Retratos de corte psicológico en los que la realidad se mezcla con el flujo de pensamiento durante el proceso creativo, una firma que recuerda a la de Alberto Durero y tonos amarillos que arrojan luz a unos dibujos en los que antes solo había espacio para el negro, el blanco y los distintos tonos de gris. Así es la obra de Fernando Barrios Benavides (Madrid, 1990), arista plástico, ilustrador y diseñador industrial.
Ha realizado exposiciones tanto individuales como colectivas y, actualmente, puede verse su trabajo junto el de otros artistas en la exposición MAD EN LÍNEA, organizada por la galería de Chueca Mad is Mad, que podrá visitarse hasta el próximo 11 de mayo.
Hemos tenido la suerte de visitar su estudio, en el que casi todas las superficies que se encuentran a la vista están llenas de dibujos, cuadros y esculturas, en una perfecta muestra del camino que el artista está tomando, y de todas las etapas ya recorridas de su andadura, en las que encontró un estilo muy personal y una voz sumamente propia. Hoy charlamos con él de todo ello, de su proceso creativo, de los proyectos que tiene para el futuro y de algunas reflexiones sobre el arte y el hecho de dedicarse a él.
Cultura joven: En primer lugar, quería preguntarle por los inicios de su carrera artística.
Fernando Barrios: Yo empecé a dibujar en 2012. Era algo que siempre me había gustado, y por primera vez tuve tiempo de dedicarme a ello, no porque yo quisiera, en realidad, sino porque se juntaron muchas cosas. No encontraba trabajo, era un verano en el que todos mis amigos se habían ido y yo no tenía planes, y cogí el hábito diario de dibujar durante muchísimas horas, estuve muy centrado en eso. Al final de ese verano vi que había mejorado mucho y que había desarrollado cosas que me interesaban de verdad como para tomarlas de una forma más seria.
Gracias a ello me planteé la posibilidad de buscar trabajo como ilustrador, porque yo había estudiado diseño industrial, que es una profesión creativa, pero en ese momento me parecía más factible para mi situación dibujar en casa. Al fin y al cabo, solo necesitaba un papel, un lápiz y ya está. Además, con ello sentía que no realizaba un trabajo completo, pues tenía que diseñar productos que luego construirían otros.
C.J: ¿Y le costó adquirir una rutina para ello?
F.B: No, surgió de una manera natural, porque trabajar en mis obras era lo que quería hacer siempre. Durante ese verano siempre me apetecía dibujar, y desde entonces siempre me ha apetecido.
Es verdad que ahora que es una ocupación más seria hay momentos en los que no me resulta agradable. Me pasa cuando no sé por dónde empezar y tardo mucho en arrancar. A lo mejor pienso «estaría más cómodo dando un paseo, viendo la televisión o teniendo ocio», pero no me permito hacer eso. Tengo una rutina muy clara y no hay otra cosa más.
C.J: En sus obras se ve que tiene un estilo muy personal, muy suyo. ¿Cómo fue el proceso de encontrarlo?
F.B: Es una inversión de tiempo y trabajo, sobre todo, pero no es que me resultase muy antinatural. No dije «tengo que ir a por algo concreto, que tenga todos estos elementos», sino que a base de ir repitiendo una y otra vez lo mismo fui encontrando características que sí reconocía como mías. Ahora forman parte de ese lenguaje que yo digo que es mío, aunque es verdad que tendrá referencias de muchas otras cosas que he visto y que he leído. Sin embargo las he transformado, las he pasado por mi filtro.
C.J: El color amarillo predomina en su obra, ¿qué significa para usted?
F.B: Durante mucho tiempo solo utilicé el color negro de tinta china, o gris del grafito. El volumen o el equilibrio en la composición lo conseguía sobre todo a partir de la trama o de añadir detalles, pero siempre con el mismo material y tono. Además, sigo usando pocos colores porque nunca me he sentido demasiado cómodo, ya que soy daltónico. Para mí ahora no es un impedimento, pero cuando era un niño sí porque era un problema en mi entorno.
En clase de plástica o en cualquier manualidad del colegio utilizaba colores que no eran los adecuados. Nadie invertía su tiempo y su esfuerzo en averiguar por qué yo no utilizaba los colores correctos, entonces para mí era casi algo que ocultar, por lo que sentir vergüenza. Pero, una vez eso ya me dio igual empecé a utilizar colores. El primero fue el amarillo porque para mí era la manera de iluminar esos dibujos grises o negros. Me recuerda a las flores en primavera, al sol… a la vida. Además me da mucha energía, me parece un color muy alegre, aunque también me han dicho que se relaciona con la marginalidad.
