Escritor, investigador y homo quaerens. Optimista antropológico, de conocimiento insaciable y con un innato espíritu crítico. Javier Sierra, escritor turolense galardonado con el Premio Planeta y de las Letras Aragonesas, ha publicado más de una docena de libros –muchos de ellos traducidos hasta en 40 idiomas–, colabora habitualmente en programas de televisión como Cuarto Milenio y también se le puede escuchar en distintos espacios radiofónicos. Con el fin de encontrar las respuestas a las grandes preguntas, toda su obra busca servir de puente al lector para cruzar a otros mundos. Nosotros nos adentramos en el suyo.
Cultura Joven: Un año más has conseguido llenar la conferencia del Grupo Hepta en tu sesión varias horas antes del evento. ¿Cómo es de gratificante ver que tanta gente quiere escucharte?
Javier Sierra: Es muy bonito, porque habla de tu capacidad de convocatoria, pero a la vez doloroso, porque se queda mucha gente fuera. La clave está en la constancia. Yo llevo trabajando en este tipo de cosas desde que tenía 12 años y empecé en la radio. Creo que es un mérito acumulativo, el estar tanto tiempo siguiendo cierto tipo de informaciones y manteniendo una trayectoria, hace que cuando llegues a una edad como la mía, que yo ya he pasado el medio siglo, tengas esto que en la lengua española está muy bien definido con una palabra: reputación. Creo que es muy importante, y en un comunicador es lo más importante, más que el medio para el que trabajas o cualquier otra cosa, la reputación es la clave. Pero la reputación no es solamente un mérito, también es una responsabilidad, porque te hace trabajar a un nivel de exigencia que es cada vez mayor.
CJ: Todas tus obras tratan, de un modo u otro, temas trascendentales que buscan la otra cara de la historia. ¿Qué es lo que ha provocado que te interese siempre ese otro punto de vista?
JS: Hay algo de rebeldía en esa mirada. Cuando he estudiado historia he visto que, desde finales del siglo XIX hasta hoy, la teoría histórica se ha convertido en algo muy materialista. Todo lo ve desde el punto de vista de la influencia de la economía, y eso es lo que genera, de alguna manera, las situaciones que estamos viviendo. Y no es verdad. Eso deja fuera las motivaciones profundas que han tenido los pueblos para hacer ciertas cosas que tienen que ver con su sistema de creencias, con sus pasiones, con cosas que son invisibles, pero son igualmente influyentes en la toma de decisiones. Y yo siempre me he querido centrar en eso, en el motor invisible de la sociedad, y ahí está todo lo que a mí realmente me fascina. Por ejemplo, hablar de cómo el espiritismo influyó en la abolición de la esclavitud en tiempos de Abraham Lincoln.
CJ: ¿Qué ocurrió entonces?
JS: Abraham Lincoln y su mujer iban todas las semanas a una sesión de espiritismo con una medium, y esa medium fue la que recibió un mensaje que le hizo pensar a Abraham Lincoln que tenía que acabar con el sistema de esclavitud de los Estados Unidos. Ese espíritu, o lo que quiera que fuese que se comunicase a través de aquella medium, lo que inclinó la balanza, aunque luego, evidentemente, la decisión fue de Lincoln. Eso no me lo explican en la historia. Además, en el Museo de Historia de Chicago hay una reliquia que son trozos del cabello de Abraham Lincoln sacados del entorno de la bala que lo mató. Fue aquella medium la que, con Abraham Lincoln en la morgue, le pidió a su mujer que le llevara trozos de cabello para poder comunicarse con él. Eso genera esa parte de la historia que es invisible, pero que me parece fascinante porque explica muchas cosas.
CJ: ¿Cómo denominas esta parte de la historia?
JS: Yo a esto le puse un nombre hace unos años que me parece que es una etiqueta que define bien lo que quiero hacer, que es “ocultura”. Es decir, la cultura de lo que está oculto. No porque esté oculto, no porque no sea mainstream o porque no aparezca en los titulares de la prensa todos los días deja de ser cultura, al contrario. La cultura siempre se construye a partir de semillas plantadas profundas en la psique humana, y esta es una de esas semillas.
CJ: ¿Por qué crees que no se da importancia a esta otra parte de la historia?
JS: Eso tiene una explicación que entra dentro del rango de lo psicológico. Nuestra especie, y la sociedad en particular, funciona siempre por ideas dogmáticas. Hay dogmas que imperan en cada momento de la historia, y no me refiero solo al dogma de la tierra plana o de que no pueden caer piedras del cielo porque en el cielo no hay piedras, una discusión que en el siglo XVIII se tenía en la Academia de Ciencias de París. Hoy vivimos en una sociedad donde el dogma es la información científica. Es decir, lo que es reproducible en un laboratorio, secuenciable, etcétera, todo eso vale. Y lo que no entra dentro de esa categoría se queda fuera. Eso genera una sociedad donde valores como el amor quedan fuera, porque este ni se pesa, ni se mide, ni es predecible, ni lo puedes meter en un tubo de ensayo. Y al quedar fuera da lugar a una sociedad que ama menos, o que ama de manera más utilitarista. Eso a mí me hace preocuparme por este tipo de cosas y defenderlas desde mi tribuna.
