En España la situación se ha puesto especialmente difícil para quienes viven por y para la cultura. En concreto el sector del cine atraviesa una época de vacas flacas marcada por los recortes del Gobierno de Mariano Rajoy. Se estima que el Fondo Nacional de Cinematografía, del que salen las ayudas a la producción de películas, perderá un 35% de su presupuesto tras el tijerazo y el ICAA (Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales) verá reducidas este año varias de sus partidas a la Industria: ya sabemos que se suspenden las ayudas a guión, cortometraje, investigación, exhibición, cine de animación y telefilmes.
Ante estas vistas a más de uno le pueden dar ganas de cerrar la ventana y dedicarse a otra cosa, pero afortunadamente el anhelo de salir adelante aún en época de adversidades es un buen incentivo para el ingenio. Al sistema tradicional de producción cinematográfica, y esto es extensible a cualquier otro campo de creación cultural, se está imponiendo una alternativa muy interesante y que se sustenta en la colaboración entre aquellos que aman el cine; siendo un poco más claros, en la participación privada. El crowdfunding o micro-mecenazgo es esta nueva vía, y desde su primera experiencia en España con la película El Cosmonauta, ahora mismo en fase de postproducción, el éxito de sus iniciativas la están avalando como el empujón que necesita nuestro cine para salvarse.
En el nuevo modelo de crowdfunding, que recuerda en planteamientos al sistema de mecenazgo del Renacimiento, el concepto de público se revaloriza: hasta que éste no se enfrenta a la propuesta y la aprueba, no comienza el proceso de producción de la película. Para quien esté interesado en participar, existen varias plataformas a las que acudir, como las españolas Injoinet o Verkami, esta última con 480 proyectos publicados en un año y medio, de los que un 70 por ciento han conseguido financiación. Desde solo dos euros es posible convertirse en micromecenas. En lugar de un retorno económico, a cambio se obtiene una recompensa relacionada con el filme y que varía según la cantidad aportada, desde una copia de la película, el reconocimiento en los créditos e incluso una cena con el director. Todo esto, claro, como un extra a lo más importante: la oportunidad de aportar nuestro grano de arena al cine español. Si el crowdfunding es o no la respuesta que necesita el sector del cine, está todavía por verse. Lo que queda claro una vez más con esta práctica es que el ingenio de aquéllos que tienen una pasión es siempre ilimitado.