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Pepe Colubi demuestra con Dispersión que no solo sabe hacer reír en sus libros

Portada de Dispersión, de Pepe Colubi

Pepe Colubi cierra, o al menos eso parece, una trilogía con Dispersión. El escritor, humorista, periodista y guionista asturiano inició esta aventura en 2008 con California 83 (Espasa), una divertidísima novela que partía de su propia experiencia personal cuando en 1983 se fue a estudiar el COU a California, con todo lo que eso suponía para un adolescente español de provincias de entonces: Pasar de tener dos canales a descubrir la MTV y la televisión por cable, las fiestas de graduación con ponche de las películas, juergas desenfrenadas con barra libre de alcohol y marihuana, primeras experiencias sexuales…

Seis años más tarde le llegó el turno a Chorromoco 91 (Martínez Roca, 2014), novela que seguía la línea de su antecesora. El protagonista de California 83, Pipi (alter ego del escritor, porque en todos los libros mezcla realidad y ficción sin especificar qué es cada cosa), estaba de vuelta en España, ya en su etapa universitaria y con, también, todo lo que eso suponía para alguien como Pepe Colubi. Porque los que lo conocen por su presencia, desde 2008, en el exitoso programa de Movistar + Ilustres Ignorantes, saben de qué estoy hablando; los que no, una buena e hilarante forma de adentrarse en él es a través de sus libros.

Ahora, en este Dispersión, que acaba de ser publicado recientemente también en formato audiolibro (al igual que California 83 y Chorromoco 91), el escritor asturiano no se ciñe solo a lo humorístico, sino que profundiza más en su faceta humana. Contiene partes realmente intensas, en las que se podría asegurar sin ningún pudor que Colubi nos abre su corazón. Quizá, eso sí, el estigma antes mencionado que siempre le acompaña (de auténtico depravado sexual) por lo leído en sus libros y visto sobre él en televisión, hace que en ocasiones sea ardua tarea llegar a creerse del todo al personaje de Pipi.

La edición publicada por Espasa cuenta con 279 páginas repartidas en 12 capítulos, cada uno de su padre y de su madre en lo que se refiere a la longitud, lo que deriva en una novela construida por una serie de relatos más o menos independientes. Sin embargo, estos acaban formando parte de un todo que tiene un sentido y que no da la sensación de tratarse simplemente de una sucesión de anécdotas de la vida pasada de Pepe Colubi mezcladas con ficción.

¿Un Colubi más maduro?

De toda la trilogía, estamos sin lugar a dudas ante el libro que más saltos en el tiempo va dando, porque su protagonista, Pipi, ya se halla ante una longeva y ¿prometedora? etapa profesional que abarca hasta la actualidad… y en la actualidad ya son 56 primaveras las que contemplan al escritor de Cangas del Narcea, para quien espiritualmente no parece (a veces) que pasen los años.

Portadas de California 83 y Chorromoco 91, de Pepe Colubi
Portadas de California 83 y Chorromoco 91

También, ahondando en esa idea de querer demostrar que su personaje es algo más que un simple veinte – treintañero de mente sucia, cada capítulo está titulado con el nombre de un artista y una canción elegidos por Colubi por alguna razón que ni se menciona en el libro ni se adivina, al menos de primeras. Así, encontramos desde Hope there’s someone, de Antony and The Johnsons, hasta Insane the brain, de Cypress Hill.

Pepe Colubi nos presenta en Dispersión una nueva faceta de su alter ego, Pipi, que hasta entonces nos había sido ocultada, al menos de manera fehaciente. Y hacerlo para alguien que ya gozaba de éxito literario pero que nunca se había adentrado en ese terreno no debe ser tarea fácil. Dispersión no produce las mismas carcajadas que California 83 y Chorromoco 91, pero nos hace ver que no todo lo que se proyecta al exterior es lo mismo que hay de puertas para dentro. Pepe Colubi evoluciona, y su Dispersión hacer reír (garantizado), pero también puede hacer llorar.

Manuel Gamarra

Cultureta crónico, friki furgolero y pesado en general. Periodista aporreador de teclados que escribe sobre cine, música y series en Europa Press y en Cultura Joven. Todos los caminos llevan a Roma, pero yo solo quería volver a casa.

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