‘La crónica francesa’, más Wes Anderson que nunca

Timothée Chalamet y Lyna Khoudri en La crónica francesa

He de reconocer que me dirigía al cine con la idea de que iba a presenciar el mejor trabajo de Wes Anderson hasta la fecha. Habían pasado cuatro años desde Isla de Perros, su último proyecto, y La crónica francesa se postulaba para ser la gran obra del director americano. La sensación final, en cambio, resultó un sabor un tanto agridulce para lo que esperaba. La impresión de que faltaba algo, o más bien sobraba.

Presentada en el último certamen del Festival de Cannes, tras haber sido pospuesto su estreno casi dos años debido a la pandemia, La crónica francesa se define como el arquetipo de Wes Anderson. Una comedia un tanto excéntrica, como todo lo que hace el texano, que se convierte en una oda al periodismo tradicional y concretamente a The New Yorker, la mítica publicación fundada en 1925.

Su argumento es un viaje al interior de una redacción, la de La crónica francesa, en Ennui-sur-Blasé, un ficticio pueblo francés. El director del periódico, Howitzer (Bill Murray), se presenta como el hilo conductor de todos las historias que se desarrollan en la redacción y que se suceden como las divisiones típicas de un diario tradicional. Sección a sección, los extravagantes periodistas narran sus relatos como si nos encontráramos entre las páginas de un periódico: un reportaje de viajes de la mano de Owen Wilson y su bicicleta; la historia de un pintor homicida a través de los ojos de Tilda Swinton; la crónica de Frances McDormand sobre un estudiante revolucionario (en clara referencia al Mayo del 68) y el relato de Jeffrey Wright, en el que lo gastronómico y lo policial se mezclan.

¿Lo malo? No es el mejor desempeño de Anderson como guionista. En ocasiones los diálogos son excesivamente enrevesados y pomposos. Pasan tantas cosas en cada plano que a veces es difícil concentrarse en la trama.

¿Lo bueno? Los aspectos estéticos y técnicos de la película son impecables. Desde la composición de los planos hasta la paleta cromática y el uso del blanco y negro. El empleo de la música, tan característico del cine andersiano, es otra pieza fundamental. Obra del oscarizado Alexandre Desplat, la música se convierte en un personaje más, que usa para reforzar el carácter emotivo de cada una de las escenas. Además, añade técnicas que no había utilizado anteriormente, como la animación en 2D, hecho como homenaje a los cómics y la ilustració franco-belga con Tintín como referencia.

Lyna Khoudri y Timothée Chalamet en La crónica francesa

A todo esto hay que sumarle un plantel lleno de estrellas, algunos de ellos actores recurrentes en la filmografía de Anderson: Bill Murray, Adrien Brody, Owen Wilson, Jason Schwartzman, Frances McDormand, Benicio del Toro, Tilda Swinton, Lea Seydoux, Jeffrey Wright, Timothée Chalamet… de hecho, el cineasta americano ha alcanzado tal estatus que puede permitirse el lujo de utilizar a renombrados actores como Edward Norton, Elisabeth Moss, Saoirse Ronan o William Dafoe para simples papeles menores.

Con este nuevo film, Anderson consigue reafirmarse como una de las voces más singulares y reconocibles de Hollywood. Desde su primer trabajo, el corto Bottle Rocket, el americano ha recibido los elogios de figuras consagradas como Martin Scorsese, quien aseguró que el estilo y talento de Wes Anderson le habían sorprendido notablemente. A partir de entonces, la filmografía del director (Los Tenembaums, Rushmore, El Gran Hotel Budapest, Moonrise Kingdom…) le ha alzado como uno de los grandes nombres del cine de autor de la actualidad.

En definitiva, si La crónica francesa no es narrativamente la mejor de las propuestas de Anderson, estéticamente es casi una obra maestra que hará que sus admiradores más fieles, quien escribe esto una de ellos, se sientan tan embelesados como con sus anteriores películas.

África Villegas

Periodista y comunicadora por la Universidad CEU San Pablo. Cinéfila, amante de la lectura y la historia.

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