Al principio, cuando fui añadiendo color a los dibujos, el amarillo era parte del fondo o el relleno de algunas formas. Luego acabé utilizándolo de forma recurrente, como algo natural en mi propio lenguaje. Cuando fui consciente de que no solo me gustaba, sino que sabía manejarlo, lo exploté de forma un poco más consciente.
También es verdad que los colores que siempre me ha costado identificar han sido los azules, morados… y el amarillo es un color que siempre identifico.
C.J: También quería preguntarle sobre los trabajos que ha hecho a partir de dibujos que realizó de niño.
F.B: El verano pasado encontré en casa de mi madre una carpeta de dibujos de cuando tenía cuatro años. Son los únicos dibujos que conservo de cuando era pequeño. Vi que tenían muchos elementos que me resultan interesantes a día de hoy. Había algunos motivos que repetía de forma compulsiva, y vi la conexión con mi trabajo actual, en el que me ocurre lo mismo. Me pareció que había una frescura en esos dibujos que ahora a veces no consigo y pensé que sería muy bueno para mí recuperar esas formas que surgieron a veces de no saber manipular un rotulador o de dibujar sin pensar. Creo que si intentas forzarte de adulto para dibujar como un niño no sale.
Empecé a alterar esas formas con los materiales y colores que utilizo ahora, dando una nueva vida o una nueva evolución a esas formas. Es algo en lo que sigo, tengo muchos dibujos aún que quiero que formen parte de mis nuevos proyectos.
C.J: Hablando ahora de sus esculturas, a simple vista parecen muy distintas a sus dibujos y pinturas. Por ello, querría saber si con ellas quiere contar cosas distintas, y si se enfrenta a la escultura de forma diferente.
F.B: La forma en la que trabajo es totalmente distinta. Creo que me exige mucha menos atención la escultura porque es algo más placentero. Lo hago menos, pero me resulta muy agradable estar en casa, tener arcilla en las manos y estar viendo la tele o escuchando música. El trabajo fluye de una forma más natural, no tengo que estar juzgando cada paso.
Lo que hago con arcilla son también retratos, y empiezo siempre por la nariz. En parte es porque es una forma de agarrar las esculturas, y a partir de ahí voy trabajando el resto.
A pesar de que al principio parezca que no están muy relacionadas con mis dibujos y cuadros, al final todos son retratos. Ninguno de ellos se basa en nada de forma directa, sino que tienen un origen en algún recuerdo de alguien que ya he dibujado, y que luego ha ido evolucionando, alejándose del modelo original y convirtiéndose en lo que es ahora. Es arte figurativo, aunque no realista.
También es cierto que la escultura la he desarrollado menos, lo tengo pendiente.
C.J: Relacionado con eso último ¿tiene proyectos que estén siempre pendientes y aún no parezca llegarles el momento de materializarse?
F.B: Claro. Hay muchos días de trabajo que a lo mejor pienso qué es lo que debo hacer, compro los materiales y lo preparo todo. Sin embargo, al día siguiente tengo la necesidad de hacer otra cosa y no puedo abandonarla. Siento que es el momento, y si no hago lo que me pide el cuerpo en cada momento pienso que eso se va a perder, y que estoy traicionando la forma natural de trabajar que he tenido siempre: sin nada premeditado, simplemente poniéndome a ello y pensando que va a salir algo de ahí. No quiero que mi trabajo esté condicionado por expectativas de un resultado concreto. Creo que eso perjudicaría el resultado.
Con la escultura me pasa, tengo muchas ideas en la cabeza sobre por dónde empezar, pero se quedan ahí. En el estudio tengo una planera con cajones en los que guardo proyectos en proceso. Yo no sé a dónde va eso ni cuándo lo voy a retomar, pero necesito que esté ahí. Así, algún día podré abrir el cajón, coger algo y decir «ha llegado el momento». Intento no desprenderme de nada, y también pensar que eso no está acabado, porque creo que ningún proyecto acaba.
C.J: ¿Y puede hablarnos de alguno de los proyectos que tiene a medias?
F.B: El proyecto con el que estoy ahora está sobre todo relacionado con la pintura. Busco desarrollarla en formatos más grandes y con materiales que no controlo, pero que creo que aportan algo nuevo a mi lenguaje. Estoy intentando experimentar con elementos que no son los típicos de las Bellas Artes: cementos, yeso, pinturas industriales… Esto aporta cosas inesperadas que ahora me apetece descubrir.
