Los jinetes que cruzaron la tormenta: 50 años del ‘L.A. Woman’ de The Doors

The Doors
The Doors en 1967. Foto de Joel Brodsky para Elektra Records

El 3 de diciembre sale a la venta una reedición especial, con más de dos horas de material inédito, del último álbum de la banda de rock estadounidense con la voz de Jim Morrison

Antes de la edición del disco, en abril de 1971, Morrison ya se había marchado a París, donde murió tan sólo tres meses después. En L.A Woman dejó su canto de cisne; la última obra del Rey Lagarto quien, como sentencia su epitafio en el cementerio parisino de Père Lachaise, vivió “fiel a su propio demonio”.

“Break on through to the other side”

La banda irrumpió oficialmente a finales de los años sesenta con The Doors, un debut que era toda una declaración de intenciones. En 1967, la escena musical de Los Ángeles la ocupaban bandas más cercanas al folk-rock y a la ya incipiente psicodelia. Laurel Canyon, aquel Jardín del Edén musical del que surgieron nombres como The Byrds, Buffalo Springfield, The Mamas & The Papas, Joni Mitchell y un largo e inmejorable etcétera de artistas, se encontraba en lo más alto. Y en este contexto surgen The Doors, diferentes a todo lo demás.

Portada del álbum 'The Doors' de 1967
Portada del álbum ‘The Doors’ (1967)

La batería de John Densmore sonaba a bossa-nova, la guitarra de Robby Krieger a jazz y blues profundo, y los teclados de Ray Manzarek tenían un aire lisérgicamente religioso. Las canciones narraban letras con un cierto sentido apocalíptico, creando un sonido único y característico que mezclaba psicodelia, liturgia, erotismo y drogas, todo encarnado en la figura magnética e indómita del propio vocalista, Jim Morrison. La primera estrofa de Break On Through (To The Other Side), pista que abre el disco, lo dejaba claro: “¿Sabes que el día destruye la noche? La noche divide el día. Intenté correr, intenté esconderme. Cruza al otro lado”. Era una invitación, casi obligada, a unirse al séquito de un nuevo profeta del rock and roll. Los Doors sonaban a revolución, y así fue.

En los años siguientes a su debut, The Doors editaron Strange Days (1967) y Waiting For The Sun (1968). Temas como Love Me Two Times, When The Music’s Over o Love Street, los consagran como una de las grandes bandas del momento y coronan a Morrison como el “King Lizard” del rock and roll, ya convertido en todo un ídolo de masas embriagado, en todos los sentidos, de fama y adicción, provocando tensiones que amenazaban la continuidad del conjunto.

The Doors actuando en el Hollywood Bowl
The Doors actuando en el Hollywood Bowl, año 1968

Tras el fracaso de The Soft Parade (1969), el grupo volvió a sus raíces más blues con Morrison Hotel (1970) disco que, ya en el primer riff de Roadhouse Blues, parece venir directamente de las orillas del Mississippi. The Doors estaban de vuelta.

“Riders on the storm”

En abril de 1971, la banda edita el que sería el último trabajo con Jim Morrison como vocalista: L.A. Woman. The Changeling abre el álbum, y manifiesta explícitamente la intención del cantante de marcharse de Los Ángeles: “Sí, me voy de la ciudad en un tren a medianoche. Tienes que verme cambiar” con un coro de palmas que casi recuerda a los espirituales negros. Siguiendo este ritmo frenético, llega Love Her Madly, que quedaría como uno de los clásicos de la banda.

Portada del álbum 'L.A. Woman' de The Doors
Portada del álbum ‘L.A. Woman’ (The Doors, 1971)

Been Down So Long es toda una vuelta al blues más puro, en la que este canto de cisne se convierte en todo un aullido con Morrison cerrando la canción al grito de “¡Déjame libre!”, que casi lleva directamente a L.A. Woman, canción pensada como despedida a la ciudad de Los Ángeles. El clímax de este corte de ocho minutos arranca con el frontman repitiendo a modo de mantra “Mr. Mojo Risin”, un anagrama con su propio nombre y un último guiño erótico, que da paso a la parte más psicodélica del álbum con L’America o The WASP (Texas Radio and the Big Beat), pero sin olvidar el blues con Crawling King Snake, una versión del tema de John Lee Hoocker.

Riders On The Storm. Entre los truenos y la lluvia aparecen los jinetes. Manzarek abre el camino con su teclado, y le sigue la voz de Morrison cantando y, a la vez, con su propio eco susurrado diciendo: “Riders on the storm…”. El tema más psicodélico del disco termina con unas campanillas que se preguntan y responden entre sí y, entonces, silencio. Morrison murió en julio de 1971. Como figura profética, se especuló sobre su vida y su muerte, que algunos creyeron fingida. Nació el mito. La canción termina y no queda rastro de los jinetes, sólo oímos el eco de la tormenta.

Laura del Río

Contando historias en Cultura Joven.

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