COCINA EN LA BIBLIOTECA

La cocina en su tinta

Me encanta comer, es de las pocas cosas que tengo claras en la vida. Por eso no me lo pensé dos veces cuando me enteré de que había una exposición en la Biblioteca Nacional sobre la historia de la cocina. Así que me fui para allá, bien comido, para que no me rugieran las tripas mientras recorría los tranquilos pasillos de la insigne institución. Pronto me di cuenta de que mis precauciones habían sido excesivas: como es lógico, allí casi todo era tinta, papel y frugalidad, nada que pudiera despertar mi ancestral instinto de omnívoro.

La cocina en su tinta muestra la evolución de la gastronomía en España desde el garum, la salsa de pescado que hacían los fenicios, hasta el Rotaval. Esta máquina parece sacada de un laboratorio soviético de los cincuenta y se ha utilizado en el ámbito científico durante años, pero recientemente se ha aplicado al ámbito culinario, en el que se usa para destilar los aromas de los alimentos convirtiéndolos en líquido.

Rafael de Penagos, El recorrido por la exposición comienza con esta frase: «La cocina es uno de los hechos culturales más complejos». La muestra, en cambio, es bastante simple. Aún así, no se puede negar el interés y el valor histórico de algunos de los documentos exhibidos en ella, como el recetario más antiguo escrito en español, del siglo XV. El título no tiene desperdicio: “Vergel de señores, en el cual se muestran a hacer con mucha excelencia todas las conservas, electuarios, confituras, turrones y otras cosas de azúcar y miel”. Aunque me gusta más lo salado que lo dulce, me arrimé a la vitrina para leer la receta de la página por la que estaba abierto el códice. Pero el castellano antiguo y una indescifrable tipografía gótica manuscrita frustraron mi empeño.

Continué por el placentero mundo del buen yantar, topándome con más recetarios, utensilios, ensayos, pinturas, grabados y carteles publicitarios de los años treinta; libros de Adrià, Berasategui, Arzak y otros virtuosos de los fogones; escenas del cine español relacionadas con la comida y un breve documental con opiniones de expertos.

Esta exposición no es de las que dejan huella, pero me recordó varias cosas: que nuestra cocina dejó de ser un aburrimiento gracias a Colón, que la pureza está en la mezcla –como dice Pau Donés– y que la comida une a los pueblos más que el deporte.

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