Cat Power seduce a Madrid en un concierto para fans

Cat Power

Cat Power

Un piano de cola se erige solitario en medio del escenario. Al fondo, un telón como única decoración. La Riviera está lista para recibir a Cat Power.

Domingo por la noche y la sala llena. Nadie quiere perderse la actuación de la cantautora de Atlanta, que volvía a Madrid siete años después de su malogrado concierto en Joy Eslava, y una cancelación en 2012 por enfermedad. Entre cerveza y cerveza, los amigos más mayores recuerdan a los más jóvenes aquel momento, como si haber estado allí les hiciese pertenecer a un pequeño grupo de elegidos. Más que expectación, el sentimiento que se respira es de emoción, ante un momento que se presume irrepetible.

Los más rezagados van ocupando sus puestos, mientras que en el escenario, cuatro músicos ejecutan con sutileza folk galáctico de raíces americanas. Ellos son Venus and the Moon, la banda liderada por Rain Phoenix, hermana del famoso actor Joaquin Phoenix. Ritmos tranquilos, rasgueos suaves y voces femeninas a dúo trasladan al público a pasajes de la mitología griega, a campos, a montañas, a naturaleza. La cantante se atreve con el español, ganándose el cariño del público y finalizando un concierto que ha servido para despertar a los menos espabilados tras el fin de semana.

Cat Power volvía a Madrid siete años después de su malogrado concierto en Joy Eslava y una cancelación en 2012

Acaba la primera actuación, y los nervios aumentan. Caída de luces y aparece Chan Marshall completamente de negro. Esta noche no habrá nadie más en el escenario, sólo ella, su piano, su guitarra y su voz. La sobriedad y la elegancia que siempre empapan todo lo que hace se plasman en un formato minimalista, ideal para hacer que Cat Power brille. Tímidamente, agradece a la sala los años de espera y se disculpa con sinceridad.

El silencio invade la sala, y se mantiene desde la primera nota hasta el arranque del primer aplauso. Si algún intrépido se atreve a levantar la voz, el ejército de fans allí congregado se muestra implacable pidiéndole silencio. Por suerte, esto casi no ocurre. Todo el mundo quiere disfrutar del espectáculo.

Cat Power Guitarra
Una mujer y una guitarra

Cat Power se cuelga la guitarra. Toca con maestría las primeras notas y deja brotar una voz que fluye con sensualidad. La lleva hasta registros más agresivos, pero nunca termina de romperse. Alarga los silencios, como si no supiese lo que viene después y, cuando parece que no puede más, recupera de nuevo la fuerza para embestir una nueva estrofa. Acaba la primera canción con una ovación digna de final de concierto.

Varias canciones más y le llega el turno al piano. Chan se descuelga la guitarra y avanza con torpeza, debido a un embarazo que empieza a notarse. Ella lo sabe y muestra su lado de chica sureña. Bromea con el público sobre su tamaño y se sienta. Desde ese momento, y casi hasta el final, mantendrá la misma postura, perseguida por una fatiga propia de su estado y varios conciertos a sus espaldas.

Las canciones se van sucediendo en un repertorio que se nutre principalmente de sus primeros trabajos y sus clásicos, lo que hace la delicia de los fans allí presentes. La voz lo inunda todo, pero por momentos amenaza con quebrarse en una Cat Power que parece cada vez más frágil e insegura. La potencia que demuestra en cada tema se difumina cada vez que agradece al público sus aplausos y su apoyo. La solución: encadenar una canción con otra sin dejar apenas un respiro.

Han pasado dos horas y, a pesar de su visible cansancio que hace temer lo peor, Chan se mantiene incombustible sobre el escenario, aferrándose al piano como el náufrago al tronco. Empleando sus últimas fuerzas, decide terminar el concierto de nuevo con su guitarra. Otra serie de canciones y, de repente, de manera natural, decide que el concierto ha terminado. No puede más. Aplausos atronadores y silbidos rompen por última vez el silencio. No va a haber bis, pero da igual, todo el mundo está contento.

Un ramo de rosas blancas, que reparte personalmente al público, de una en una y sin prisa, sirven para finalizar la noche. Una noche de domingo en la que el soul, el folk y, por encima de todo, una voz magistral, han hecho aflorar todo un abanico de emociones a través de la música.

Nadie sabe si tendrán que pasar otros siete años para poder asistir a un espectáculo similar, pero no importa. Lo vivido en la Riviera será difícil de olvidar.

Roberto Juanes

Antiguo biotecnólogo reconvertido a aspirante de periodista cultural por mi afición a la música. Discos, conciertos y fixies ocupan todo mi tiempo.

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