“Los cronopios han venido en representación al Gran Cronopio, ya que él estaba liado”, decía el profesor Ángel García Galiano al abrir el acto en memoria de Julio Cortázar en el 30 aniversario de su muerte. Un panel con fotos de la vida del narrador, un recital de poesía con textos del autor, concurso de cronopios, emisión de la entrevista mítica a Cortázar en España, mensajes dedicados para él, amor por la literatura… es todo el ambiente que se vivía en el evento homenaje al escritor que se realizó el 12 y 13 de febrero, en el Paraninfo de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid. Esta jornada cortazariana no se podría haber montado si no fuera por el Área de Teoría de la Literatura y Literatura Compartida, y al profesor Ángel García Galiano, entre otros.
Una apertura realizada además por el vicedecano de la Facultad y el profesor Antonio Garrido, quien conmemoró a Cortázar leyendo fragmentos de sus cuentos, entre los que estaban Continuidad en los parques, La noche boca arriba, Las babas del diablo, La isla a mediodía, etc. Unas líneas que el profesor analizó con los temas de la frontera entre la realidad y la ficción, el tiempo y el espacio, las exigencias y la participación del lector.
Inmediatamente después, la escritora Izara Batres presentó su libro Cortázar y París: Último round. Una obra dedicada a Cortázar, por ser un autor que encuentra “en lo lúdico lo más profundo”, según su propia autora. En este texto que “rompe con todo”, como contó Batres, habla de tres tipos de ósmosis. La fase de excentración, que es de Buenos Aires a París, donde utiliza una mirada más estética Cortázar. La segunda fase en busca de incendio, que es el encuentro con Cuba. Un gran ejemplo de ello se muestra en Rayuela, explicó la escritora. Hasta llegar a la final, la fase mandala, que la autora expone en su obra de Último round, terminando con Noticias del mes de mayo, en la que comenta la teoría del túnel, y cristaliza y condensa todos estos conceptos cortazarianos.
En la sala, globos inflados verdes, simulando a los cronopios, en el centro de la mesa una caja, con el nombre de “urna cronópica” con dos ojos dibujados, en el que poco a poco se escribían mensajes que después se llevarán directos al cementerio parisino de Montparnasse. Un concurso de relatos, cuyo requisito era tener en la primera y última línea una frase de Rayuela.
Tampoco faltaron las artes escénicas. Los alumnos interpretaron una pequeña obra divertida, en la que se transformaban en los personajes peculiares que todos conocemos, cronopios y famas, haciendo una dramatización de la obra surrealista Historias de cronopios y de famas. Moraleja de la obra, ni uno entiende al otro, ni el otro al uno.
Además, hubo espacio durante los dos días del homenaje al escritor, para el preestreno de Rayuela: El club de la serpiente por parte de la compañía teatral Aldaba. Una pequeña obra en la que representaron el capítulo 19 de Rayuela, recordando al club de la serpiente, panda de amigos que sale en el libro, y que el grupo interpretó uniendo la literatura del Cronopio Mayor, la danza y la música en directo con un violín y una flauta travesera. Una pieza que seguirá representándose por otros sitios de Madrid.
La música, un elemento fundamental para Cortázar, presente en todo lo que escribía. “Si no tiene ritmo lo que hago, es la prueba de tirarlo y hacerlo otra vez”, eran sus palabras, en el vídeo que mostraron en el evento.
Otro momento musical, vino de la mano de un estudiante, que con su saxofón, también homenajeó a Charlie Parker, saxofonista favorito del escritor, mientras que otros dos chicos recitaron el texto de El perseguidor al son de la música.
Dos fantásticos días en los que se han unido los llamados para el genio de la literatura, el lector ideal. Donde jóvenes y no tan jóvenes amantes de la literatura, amantes del cronopio, amantes de Cortázar le han hecho presente entre nosotros porque como bien decía él cuando vivía, este tipo de lectores fueron sus compañeros de ruta. Una ruta que nunca acabará.