El fundador, la película de John Lee Hancock recién estrenada, aborda el polémico origen del imperio de comida rápida más famoso del mundo. La trama se centra en el personaje de Ray Kroc (Michael Keaton), un vendedor de batidoras en horas bajas que vislumbra el éxito cuando conoce a los hermanos McDonald, Dick y Mac (Nick Offerman y John Carroll Lynch), en su hamburguesería de San Bernardino. Ray queda fascinado con la rapidez del servicio de cocina y convence a los hermanos de que crear franquicias es lo mejor para el negocio.
¡Alerta spoiler! El biopic adquiere tintes dramáticos otorgados por el personaje de Ray, un depredador a la caza del poder económico, a quien no le importa cruzar los límites de la moralidad con tal de conseguir su objetivo. Ya sea apropiándose de una idea ajena o conquistando a la mujer de un socio, todo vale en el ascenso a la cumbre, siempre bajo el lema de la constancia, una máxima que se encarga de dejar bien clara.
Por su parte, los McDonald priorizan la calidad del producto ante cualquier otra variante, algo que choca con la mentalidad de Ray. Se forma entonces una grieta que convierte a los hermanos en simples marionetas, marginados en su propio negocio, hasta el punto de llegar a perder su identidad de la forma más vil. Porque Ray termina apropiándose no solo de los terrenos, sino también de su nombre. Convertidos en víctimas, sin posibilidad de ahuyentar la sombra que les amenaza, terminan vendiendo su negocio bajo unas condiciones injustas, confiando en la palabra de un hombre que jamás pensó cumplirla.
Como colofón, y para recordarnos que, a pesar de todo, Ray sigue siendo humano, apreciamos al final un atisbo de incomodidad, quizá remordimientos, en su mirada. No es capaz de creerse su propio discurso, algo que nos reconforta y que logra suavizar la sensación de amargor. Pero sea como sea, el drama está servido.