Angulo y «la casa de los títeres tiránicos»

Una institutriz de porte serio montada a caballo convive con una mujer de voluptuosos pechos al desnudo en un bajo de la calle Cavellines de Madrid. Sus vecinas más próximas, unas manos de plastilina que parecen querer emular el andar humano apoyadas en las yemas de sus dedos anular y corazón. El taller de Pablo Angulo, pintor y escultor madrileño, es, a primera vista, un museo de cosas raras al que él mismo se refiere como “la casa de los títeres tiránicos”. Unos títeres, sus obras, que parecen poseerlo en el proceso creativo.

Angulo comparte estudio con su padre, el también artista José Torres Guardia, con quien se formó “desde pequeñito”. De él recuerda, en aquellos tiempos de aprendizaje,  su exigencia y disciplina, comparándolo, entre risas, con un “entrenador de gimnasia rítmica”, siempre encima de él en busca de un mayor esfuerzo. Una actitud que Pablo comparte ya que para él, en el arte, “no es buena la benevolencia, hay que exigir”, afirma.

Pinceles de todo tipo, caballetes, una bañera para moldear barro…Angulo, revoloteando de un lado a otro, nos muestra sus utensilios de trabajo y nos cuenta en desorden su historia mientras los ojos de Elvis Costello, Carlos Gardel o el mismo Buñuel lo observan, en forma de pósters y caricaturas, desde un corcho colgado en la pared.

Entre anécdota y anécdota explica su técnica pictórica. Siempre colores primarios y, en muchos casos, la fotografía como objeto de dibujo. Cuadros sacados de fotos de propia autoría junto a otros como La emoción del público, creado a partir de una imagen del barcelonés Josep Tobella.

Después de iniciarse como diseñador gráfico de carteles de rock y portadas de discos empezó a exponer en el 2002. Galerías como Espaci Volart  (Barcelona), Travesía Cuatro o  Espacio Valverde (Madrid) han acogido sus trabajos. De entre ellos destacan creaciones escultóricas, como Las manos, y pictóricas, como los retratos de las tetonas, las llamadas Venus de Angulo. “Hay unas 40”, explica, y en ellas existe “un juego respecto a los senos femeninos…no transmiten algo lascivo” el tema está tratado “desde la belleza”.

También tiene un libro, Libro de las caídas, publicado en 2006, donde sus dibujos de trazos gruesos se precipitan al vacío ilustrando los textos del escritor Andrés Barba. En la actualidad, prepara su último trabajo, una serie de cuadros sobre la Ribera del Manzanares, “mi barrio de infancia”.  Su luz  “tiene algo sentimental” para él y la está intentando reproducir “sobre las superficies”.

Admirador de la pintura inglesa y con la costumbre de escuchar Radio 5 Todo Noticias mientras trabaja, Angulo está intentando crear “un gabinete de curiosidades”. Sus obras y la obras de su padre se mezclan con hormas de zapatos antiguas, una botella de sifón, una chistera o un gramófono multicolor. Todos “artefactos” que le son atrayentes porque “evocan otro tiempo”. Síntoma, sin duda, de un auténtico “romántico empedernido”, como el mismo se considera.

Después de un último vistazo nos despedimos del santuario plástico diciendo adiós a la recta institutriz a caballo y a su compañera tetona mientras traspasamos el umbral bajo la atenta mirada del autorretrato en verde del artista.

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