Un motivo clave: Una historia sencilla. Este es el título del último libro que la periodista y cronista argentina, Leila Guerriero, viene a presentar a España. Preparada para pasar una intensa semana entre charlas, entrevistas y coloquios, la cronista visita el aulario del Máster de Periodismo Cultural, para presentar ante los alumnos un camino lleno de esfuerzo, búsqueda, trabajo y literatura.
«Yo lo llamo periodismo narrativo», define la profesional a su propio estilo de trabajo. Es considerada pionera del Nuevo Periodismo en castellano y una de las mejores cronistas de América Latina. Leila conoce una historia, define siempre «qué contar» y se introduce en el riguroso estudio del tema. Analiza bien al personaje, llegando a incluir sobre diez encuentros, hace fotos para recordar detalles, contacta con familiares o allegados y configura un perfil. Un punto de vista. Después reflexiona algunos días y entonces arranca.
Arranca el comienzo de una historia que se va desarrollando sola gracias a su veracidad, al gran nivel de documentación y al toque impecable de una autora que «tiene que ser los ojos del lector», afirma. Desde una distancia muy delicada, la autora pone en contacto al lector con una historia exquisita en detalles, moldeados con la maestría de un estilo narrativo, cuyo efecto resulta de obligado embaucamiento desde la primera línea hasta el fin de la historia.
Después de la master class, a la autora le esperaba una apretada agenda de trabajo, en la cual se encontraba la presentación de su libro en la Casa de América. Allí los temas a tratar fueron las historias y el periodismo: su presente y su futuro. El modo en que ella lo vive: de forma optimista. Leila considera que la crónica es un proceso mucho más lento que la noticia pero igual de necesario, y que el periodista es la figura imprescindible para contar las historias a los ciudadanos.
Una historia sencilla
El libro trata sobre un bailarín. En principio iba a ser sobre el Festival de Malambo, en la ciudad de Laborde, un baile folklórico. Un baile tradicional que consiste «en hacer un zapateo muy fuerte sin que se mueva en absoluto la parte superior del cuerpo». Pero cuando Leila conoció a Rodolfo González Alcántara, consideró que su crónica debía ir más allá del festival.
