David Martín de los Santos estrena por fin su primer largometraje después de dirigir un total de cinco cortos y tres documentales desde el año 2004, algunos de ellos galardonados con varios premios. La vida era eso, que vio la luz a finales de 2020 pero ha llegado ahora a los cines, es una película intimista, sencilla pero rica, lenta pero no pesada, y protagonizada por dos actrices que se llevan 49 años y que muestran una química maravillosa entre ellas.
María (Petra Martínez) es una anciana de León que emigró hace muchos años a Bélgica, donde vive en un matrimonio anodino de 48 años con José (Ramón Barea). Cierto día es ingresada en un hospital de Bruselas a causa de un infarto, y allí conoce a Verónica (Anna Castillo), su compañera de habitación, que tan solo recuerda desmayarse en una tienda y despertar ya en la ambulancia. Se trata de una joven que, después de trabajar como temporera en Saint-Truden, acaba de llegar a la capital belga con el objetivo de dedicarse a la fotografía.
Verónica es lo que denominaríamos en la actualidad “un alma libre”, hablando continuamente de la vida y de sus experiencias, y no muy dispuesta a seguir a rajatabla las normas del hospital; María, en cambio, sería esa “vieja cascarrabias” que se queja por todo, guardando en este sentido cierta relación con su exitoso papel de Doña Fina en la serie La que se avecina. Pero poco a poco, fruto de la convivencia en la habitación del hospital y de ir conociéndose, surge una amistad entre ellas que alcanza su gran momento en el viaje que realizan a la tierra natal de Verónica, Almería, en busca de sus familiares.
Mayor de edad, joven de espíritu
Comienza entonces la transformación de María, quien, libre gracias a Verónica de esas ataduras a las que estaba resignada en su vida diaria en Bélgica, ve la oportunidad de disfrutar de muchas de las cosas extraordinarias que alguien de generaciones posteriores, como Verónica o cualquiera de nosotros, entiende como normales o ha experimentado alguna vez. El personaje que interpreta Petra Martínez se cree, podría ser el caso de “cualquier” señora mayor que se encuentra en su misma situación, abre los ojos y decide hacer un paréntesis en su vida.
Es más; tan explícitamente lo quiso transmitir David Martín de los Santos que, como ha explicado Petra Martínez en una entrevista a Vanity Fair, aunque le encantaba el guion de La vida era eso, al principio se mostró reticente a interpretar el papel porque “algunas secuencias corrían el riesgo de ser filmadas desde la rudeza, la zafiedad y la explicitud”. Toda esa idea la acompaña el director madrileño (criado precisamente en Almería) de un imaginario costumbrista y humano de la región en cuestión, con planos sencillos y cortos de objetos, personas y situaciones y paisajes de la zona.
Interpretaciones reales
Junto con la descrita al final del anterior párrafo, la otra clave de la película es esa simbiosis que consiguen crear Anna Castillo y Petra Martínez durante el metraje, gracias, precisamente, a la diferencia de edad física entre ambas, pero al final no tanto mental. La actriz barcelonesa de 28 años agudiza todavía más en el film su ya de por sí característica expresividad, que le han hecho ganar, entre otros, un Goya a mejor actriz revelación por El Olivo y un Feroz a mejor actriz de reparto de una serie por Arde Madrid; a este último, precisamente, está nominada por La vida era eso en la categoría de mejor actriz de reparto.
Y si Anna Castillo es candidata a un Feroz, Petra Martínez (77 años) sube la apuesta con su nominación a este mismo premio y al Goya como mejor actriz protagonista. A pesar de su amplia carrera en cine, televisión y, sobre todo, teatro, ha sido en los últimos años cuando ha llegado a su pico de fama gracias al papel de Doña Fina en la exitosa serie de televisión La que se avecina, a la que se incorporó en 2014. Sin embargo, precisamente por ese éxito de la serie, corría el riesgo de anclarse en su personaje (no muy exigente) y ser conocida entre el gran público únicamente por esa faceta. Con esta película, demuestra que tiene mucho más que ofrecer.
El resto del reparto, sencillo como la película, está formado por actores desconocidos para el gran público, pero que cumplen muy bien su función: gente de la calle, creíble, que podrías encontrarte en cualquier pueblo del sur. El rumano Florin Piersic Jr. como Luca, dueño del bar, y Daniel Morilla como Juan, exnovio de Verónica, son los que tienen mayor protagonismo.
Daniel Martín de los Santos obtiene un gran recibimiento de su ópera prima por parte de crítica especializada y público, y no en vano, como Petra Martínez, está nominado al Goya a mejor director novel. No es una película que vaya a quedar por siempre en la retina, pero sí un maravilloso canto al refrán de que nunca es tarde si la dicha es buena. Para lo que sea.