En plena promoción de El árbol de la sangre, su último trabajo como director que llegará a las pantallas el 31 de octubre, Julio Médem (1958) ocupa un hueco de su apretada agenda en charlar con Cultura Joven, hacer un repaso de su filmografía y hablar sobre su última película, protagonizada por Úrsula Corberó y Álvaro Cervantes.
Cultura Joven: En sus obras, y en esta película también, utiliza actores que tienen dotes de canto, como Najwa o Asier Etxeandia. ¿Por qué esta necesidad como persona y como artista de que su cine tenga tanta musicalidad?
Julio Médem: El personaje de Nawja ha sido el único que he escrito para una actriz en concreto en esta película. Ya me inspiraba ella y ya creé un personaje que cantaba y que luego tiene este problema con su esquizofrenia. Por otro lado, no creo que haya mucha musicalidad en mis películas, más allá de en Ma Ma puesto que me parecía muy interesante que, como película que significaba un canto a la vida, hubiese un personaje, en este caso el ginecólogo, que le cantara.
CJ: La película es meterse en un laberinto de pasiones. Hay un momento dado en el que, conforme va avanzando, es difícil encontrar la salida. En este proceso, donde hay muchos personajes que son piezas en las que cada una tiene su cosa, me gustaría saber qué supone esto a nivel emocional
J.M: A mí me gusta definir esta película como una historia de amor en forma de árbol, en la que está dentro un árbol con sus ramas y sus muchas vidas. En la película existe la necesidad por parte de una pareja de jóvenes de 25 años de encontrarse el uno al otro enfrente y se juntan en el País Vasco para contar sus 25 años de vida desde que fueron concebidos. Lo más complicado fue darle medida en el guion a la gran cantidad de ramas ya que, aunque haya solo 14 personajes, 7 de ellos son muy importantes.
CJ: Este trabajo se aleja un poco de sus últimas obras para acercarse al universo de Vacas, uno de sus primeros largometrajes. ¿Por qué ha tenido esta necesidad de volver a empezar?
J.M: Es como una paradoja porque, por un lado, en todas mis películas me intento alejar siempre de las anteriores. En este caso, lo que más me provocaba como reto era que fuera tan coral, ya que pueden caber en El árbol de la sangre tres o cuatro películas mías. Por el hecho de que esté contada por sus dos protagonistas, ha ocurrido que se pueden percibir muchas cosas de mi cine anterior. No quiere decir que vaya a continuar por aquí, pero en esta ha ocurrido eso, y yo era consciente mientras estaba rodando.
CJ: En una entrevista en La 2 dijo hace unos años que los personajes femeninos de sus películas respondían a la mirada que tenía de la mujer, y que el hombre era una parte de sí mismo. ¿Se mantiene esto en El árbol de la sangre?
J.M: Yo he cambiado mucho desde entonces. Me acuerdo de que con La línea roja hice una metáfora sobre la mujer en clave de comedia de misterio y sí es verdad que al personaje masculino lo sentía dentro. Lo que ha ocurrido después es que me he tenido que poner en el personaje de una mujer y construir el personaje desde mi lado femenino y lo he desarrollado muchísimo, como se puede ver en Lucía y el sexo, Caótica Ana o Habitación en Roma. Sí que me gustaría que los hombres, también las mujeres, nos buscáramos más a nosotros.
CJ: Es cierto, en cambio, que el personaje de la protagonista es mucho más sexual que el resto de personajes, ya que la vemos mucho más desnuda, mucho más expuesta…
J.M: Ella tiene, además, la historia más oscura, pero su desnudo es un desnudo con el que ella está recordando todo lo que ese personaje la amaba, le erotizaba, le gustaba, y esa es su verdad. Es un desnudo necesario que tiene que ver con lo que siente ella por él.
CJ: Dice que ha cambiado mucho desde entonces hasta ahora pero, ¿en qué más siente que ha cambiado o mejorado como director?
J.M: Yo rodando vivo un momento mágico, ya que tengo la historia previsualizada. Siempre estoy en un estado de búsqueda, soy como un niño pequeño que tiene que ir descubriendo y procurando que las cosas salgan mejor. Además, he podido rodar esta película en siete semanas. Hace unos años no hubiera podido. Es muy poco tiempo, ya que cada vez tenemos menos tiempo porque cada vez se le dedica menos al cine.
CJ: ¿Antes de empezar a escribir piensa en temas universales como el amor, la familia o la memoria, o estos temas van surgiendo a medida que va escribiendo la historia?
J.M: Es mucho más tarde cuando miro e intento entender de qué estoy hablando. Yo me dejo llevar por un instinto que es muy inconsciente. Ejercito y tiro mucho del inconsciente. Yo veo muy fácilmente el final y veo la línea, pero no hay nada predeterminado.