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El último videoclub de Madrid se niega a morir

Letrero de Woddy Allen
Letrero de Woody Allen en la entrada de Ficciones de Cine

Un diminuto Woody Allen lo observa todo desde lo alto e invita a pasar a los más curiosos que se acercan al local. El director de Annie Hall (1977) es el particular emblema de la tienda, aunque la actual dueña confiese que no es “demasiado fan”. La puerta se abre y se cierra constantemente, dejando entrar a nuevos clientes que están a punto de encontrar alguna joya audiovisual. Ellos aún no lo saben, pero acaban de descubrir el último gran videoclub que continúa abierto en Madrid. Ficciones de Cine se niega a morir, así nos lo hace saber Marcia Seburo, propietaria de este negocio desde hace una década. “Está abierto desde el 2004. Lo abrió un amigo mío con un socio, pero luego ya no pudo hacerse cargo. Así que me lo pasó a mí”.

Finales alternativos, entrevistas con el director, escenas eliminadas y una lista de 38.500 socios en torno a estos legendarios DVDs que Marcia custodia. Cerca de 50.000 títulos pueden coexistir entre las estanterías de Ficciones de Cine, y, sin embargo, a la hora de escoger, ella lo tiene muy claro: Mandarinas (2013). “Es una película de Estonia, y no sabría decir si me ha marcado la vida, pero sí le tengo mucho cariño”, explica. Y es que en su videoclub hay cine de verdad, “del bueno”, de ese que esconde grandes secretos, si se le da la oportunidad.

Películas en venta en Ficciones de Cine. Raquel Pablo.
Una de las secciones con series completas. R. P.

Huir del cine comercial e ir al que ella tiene. Es a lo que invita Marcia: a descubrir cine africano, israelita, de Europa del este, coreano, árabe… “Hay verdaderas cosas maravillosas que pasan inadvertidas, porque pasan por un festival y ahí se mueren”. La boliviana, que lleva más de veinte años recorriendo las calles de Madrid y haciéndolas su hogar, cuenta que en su tienda acuden clientes de todo tipo, desde “jóvenes con rastas y tatuajes” hasta familias enteras con niños, “aunque yo diría que los 40 es la edad media del cliente que viene a Ficciones de Cine”.

Pasión por el séptimo arte

En el caso de Marcia esa faceta cinéfila irrumpió un poco más tarde de lo normal. Ahora tiene 64 años y reconoce que, antes de regentar el videoclub, “era nada más que una persona que veía películas como todos: al uso. Pero empecé a trabajar aquí y me encantó. Me enamoré de todo esto. Trataba de buscar todas las películas que estaban a mi disposición, ver todo lo posible. Y así me fui desarrollando, fui creciendo. Ahora sí puedo decir que siento un gran amor por el cine”, mantiene.

Entrada del videoclub. R. P.

Confiesa que el género “estrella” entre su clientela es el terror, aunque si de directores se trata, los que encabezan el ranking son los clásicos de Billy Wilder, Otto Preminguer o los más actuales y siempre populares Tarantino o David Lynch, entre otros. No obstante, por quien Marcia siente predilección es por este último, pero también por Bogdanovich, Nolan, Ozon, Rohmer… Su lista es interminable, y de lo más variopinta e internacional, pero no siempre fue así. Ella jura y perjura que su conocimiento sobre cine lo ha adquirido “a fuerza de alquilarlo y de estar aquí en el videoclub”.

En Ficciones de Cine se respira pasión en cada una de sus estanterías, todas ellas repletas de reliquias de décadas pasadas (muy pasadas) y presentes. Se nota que los clientes que allí acuden, cinéfilos y cinéfilas empedernidos, saben a lo que van, aunque no siempre lo que buscan. Como la última clienta que acaba de entrar al videoclub de Marcia: “trabaja en una prisión de mujeres y suele venir para alquilar películas y poder ponérselas. Películas que traten, sobre todo, el feminismo. Esto es algo que con las plataformas es imposible”, explica Marcia ante nuestra mirada atónita tras descubrir el trasfondo de aquella visita.

Marcia atendiendo a una clienta. R. P.

Piratería, plataformas y una pandemia mundial

Como aquellos años en los que cada viernes uno iba a alquilar la película del fin de semana. En esta tienda de la madrileña calle Juanelo todo sigue como antes, salvo que nada es igual. El tiempo aquí es relativo y las películas se adquieren a la vieja usanza: escoges de la estantería el título que más te guste por el módico precio de 4 euros (3,50 si pagas la cuota mensual de 5 euros) y lo devuelves en dos semanas (un par de días en el caso de los estrenos).