CJ: ¿Qué espacio ocupa lo trascendente en nuestros días?
JS: Hay algo que garantiza que siempre te vas a hacer estas preguntas y tiene que ver con lo biológico. Cuando se muere un padre, un hermano o un ser querido, te haces esas preguntas que tienen que ver con lo trascendental. Y eso a todos nos toca. Ese momento es de una profundidad tremenda que hace que nos hagamos las grandes preguntas filosóficas: ¿quiénes somos?, ¿qué somos?, ¿de dónde venimos?, y, por supuesto, ¿a dónde vamos cuando desaparecemos? Esa es la base del pensamiento humano, no solo del misterio.
CJ: ¿Hay cada vez menos espacio para la reflexión?
JS: Nuestro error en el camino es habernos vuelto tan utilitaristas. Creo que hemos construido una sociedad que está demasiado apegada al materialismo, que en cierto modo está bien, porque también nos produce bienestar, pero a partir de ese bienestar tenemos que seguir pensando. Y ese es el error de nuestra sociedad, que estamos acomodados y muchos dejan de pensar, cuando el efecto debería ser el que buscaban los filósofos griegos: tener siempre un plato de fruta en la mesa, una buena compañía y empezar a filosofar y hacernos las preguntas clave. Quizá en lo que fallamos es en lo de la compañía, porque vivimos en la sociedad de mayor soledad de la historia. Esto nos lo tendremos que hacer mirar dentro de unas décadas, pero cuando veamos los periodos históricos que hemos atravesado nos daremos cuenta de que cada vez hablamos menos con nuestros semejantes, y ahora encima se ha cruzado en nuestro camino la inteligencia artificial, que amenaza con sustituir esas conversaciones. Llegaremos al punto en el que habrá un psicólogo que será una inteligencia artificial, ni siquiera será un humano el que hable contigo para que le cuentes tus problemas, y eso es dramático.
“La reputación no es solamente un mérito, también es una responsabilidad”
CJ: Da la sensación de que mostrar interés por temas que se salen de la agenda mediática, como pueden ser el misterio o lo oculto, puede dar lugar a cierto descrédito en el ámbito profesional. ¿Por qué crees que ocurre?
JS: Hay varios factores para que se produzca este fenómeno, y el principal es el miedo. Hay mucha gente que tiende a desacreditar esto porque tiene miedo, se siente insegura ante este tipo de situaciones. También hay una especie de prepotencia natural hacia este tipo de cuestiones. Todo lo que tiene que ver con lo espiritual, con lo intangible y con este tipo de asuntos, es visto con cierta superioridad por parte de algunas personas. A mí no se me ocurriría la acción contraria, es decir, que alguien me hablara de tecnología o física cuántica y yo, sin saber nada, dijera que eso es una estupidez o una mentira. No se me ocurriría porque tengo un principio de prudencia y de educación. Lo que me he encontrado en estos años es que la gente con mayor formación y con mayor educación, que no siempre es lo mismo, es la gente que más abierta está a este tipo de cosas. Cuanto más estudias y más intentas entender el universo en el que vives, más te das cuenta de la pobre y corta parcela del universo que conoces. Es muy corto lo que nuestro conocimiento todavía alcanza, y hablar de misterio es ponerse en una posición humilde respecto al universo.
CJ: ¿Destacarías algún ejemplo?
Hay personas de formación científica, como Carl Sagan, que aunque era escéptico en muchas cosas puntuales, no era escéptico a la mayor. Él admitía que en el universo cabe todo, porque es infinitamente grande y nosotros no somos capaces de racionalizarlo. Por tanto, tenía una actitud desde la ciencia de humildad ante lo desconocido, y yo creo que ese es el camino.
CJ: En todas tus obras se puede apreciar muchísimo trabajo de documentación detrás. ¿Cuánto tiempo sueles tardar en informarte para preparar uno de tus libros?
JS: No le pongo límites al proceso de documentación cuando trabajo en un libro o en una novela. Eso tiene sus riesgos, porque a veces te ensimismas en lo que estás aprendiendo, y el proceso de escritura lo pospones porque sabes que no has llegado al límite. Eso me pasó con El maestro del Prado, y en algún momento me he planteado hacer una segunda parte.
CJ: ¿Recuerdas alguno que te haya costado especialmente?
JS: El libro que siempre me cuesta más es el que en ese momento estoy trabajando, y creo que cada vez voy a peor, porque a medida que voy madurando como autor tengo también más posibilidades y recursos de investigación y, por lo tanto, sé que el camino no se detiene. Cuando empecé tenía mis limitaciones geográficas, económicas, de alcance de documentación. Llegaba hasta donde llegaba, y daba el salto y lo publicaba. Ahora esas fronteras se van retrasando y yo también voy exigiéndome más y entregándome más. Es un problema, pero en el fondo para mí escribir es un proceso de aprendizaje. Cada novela empiezo de cero y aprendo constantemente. Mi sed de conocimiento es infinita, y es lo que quizá me lleva a escribir este tipo de novelas. Podría ser mucho más rápido escribiendo historias intrascendentes y tener la librería llena de mis títulos. Yo prefiero que sean menos títulos, pero que tengan esa chispa especial del que lee y aprende.
