Libros sorprendentes: Colección MIMB 1 en la BNE

Marcel Duchamp desbarató el arte hasta reiniciarlo desde cero, con sus ready-mades introdujo algo tan cotidiano como un urinario y lo elevó a la categoría de obra, incluso se atrevió a pintar bigote a la mismísima Gioconda, de manera que puso patas arriba muchos conceptos de las formas materiales que hasta el momento teníamos preconcebidas para una utilidad concreta. Gracias a creadores como él, hoy en día podemos admirar exposiciones sin asombrarnos por lo que allí hallemos como la que lleva a cabo la Biblioteca Nacional de España, titulada “Libros Sorprendentes: La colección MIMB 1 (Monumental Ideas In Miniatures Books)”, compuesta por más de 140 libros de artista en pequeño formato.

Desde siempre el arte ha raptado los temas de la literatura, pero el libro de artista va más allá y roba su soporte. Por tanto tan sólo comparte con uno convencional su forma física básica o estructura corpórea, pero resulta una entidad artística propia que nada tiene que ver con las letras. Tampoco exactamente con la pintura o la escultura, sino que es un compendio de todas ellas o arte total, una forma de expresión con unos parámetros nuevos e independientes que representan una idea o concepto. Como obra de arte nacieron en 1963 a manos del artista Edward Ruscha, quien realizó el primero bajo el título Twenty-six Gasoline Stations y posteriormente la pieza Every building on the Sunset Strip, de la que produjo 1000 ejemplares desplegables en formato acordeón. Así las encuadernaciones pasaron a ser un vehículo más, no sólo para la palabra escrita sino para una nueva forma de creación plástica.

La muestra de la BNE, que permanecerá hasta el 22 de septiembre, fue promovida y presentada en la SGCI Conference de Chicago por Hui-Chu Ying, donde las minúsculas medidas de 10x 13×2,5 supusieron todo un reto para los participantes. Algunos incluso llegaron a crear objetos por debajo de estas dimensiones. Desde 2009 ha recorrido numerosos países hasta llegar a la Sala de las Musas situada en el gran templo de los libros de la capital. En los mini books encontramos todo tipo de técnicas premeditadas o surgidas por azar: desde fotografía, grabado o pintura pasando por aguafuerte o bordados hasta los cuerpos tridimensionales y la superposición de planos. En su mayoría se trata de objetos de factura manual a pesar de haber muchos otros industriales. Esto también repercute en su carácter exclusivo, algunos son piezas únicas mientras que de otros encontramos numerosas tiradas.

Hay propuestas realmente divertidas como la de Kelly M. Nelson bautizada como Black not boiled (2008), cuya forma es la de una taza de té y sus hojas son bolsitas que muestran las diferentes horas y situaciones donde se acostumbra a beber. Luego hay otros trabajos más conceptuales como el de la argentina María Ester Constant, que consiste en una gasa de algodón enrollada, uno de los formatos más célebres durante la antigüedad, donde se esconde un pequeño prisma de metacrilato con una raíz en su interior. Ésta representa el concepto real, el origen o idea primigenia de toda creación. Sin duda una interesante y delicada colección que si no fuera apoyada por una serie de vídeos explicativos apenas se podría vislumbrar. La luz pobre y la disposición de las piezas en las urnas de cristal dificultan un tanto su disfrute. Aún así es una experiencia diferente a las habituales en los circuitos de los museos, que nos acerca más a la libre experimentación y la búsqueda de creatividad por medio de la descontextualización de la idea cerrada de libro que entendemos, desvirtuándola a través de su micromundo para trasladarnos hacia formas más abstractas de pensar. 

 

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