
A pocos días de la celebración de Halloween, la plataforma de streaming Netflix llena su programación de terror. Entre los productos más extraños de su oferta destacan Las curiosas creaciones de Christine McConnell, una serie cuya esencia se basa en el show culinario tradicional pero sin parecerse a ello por completo.
Christine McConnell (Estados Unidos, 1981), repostera y artista multidisciplinar -escultora, costurera, fotógrafa-, abre las puertas de su hogar para invitar a los espectadores a experimentar el arte macabro a través de la creación de imponentes estructuras comestibles o decorativas.
La serie apuesta por un coctel de humor negro, repostería y ambiente gótico invitando al espectador a adentrarse en el inquietante mundo de la reina de los pasteles hiperrealistas y espeluznantes.
Unas tareas que la protagonista desarrolla gracias a la ayuda de criaturas peculiares con las que convive como, por ejemplo, un gato momificado del antiguo egipto malgeniado, un hombre lobo ingenuo o un fantasma glamoroso –interpretado por la reina del burlesque moderno Dita Von Teese-.
De manera astuta e inteligente, la serie reinventa el programa culinario retomando los códigos del formato –variación de planos enfocados en los manjares- y, al mismo tiempo, creando una trama original que las criaturas -títeres creados por Henson Alternative, una división de la famosa Jim Henson Company (Los Muppets)- fortalecen con una buena dosis de humor sarcástico. Las intervenciones de estos curiosos compañeros terminan dándole un atractivo especial a la serie para que la frontera entre el show de cocina y la ficción se reduzca.

Huesos y güija de galletas, ojos de chocolate, cuernos de caramelos o dónuts de zarpas de lobo son algunos de los dulces confeccionados por Christine, cuya imaginación desbordante y pasión por lo extraño se reflejan en cada uno de los seis episodios que componen esta primera temporada.
Así, el ambiente gótico y la estética meticulosa, en ocasiones impregnados de una dimensión poética, parecen estar sacados de una película de Tim Burton o de La Parada de los Monstruos (1932) de Tod Browning, dos universos en los que los personajes marginados por la sociedad tienen cabida.
A pesar de su tono kitsch, la serie deja en evidencia un mensaje subyacente relacionado con las cuestiones de integridad y aceptación. El miedo a lo raro e inusual desparece. Las criaturas rechazadas por el mundo exterior abandonan sus complejos y Christine McConnell, anfitriona espeluznantemente creativa, se convierte en una figura maternal, dulce y tolerante.