Películas y series de todas las formas y colores a la espera de ser alquiladas, o devueltas, como el caso de la reciente Antidisturbios (2020). Las nuevas Otra Ronda (2020), Space Jam (2021) o Sentimental (2020) se alzan majestuosas en la zona de “novedades”, acompañadas de pósteres, carteles y todo tipo de merchandising cinematográfico.

Esto último son los ases que Marcia guardaba bajo la manga para combatir las continuas adversidades que en esta industria van floreciendo. “La clientela ha ido bajando progresivamente”, cuenta. “Primero fue la piratería, luego llegaron las plataformas, pero lo máximo ha sido el confinamiento, porque ahí el que no tenía plataformas se las ha hecho”. “La cuarentena supuso un palo, pero palo. Porque las facturas llegaban exactamente igual. Eso no se ha detenido”, sostiene con cierta resignación.

La propietaria del videoclub. Andrea Girona.
Camisetas y merchandising a la venta. R. P.

¿Sale rentable? “Rentable no es. Millonaria no me voy a hacer. Pero sí voy a mantener algo que es muy importante, que es tener toda esta filmografía a disposición del público”, responde Marcia con la seguridad de quien ama lo que hace. “Con el tiempo todo se ha ido mermando, pero siempre salíamos a flote: se iba un cliente, pero venía uno nuevo o volvía otro. Pero es que lo del confinamiento es de traca. Ahora están volviendo, en cierto modo. Tengo gente que viene y dice: ‘estoy harto de las plataformas, dame un bono’”.

Marcia mantiene a flote el videoclub con mucha “cabezonería” suya, porque no es ningún secreto lo difícil que resulta tener un negocio de este tipo en pleno 2021. “Llevar ahora un videoclub es un acto de heroísmo. Es supercomplicado, pero es apasionante, y si yo sigo viendo un poquito de esperanza, una lucecita, me aferro y sigo”. Señalándose el corazón.

Últimos supervivientes

En España tan solo quedan dos grandes videoclubs que hayan sobrevivido a Netflix y compañía: Video Instan, en Barcelona, y Ficciones de Cine. Ambos dirigidos por mujeres. “No creo que ninguno de los otros tres que hay en Madrid llegue a tener 10 mil títulos. Eso como mucho. Y el de Alameda de Osuna me comentó hace poco que se estaba planteando cerrar”.

Pero es que los videoclubs suponen un valor añadido para cualquier ciudad, son leyendas vivas de la Historia. Y de la vida. De generaciones que han crecido dentro de esta cultura cinematográfica, y de muchas otras que siguen creciendo con ella (a duras penas). “Enriquece que tienes todo. En una plataforma, por ejemplo, pueden poner esta película y mañana ya no estar, o serie y tener solo las cuatro primeras temporadas. Aquí, sin embargo, está todo. Salvo que esté alquilado y te diga: mire, que está alquilado, venga en dos días”, dice entre risas.

La propietaria escogiendo uno de los DVDs. R. P.

“Creo que soy bastante cabezota y un poco alma de mártir, pero me gusta pensar que esto va a sobrevivir. Y, de hecho, no solo pensar. Hago todo lo posible para mantener el videoclub abierto”, reivindica. Y es que mucho antes de llegar a este templo del cine de autor, cuando aún vivía en Bolivia, Marcia trabajaba en el Banco Santander. “Nunca pensé que iba a acabar dirigiendo un videoclub, y tampoco pensé que acabaría en España. La vida da muchas vueltas”, sonríe con gesto afable.

Bien es cierto que la vida da muchas vueltas, fíjense ustedes si es así que aquí permanece imbatible este videoclub, después de tantos caídos en el camino. Pero algo es seguro, sobre todo para los amantes del séptimo arte: que “el cine siempre va a ser el cine”. Y “ojalá que no lo absorban los blockbusters ni los superhéroes, y que siga habiendo el buen cine que ha habido siempre”. Y ojalá que así sea. De momento, esperemos que a Marcia le queden más ases bajo la manga, y que Woody Allen nos siga invitando a entrar en Ficciones de Cine muchos años más.

Raquel Pablo Alcalá

Graduada en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Siempre entre páginas y acordes, y sin perder el sur como norte.

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