Crazy House: Cómo ser Gaudí en Vietnam

Nadie sabe con exactitud de qué materia se compone el arte. Si pesa más el sueño o la locura. Después de todo, estar cuerdo no sale a cuenta. Eso debió pensar la arquitecta vietnamita Dang Viet Nga cuando decidió ceder a su admiración por Antoni Gaudí y dar rienda suelta a las formas imposibles que integran su ‘casa loca’.

Cuevas con estalactitas, espirales que causan sensación de movimiento, animales tallados a la imagen de cada estancia (abeja, tigre, águila, hormiga), pasajes vertiginosos, setas funcionales. El hostal y galería de arte Hang Nga tiene un aire a la Sagrada Familia, pero también al mundo onírico de Dalí o la casa de Winnie The Poo. Un invento kitsch de motivo modernista y acabado neogótico. La luz de la mañana y el manto de la noche perfilan de modo diferente la apariencia de la conocida Crazy House, principal imán turístico de la ciudad de Eterna Primavera, Dalat.

La que fuese colonia francesa vio elevarse una obra arquitectónica que rompió con los parámetros de su entorno sin desentonar con el agradable clima de montaña. Algo que en su momento no le libró de la ojeriza de las autoridades. El hospedaje no cumplía para muchos con los pilares del omnipotente socialismo. La arquitecta, aún siendo hija del presidente vietnamita Truong Chinh, invirtió dieciocho años en conseguir los permisos de obra. Al menos, a diferencia de la gaudiana catedral barcelonesa, sólo le faltan dos para estar completamente concluido. A pesar, todo sea dicho, de sus falsos pasillos con hendidura al vacío -cortesía de la casa-, de la incomodidad de las camas o la necesidad de un mapa para no llegar al desayuno a la hora del break.

Detalles sin importancia. La visita es obligada y accesible a todo tipo de bolsillos. Si la Suite de las Abejas ronda los 60 euros, por poco más de un euro, se puede visitar y conocer todos los secretos de la Crazy House. Delirio puro.

Fotos: JonasPhoto y Hiroo Yamagata.

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