte de una época clave de los 2000 y de una banda que ya es un símbolo en sí misma. Y si Pignoise una vez dijo que «cierta tarde tonta nos podemos cruzar«, tenían razón. Al final —y definitivamente con la vida al revés— nos cruzamos. Y menudo regalo.