La eterna promesa de Sr. Chinarro

Sr. Chinarro Concierto

Sr. Chinarro Concierto

«Queríamos haber preparado un show porno, pero no empalmo en público. En público grande, quiero decir», comentaba con sorna Antonio Luque en un momento del concierto. Así de confiado se mostraba el sevillano ante el público, que se reunía la noche del jueves en la sala Ocho y medio para asistir a la presentación en la capital de Perspectiva Caballera, el último disco de Sr. Chinarro.

Un público situado en una horquilla de edad muy variada contemplaba con cierto estupor a Waldorf Histeria, grupo encargado de caldear el ambiente. Su estilo, enmarcado en el punk-pop más canónico, desentonaba con la lírica melódica de Sr. Chinarro. Pero había sido el propio Antonio Luque el encargado de seleccionar a la banda madrileña, demostrando una vez más que con veinte años de carrera a sus espaldas se puede permitir tomar sus propias decisiones.

Waldorf Histeria
Waldorf Histeria

Durante treinta minutos recorrieron los madrileños los temas de sus dos discos homónimos, el primero publicado en 2010 y el segundo este mismo año. Era fácil escuchar referencias a Ramones, Queers y en el panorama nacional, Nikis o Airbag. Píldoras de menos de tres minutos, de guitarrazos furiosos y letras ingeniosas como Vampiros adolescentes, que concluyeron con su particular versión del himno de los Ramones, The KKK took my baby away, traducida en esta ocasión por El Opus Dei se llevó a mi mujer. Oportunidad estupenda para que todos aquellos alejados del estilo descubrieran nuevas fronteras.

Con la sala ya a medio aforo aparecía Sr. Chinarro en el escenario. Antonio Luque se rodeaba de la banda de la que se ha valido para grabar varios discos de su carrera, entre ellos el último: Jordi Gil a la guitarra, Javier Vega al bajo y Pablo Cabra a la batería. Seguro y confiado, como quien sale a tocar frente a sus amigos en una fiesta, el músico charlaba con el público de las primeras filas mientras el resto de componentes se ajustaba los instrumentos. Pero poco tiempo habría para charlas; una vez todo listo comenzaría el concierto con Esplendor en la hierba. Silencio sepulcral que sólo se rompió una vez finalizó el primer tema, con una larga ovación.

Continuaba el concierto con Estrenos T.V., donde se demostraba que la base rítmica ejercería de esqueleto central de todos los temas y que, gracias a las enormes habilidades de Jordi Gil con la guitarra, haría que no se echasen de menos los arreglos de cuerda tan presentes en algunos temas de Sr. Chinarro. Mientras tanto, el público coreaba casi en silencio cada verso, como si lo estuvieran cantando a un destinatario invisible que en su día fue objeto de todos los mensajes ocultos en las letras del sevillano.

Tocaba presentar los temas de Perspectiva Caballera, y sería Viaje Astral el primer elegido. Cada tema daba pie a una broma, y con cada broma, repletas siempre de ironía, demostraba Antonio Luque lo cómodo que se sentía en el escenario. Alusiones a Monago, Podemos, los grupos de whatsapp o la ausencia de sus discos en la Fnac empatizaban con un público que no cesaba de pedir las canciones menos conocidas en cuanto un momento de silencio se lo permitía. Para ellos también tenía su sarcástica respuesta: «Voy a hablar con Spotify para que borre todas esas canciones», «Nunca debí dejar de tocar esas canciones porque ahora no las pediríais».

Sr. Chinarro
Antonio Luque, poeta moderno

En efecto, el protagonista de la noche era el disco que ha publicado bajo su propio sello, y así se fueron sucediendo casi todos los cortes: Famélicos famosos, Mudas y escamas, Ácido fórmico, El sapo, Nod, Droguerías y farmacias y La canción de amor de turno. Ausencia para El gato de S., cuya letra sobre el Madrid de Ana Botella hacía que se esperase con atención.

También hubo tiempo para clásicos como San Borondón, la escondida 25w de una idea, Dos besugos, Del montón -que llevó a bailar a más de uno- y las más celebradas, El rayo verde, El lejano oeste, El alfabeto morse y Una llamada a la acción, cuyo estribillo, «habrá que hacer el amor», se elevaba como un mandamiento nuevo.

Llegaba el bis, y con él, Babieca y Los ángeles. La primera, versionada recientemente por el canadiense Destroyer, permitía a las guitarras cabalgar de manera exquisita en uno de los pocos momentos puramente musicales que aparecen de vez en cuando en las canciones de Chinarro. La segunda, alejada del tono de susurro habitual con el que aparece en Ronroneando, ponía punto final al concierto.

Hora y media después del primer chiste se apagaban las luces y el Ocho y medio quedaba en silencio, mientras la gente se ponía de nuevo los abrigos. En sus cabezas, la conclusión de que Sr. Chinarro sigue manteniendo el estatus de gran compositor y letrista del pop español, y las palabras que hacía unos minutos había pronunciado: «yo aún sigo siendo la eterna promesa». Ojalá todas las eternas promesas fueran como él.

Roberto Juanes

Antiguo biotecnólogo reconvertido a aspirante de periodista cultural por mi afición a la música. Discos, conciertos y fixies ocupan todo mi tiempo.

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