Hay quienes ante una escena de terror emiten agudos grititos, otros aprietan fuertemente sus manos hasta dejarse marcadas las uñas en la piel y los más realistas se tapan directamente los ojos. Cada uno tenemos nuestro escudo ante esas imágenes cargadas de sangre y dolor. Antes de empezar a ver American Horror Story pensé que tendría que utilizar cientos de veces estás tácticas para evitar pesadillas; pero no ha sido así.
El terror más puro llega de la manera más inocente a nuestras pantallas a través de esta serie que acaba de cerrar su primera temporada. Una casa habitada por fantasmas puede sonar tópico, pero American Horror Story sabe deshacerse de los clásicos estereotipos y 
presentarnos a un elenco de espíritus atormentados, soñadores y enérgicos, que conviven con la clásica familia americana; marido atractivo, mujer dulce e hija adolescente, los Harmon. Una familia que huye de su pasado comprándose esa inmensa mansión que cualquiera acostumbrado a ver películas americanas sabe que les cambiará la vida. La casa es la auténtica protagonista, entre sus recovecos, sus murales y sus puertas se esconden historias de amor y odio que nos van desgranando cronológicamente. Sólo una persona de carne y hueso es conocedora de todos sus secretos, la vecina y antigua propietaria Constance, interpretación por el que Jessica Lange está nominada al Globo de Oro. El terror de lo paranormal se une con la rabia y la desesperación cotidiana en esta serie cargada de monstruos y rebeldía, de bebés y demonios, de macabras escenas en las que no puedes apartar tus ojos de la pantalla.
Sabemos que la segunda temporada está asegurada, el creador de la serie Ryan Murphy ya ha confirmado su intención de cambiar de casa y de habitantes para la siguiente entrega. ¿No volveremos a ver la Casa de los Asesinatos? ¿Nos mudaremos a otro dulce hogar habitado por diablos?. Por el momento sólo nos queda esperar.
