Por Francisco Rodríguez Pastoriza
Hace unos 15 años visitó España un personaje que llamó la atención de los medios de comunicación. Se hacía llamar “el arqueólogo de la basura” y su trabajo consistía en analizar las fosas donde las civilizaciones del pasado habían depositado sus desechos. De este modo estudiaba las costumbres y caracteres de esas civilizaciones no por lo que éstas habían dejado a la posteridad sino por lo que no habían querido dejar, lo que tiraban a la basura. La arqueología de la basura es hoy frecuente en el campo de la investigación y gracias a ella conocemos algunas de las costumbres relacionadas con el consumo a lo largo de la historia.
MODERNIDAD LÍQUIDA: CONSUMO Y CULTURA
El premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, el polaco Zygmunt Bauman, acuñó el término ‘modernidad líquida’ para definir la actual sociedad basada en el modo de producción y de consumo. Frente a la modernidad sólida, de estructuras fijas, valores permanentes, límites inalterables, donde la paciencia, el trabajo duro, la abnegación y el sacrificio eran los presupuestos para el éxito, en la modernidad líquida éste depende de valores mutantes y principios que se alteran constantemente.
La modernidad líquida es la que corresponde a un mundo vertiginosamente cambiante, a una sociedad de flujo constante entre sus poblaciones. Si la modernidad sólida vivía enfocada hacia lo perdurable, lo único permanente en la modernidad líquida es la fugacidad. Ya no hay nada que pueda durar, y menos de manera permanente. Los Estados cambian su configuración, se debilitan las fronteras, se adoptan procesos de desregulación y privatización, se precariza el mercado de trabajo… compromisos y acuerdos firmados con solemnidad se cambian o se anulan de un día para otro. La modernidad líquida rinde culto a la velocidad, a la novedad, al cambio por el cambio y al consumo por el consumo; es una civilización del exceso, la redundancia, el despilfarro y la eliminación de desechos. Una sociedad que por fin ha materializado el amor y los afectos.
En su obra Mundo consumo (Ed. Paidós) Bauman dice: expuestos a un bombardeo continuo de anuncios, el ciudadano es persuadido de necesitar siempre más cosas, para lo cual necesita más dinero. Para conseguirlo trabaja más horas y pasa fuera de casa cada vez más tiempo. Para compensar la ausencia del hogar y el alejamiento de los suyos les compra regalos: materializa el amor. Propio de la modernidad líquida es una nueva cultura en la que cada producto está calculado para tener el máximo impacto en el mínimo tiempo posible. La afirmación de Hannah Arendt de que la característica principal de la cultura es su permanencia, queda pulverizada por los nuevos presupuestos de la modernidad líquida. Ahora la cultura ha de buscar el máximo impacto en el mínimo de tiempo porque su legitimación reside en el mercado. Los libros se sustituyen vertiginosamente en las mesas de novedades, los estrenos de cine se mantienen poco tiempo en las carteleras, los hits musicales son diferentes cada semana.
Los valores en los que se asienta ahora la cultura son los records de taquilla, los best-seller, las grandes audiencias televisivas, las largas colas en los museos para exposiciones temporales, cada vez más cortas. Cuanto más fugaz, la cultura es más valorada. Los productos culturales que más interesan son los más perecederos, como los happening (que terminan cuando los artistas se retiran) y las instalaciones (que se desmontan una vez clausurada la exposición). La organización ideal de la modernidad líquida es la sociedad de consumo. En ella, quienes impulsan el crecimiento económico son los consumidores permanentemente insatisfechos. Y su mayor peligro, los consumidores tradicionales, aquellos que sólo compran lo que necesitan.
Para la economía de la nueva sociedad, satisfacer las necesidades, los deseos y las carencias debe provocar nuevas necesidades, deseos y carencias. Para no entrar en crisis, la economía de la sociedad de consumo necesita recurrir al exceso y el despilfarro, para lo que presenta la obligación de elegir como si fuera una libertad de elección. La felicidad consiste tanto en adquirir cosas como en deshacerse de ellas. Los consumidores tiran los antiguos bienes duraderos (pagando incluso para que se los lleven) para adquirir bienes efímeros porque la moda dice que son los que hay que consumir. El ciclo que mantiene la economía en funcionamiento es el que consiste en comprar, usar y tirar a la basura, y el camino desde la tienda hasta el contenedor, mejor cuanto más corto y rápido. Por eso nunca fue tan hermosa la basura.
GENEALOGÍA DE LA BASURA
Nunca fue tan hermosa la basura (Galaxia Gutenberg), el título del último ensayo de José Luis Pardo, viene a completar los presupuestos de Zygmunt Bauman en torno a la nueva sociedad de consumo. Para el profesor Pardo, para quien también toda compra comienza a perder valor desde el momento en que es adquirida, la producción de basura es uno de los síntomas que mejor definen la riqueza de una sociedad opulenta, en la que el excedente es producto del derroche y el despilfarro. Cuanta más basura genere una sociedad, más rica es esa sociedad.
Se presentó un problema cuando la sociedad se dio cuenta de que la velocidad de producir basura era mayor que la capacidad para deshacerse de ella. A ese ritmo, la basura terminaría por devorarnos. Pero como cada problema tiene su solución, el de la excesiva producción de basura encontró la suya en el reciclaje. La utopía hacia la que se tiende ahora es la de una sociedad en la que toda la basura sea reciclable. Estamos ya a mitad de camino y ahora ya sólo es basura aquello que no se puede reciclar. La nueva sociedad será la primera de la Historia que no dejará para la posteridad ni siquiera ruinas. Un edificio desahuciado para un uso se remodelará para acoger nuevas utilidades (ya se está haciendo) y así hasta el infinito. Y cuando ya no sea útil será demolido. De modo que en la nueva sociedad todo aquello que se fabrique ya estará pensado para ser reciclado; desde su origen, estará concebido como basura. Lo malo es que allí donde nada es basura, todo lo es.