Emoción sobre blanco, «La clemenza di Tito» en el Teatro Real

Imagen de la representación de La clemenza di Tito en el Teatro Real

Es el ejemplo de una inspirada narración moderna del siglo XVIII sobre la grandeza de la clemencia por parte de los gobernantes. Una grandeza que se refleja en el espacio blanco de la escena en el que los personajes son desmenuzados hasta el más pequeño detalle“. Esto decía Gerard Mortier, antiguo director artístico del Teatro Real y fallecido en 2014, de La clemenza di Tito.

La obra, que ya en 2012 supuso un gran éxito para el Teatro Real con la puesta en escena de los Herrmann, ha vuelto a estar en el programa durante este noviembre.

Monica Bacelli, mezzosoprano, y Jeremy Ovenden, tenor, como Sesto y Tito. Fotografía de Javier del Real (Teatro Real).
Monica Bacelli, mezzosoprano, y Jeremy Ovenden, tenor, como Sesto y Tito. Fotografía de Javier del Real (Teatro Real).

Encargada para la coronación de Leopoldo II de Habsburgo como rey de Bohemia, el músico la compuso en sólo seis semanas. Quizá es por eso por lo que se echa de menos un poco más de orquesta y coros, ya que abundan los recitativos secco, aunque eso no les quita brillantez. Al fin y al cabo, es una obra de Mozart pero que, flanqueada por el Requiem y La flauta mágica, queda un tanto descolgada en la producción del músico.

El carácter propagandístico y proselitista de la obra es evidente, se trata de un ejercicio de exaltación de los valores positivos de un monarca que, contra viento, marea y poniendo su vida en juego, decide perdonar a los pérfidos traidores que él pensaba sus amigos. Tito, cuya clemencia de buen gobernante da título a esta ópera, está a punto de ser asesinado por su gran amado Sesto que, realmente, no quiere hacerlo, pero se ve obligado a ello por Vitellia, la verdadera villana de la historia.

Celos, mentiras, chantajes, ataques de histeria, de amor y de soledad se dan encuentro en una sala completamente blanca, con escasos o nulos cambios de escenario, que potencia a los personajes como únicos protagonistas de la escena, tanto es así que incluso el coro aparece normalmente escondido o mimetizado con el decorado. Sin embargo la potencia de voz de los cantantes suple por completo las carencias musicales que haya en otros aspectos. A Tito lo interpretan los tenores Jeremy Ovenden y Bernard Richter; a Vitellia las sopranos Karina Gauvin y Yolanda Auyanet y a Sesto las mezzosopranos Monica Vacelli y Maite Veaumont.

Karina Gauvin, soprano, y Monica Bacelli, mezzosoprano, como Vitellia y Sesto. Fotografía de Javier del Real (Teatro Real).
Karina Gauvin, soprano, y Monica Bacelli, mezzosoprano, como Vitellia y Sesto. Fotografía de Javier del Real (Teatro Real).

Dirigida por Ursel y Karl-Ernst Herrmann, el Teatro Real, que se encuentra celebrando su bicentenario, pretende con esta obra homenajear a Gerard Mortier, trayéndonos a escena una de las más controvertidas composiciones de Mozart, de la que él estaba especialmente enamorado.

Esta ópera, que años después de su estreno se ganó gran popularidad entre los teatros europeos, sufrió el desprecio del romanticismo por su argumento carente de crítica y por su escasa monumentalidad plástica. Además, la rapidez y el carácter de obligatoriedad con la que tuvo que ser compuesta, sobre todo movido por los apuros económicos que vivía Mozart en sus últimos años de vida, hicieron que cayera en el olvido paulatinamente.

Sin embargo, aunque sigue pareciendo un tanto extraña, el Teatro Real nos muestra que La clemenza di Tito se ha recuperado y lo ha hecho por todo lo alto, enseñándonos que Mozart era un genio hasta cuando todo estaba en su contra.

 

 

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Rocío Goitia Herraiz

Malacitana, cinéfila, lectora y deslumbrada por todo lo artístico. Cuando digo que soy historiadora del arte, en el momento inmediato a las miradas de compasión, me preguntan si dibujo bien. Siempre contesto que se me dan estupendamente las casitas y los soles en la esquina del folio. Mi inutilidad con el lápiz es lo que me llevó a estudiar a los grandes maestros. Ahora es el turno del periodismo, a ver si aprendo a compartir esa fascinación con los demás y, quien sabe, si a contagiarla.

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