CJ: ¿Dónde busca y encuentra inspiración Javier Sierra?
JS: Muchas veces es en la mera observación de lo cotidiano. El arte nos rodea y no somos muchas veces conscientes, incluso en cuestiones que no consideramos que sean arte. La clave está en detener la mirada. Como vivimos en una sociedad donde se nos polariza la mirada a través de las pantallas, nos estamos perdiendo la información que nos está dando el entorno en el que habitamos, y yo abogo mucho por llamar la atención de mi lector y que se detenga en cosas que están a su alrededor, por eso mis novelas siempre tienen escenarios reales. Es la forma que yo tengo de decirle a mi lector “¡eh, mira!”. No solamente es lo que yo te cuento, sino que tú mismo cuando aprendas a mirar vas a encontrar otras cosas.
CJ: ¿Hay algún tema o periodo que se te haya resistido?
JS: Llevo casi tres años documentándome sobre la Guerra Civil. No quería hacer la típica novela inspirada en esta época, quería hablar de toda la parte de la influencia mágica, incluso esotérica, en la Guerra Civil. Franco contrató alquimistas porque pensaba que podía convertir metales innobles en oro. También había astrólogos, videntes, monjas místicas que daban mensajes increíbles y que influían en ciertos generales de Franco, pero también en la parte republicana. A mí eso me fascina, pero a la hora de ponerme a escribir la novela, era tal el dolor que había detrás de todo que se me resistió, y la tengo en stand by. Es un tema difícil, cuando hay emociones tan fuertes como las de una guerra que nos afectó a todos, superarlas es complicado.
«Vivimos en una sociedad donde se nos polariza la mirada a través de las pantallas, nos estamos perdiendo la información que nos está dando el entorno en el que habitamos»
CJ: ¿En qué medida es importante para ti mirar a nuestro pasado?
JS: Es fundamental, porque estudiando el pasado es donde puedes encontrar el diagnóstico para que el futuro sea mejor. Es como examinar las raíces de un árbol, y tú puedes ver si hay podredumbre, prever si va a vivir o no e intervenirlo si es necesario. En medicina pasa exactamente lo mismo. Entrando en tu ADN, haciéndote analíticas, puedes descubrir enfermedades que se están gestando y puedes atajarlas. Eso es la historia para la sociedad. La historia son nuestros ancestros, son nuestras decisiones antiguas, y observarlas con espíritu crítico y abierto nos permite evitar errores. No soy pesimista. Sigo siendo un optimista antropológico en muchas cosas, y en cuestiones de historia también. Por ejemplo, estudiar la historia de la Segunda Guerra Mundial está haciendo que el mundo lleve más de 75 años con armas nucleares y no se hayan empleado, de nuevo, en un conflicto armado. Se amenaza con ellas, como estamos viendo en el conflicto con Ucrania, pero nadie lanza una bomba atómica sobre una ciudad como hicimos con Hiroshima y Nagasaki porque hay gente que ha aprendido de la historia.
CJ: Y con la mirada puesta en el futuro, ¿te preocupa como escritor hasta dónde puede llegar la inteligencia artificial?
JS: La inteligencia artificial ha llegado, está aquí y nos va a influir indudablemente. Pero la inteligencia artificial se alimenta de la inteligencia natural, de nuestra inteligencia, por lo tanto dentro de una década será una réplica de lo que nosotros somos, con nuestros errores y aciertos. Y si es una inteligencia con errores y aciertos no es una inteligencia superior.
«La historia son nuestros ancestros, son nuestras decisiones antiguas, y observarlas con espíritu crítico y abierto nos permite evitar errores»
CJ: El Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2022 muestra que, aunque el hábito de lectura continúa tímidamente al alza, la falta de tiempo en el día a día es la principal causa de no leer libros, seguida de la preferencia por otras actividades de ocio o la falta de interés. ¿Qué dice esto de nosotros como sociedad?
JS: Me dice que tenemos un problema en la educación. De alguna manera no se nos ha educado en el sentido de que la lectura es el único hábito de ocio que estimula de verdad el pensamiento crítico. Leyendo puedes estar dialogando con esas páginas y contestarlas y estar de acuerdo o no, mientras que en un consumo de ocio masivo a través de medios audiovisuales no hay casi espacio para la reacción crítica. También creo que nos faltan prescriptores u orientadores de lectura. Leer, en abstracto, está muy bien, pero es importante qué lees. Cuando bajas a lo concreto, el lector normal fracasa muchas veces, elige mal el libro. Entonces también faltan orientadores en este sentido. A lo mejor la inteligencia artificial lo consigue, quién sabe.