Estoy muy acostumbrado a trabajar en formatos pequeños, y creo que la forma de trabajar es totalmente distinta al cambiar el tamaño, y también lo que sale de ahí. Llevar algo simplemente de grande a pequeño o de pequeño a grande no funciona, cada cosa tiene su escala y hay que respetarlo.
Por otro lado, estoy trabajando con collage. En realidad es algo que siempre me ha dado un poco de pereza. Ni siquiera me atrae demasiado el de otros artistas, pero de repente me ha parecido que tiene muchas posibilidades que quiero explorar.
C.J: ¿Cómo le gustaría que se enfrentase una persona a una de sus obras?
F.B: Es muy recurrente y normal que las personas te pidan que expliques tus obras, y no pasa nada. En las preguntas «¿qué significa?», «¿qué quiere decir esto para ti?» hay mucho interés por saber acerca de la obra y el artista, pero a mí me resulta extraño, y creo que no siempre contesto lo mismo.
Yo cuando veo piezas de otro artista también siento la necesidad de conocer por qué hace lo que hace. No obstante, creo que a lo mejor debo sacar mi propia conclusión, o que al menos al principio debo observar y luego ya preguntarle. Probablemente no estaremos de acuerdo, pero la explicación que encuentre yo es tan válida como la que me va a dar él. Con mis obras me pasa lo mismo.
Hay quienes de repente en mi trabajo ven cosas que yo no había visto, y a lo mejor su versión es más interesante que la mía. En cualquier caso, nunca voy a negar lo que una persona está interpretando. Me parece que eso es mejor que escribir qué hay que ver, en qué hay que fijarse y qué conclusiones hay que sacar.
A veces puedo decir «pues mira, yo en el momento de crear esta obra estaba pensando en tal cosa». Lo que pasa es que hay veces en las que no sé qué estaba pensando. Lo que hago son retratos psicológicos, pero a lo mejor me baso en una sensación muy fugaz durante el trabajo. Ni siquiera es algo que vaya a recordar después. Creo que todos somos sensibles a lo que vivimos en cada momento, aunque sea algo sin ninguna importancia.
Recuerdo una vez que estaba viendo un documental de los dibujantes de Los Pitufos. Me sorprendió mucho que para dibujar, por ejemplo, al Pitufo sorprendido, ellos mismos ponían cara sorprendida. Después imaginaban cómo era su expresión en ese momento y la plasmaban en el personaje. Yo creo que de alguna manera hago eso. Si, por ejemplo, estoy trabajando y escuchando una canción que me gusta, sonrío y eso va a estar en lo que yo dibujo. La imagen mental de mi cara sonriendo.
Pero claro, yo cinco minutos después no me voy a acordar de que he sonreído durante un segundo. Aun así, la sensación está ahí, en el retrato. Por eso, si alguien tres años después me pregunta «¿qué significa esto?» a veces hablo de cómo es el proceso creativo, de cómo trabajo, y así se puede llegar a entender. Creo que dar una explicación totalmente detallada no sería honesto.
C.J: ¿Qué cosas le inspiran para crear?
F.B: Me dan muchas ganas de pintar cuando veo una exposición que me gusta. Salgo y digo «me apetece trabajar». Pero en mi día a día, en el que voy de casa al estudio y del estudio a casa y no tengo demasiada conexión con el mundo exterior, lo que más me inspira es la música. Es lo que tengo presente siempre. La música está hecha para que podamos empatizar con lo que nos está contando.
C.J: Para terminar, ¿qué consejo le daría a un artista que esté empezando?
F.B: El consejo que puedo dar es el que me he aplicado a mí mismo: Que cree independientemente de cómo funciona el mundo exterior. De si recibe apoyo o no. Muchas veces pensamos que el camino seguro es hacer algo que sabemos que funciona, que es tendencia. Eso a corto plazo está bien, pero creo que no aporta nada al desarrollo de un artista a largo o medio plazo.
A quien esté empezando le diría que, aunque sea difícil, intente ser lo más libre posible. Si tiene una obsesión o un gusto concreto por una forma de desarrollar su arte que intente buscar su propio lenguaje ahí. Es verdad que al principio hay muchas cosas que nos influyen, dices «quiero parecerme a…», también se puede ir por ahí, pero no por creer que va a gustar más a los demás. De hecho, no debería pensar en que está haciendo eso para nadie más. Que trabaje para sí mismo.