‘El Cascanueces y los Cuatro Reinos’: Una explosión de poesía visual

Clara Stahlbaum (Mackenzie Foy), protagonista de la cinta.
Clara Stahlbaum (Mackenzie Foy). © The Walt Disney Company
Clara Stahlbaum (Mackenzie Foy), protagonista de la cinta.
Clara Stahlbaum (Mackenzie Foy). © The Walt Disney Company

Con El Cascanueces y los Cuatro ReinosDisney opta por una versión de carne y hueso original, dejando de lado la revisión de su colección de clásicos de animación con la que nos había acostumbrado estos últimos años (Alicia en el país de las maravillas, El libro de la selva o La bella y la bestia). La superproductora da rienda suelta a la interpretación del cuento clásico alemán de E. T. A. Hoffman (El cascanueces y el rey de los ratones, 1816) y se inspira libremente en el ballet rusoen 1940, ya hizo referencia a la obra en la mítica Fantasía– de Piotr Ilich Chaikovski.

Concretamente, el film sigue los pasos de una joven protagonista llamada Clara -interpretada por Mackenzie Foy (Twilight) -, cuya madre fallecida le dejó un regalo muy valioso: una caja cerrada en forma de huevo. Un hilo dorado que le ofrecen en la fiesta anual de su padrino Drosselmeyer (Morgan Freeman) le conduce a la llave de la misteriosa caja y termina desapareciendo en un extraño y misterioso mundo paralelo.

Clara descubre la existencia de cuatro Reinos gobernados por cuatro regentes excéntricos: Gélido (Richard E. Grant), regente del Reino de las nieves, el Rey (Eugenio Derbez) del Reino de las flores, el Hada de azúcar (Keira Knightley) del Reino de los dulces y la villana, Madre Jenjibre (Helen Mirren), dueña del Reino de la diversión.

Clara Stahlbaum (Mackenzie Foy) y el Hada de de Azúcar (Keira Knightley) mirándose en un espejo.
Clara Stahlbaum (Mackenzie Foy) y el Hada de de Azúcar (Keira Knightley). © The Walt Disney Company

A pesar de un intento de reinvento y apropiación del cuento original, varios aspectos de la trama quedan demasiado evidentes, sin interés, vacíos. O peor, demasiado arraigados en lo que fue la esencia de Alicia en el país de las maravillas (2010): reinstaurar el orden y la armonía en un mundo inestable. En cuanto a lo estético, también existen una multitud de parecidos con la obra de Tim Burton aunque, de manera general, la cinta destaca indudablemente por su fantástico diseño de producción.

Disney nos ofrece un espectáculo visual cargado de poesía, melancolía, en ocasiones de surrealismo y, sobre todo, de magia. Algo que no podría haberse alcanzado sin la brillante banda sonora compuesta por James Newton Howard (El planeta del tesoro, Atlantis: el imperio perdido, Dinosaurio, Batman Begins) y que, además, incluye algunos extractos de Chaikovski, como por ejemplo, La Danza del Hada de Azúcar.

Uno de los grandes momentos de la película resulta ser, sin duda alguna, el guiño directo a Fantasía con un plano casi exacto al de su inicio, en el que un director de orquesta aparecía de espaldas (en este caso, el venezolano Gustavo Dudamel) y en sombra sobre fondo rojo. Detalles nostálgicos que siempre se agradecen.

Sylvain Dos Santos Álvarez

Soñador. Amante incondicional de la cultura y el deporte. Disney, Velázquez, Lady Gaga y Real Madrid como principales fuentes (eclécticas) de inspiración. También me apasiona el cine de terror y me alimento muy bien.

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