La belleza de lo esencial

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Parece que, paradójicamente, conforme aumentan las vías de información crece el escepticismo. A golpe de índice se nos abren millones de páginas repletas de noticias, datos y análisis. Nunca habíamos dispuesto de tal despliegue de medios de información y, sin embargo, vivimos en un mundo que oscila continuamente entre el conformismo y la paranoia, el orgullo y la vergüenza, el miedo más absoluto y la confianza más absurda.

 

 Que sea el CUENTO medicina contra los cuentos cotidianos que se cuelan en nuestra casa por la televisión, los periódicos, la pantalla del ordenador e incluso la ventana si la abres –aunque sólo sea un poquito- a las 12 del mediodía –hora en la que las cotorras se reúnen en el patio interior de los edificios-. Redescubramos el CUENTO con mayúsculas, usemos el gran género de pequeña dimensión. Corto si nos referimos al número de páginas que ocupa, pero en absoluto respecto a su profundidad. No son la respuesta a la necesidad literaria de un escritor perezoso, ni novelas concentradas o inacabadas. Tampoco -¿o también?- fábulas para niños.

Los CUENTOS pueden despertar en nosotros lo que novelas de cientos de páginas no lograrían jamás. El cuento es simple y complicado, reflejo de una cultura concreta pero también de las inquietudes, miedos y aspiraciones humanas más universales, germen de un imaginario común y, aunque irreal, sincero y honesto.

El CUENTO debe ser concisión, búsqueda de la esencia. Italo Calvino, uno de los maestros italianos del género, encierra este consejo, aplicable a casi todo, en una frase:
“El arte de escribir historias está en saber sacar de lo poco que se ha comprendido de la vida todo lo demás; pero acabada la página se reanuda la vida y uno se da cuenta de que lo que sabía es muy poco”.

Lo simple pocas veces es fácil. Llevar bien a cabo esta tarea es un ejercicio constante de observación, de análisis e interpretación:   hacer que todos los detalles del CUENTO posean un significado sin perder por ello la sencillez. Esta  inusual capacidad convirtió CUENTOS antiguos en mitos, sabiduría encriptada en relatos fantásticos.

Incluso las palabras necesitan sentir que su vida tiene un sentido y el CUENTO, infravalorado pero indestructible, rasca en la superficie de las infinitas realidades, urga pacientemente con sus dedos afilados y nos lanza lo que le queda entre las uñas en toda la frente, donde –aunque no con los ojos- es imposible no verlo.

Para aquellos que quieran redescubrir el mundo de los CUENTOS y encontrarse como adultos con esos paisajes que nos hicieron soñar de niños, la colección Érase una vez… Biblioteca de cuentos maravillosos, de la editorial José J. de Olañeta, ofrece un viaje increíble que, como una telaraña entrelazada, nos acerca a la esencia de las diferentes culturas de mundo y a nosotros mismos.

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