El actor y presentador de televisión rememora la exitosa gira de Miles Gloriosus, nos habla del público español y revela sus planes de futuro en la industria teatral
Es indiscutible que Carlos Sobera (Vizcaya, 1960) ha trascendido a la historia de la televisión de nuestro país y a la escena teatral como un icono para el público. Se trata de uno de los rostros más queridos y polifacéticos del panorama cultural español, conquistando a los espectadores gracias a su gran carisma, sentido del humor y naturalidad. Desde sus primeros pasos sobre las tablas en 1980, creando el grupo teatral La Espuela, ha demostrado su gran talento para la actuación —especialmente en comedias— el cual le catapultó a la industria del cine y la televisión.
Desde entonces, su carrera ha sido estelar. Su trayectoria profesional cuenta con joyas de la televisión como ¿Quién quiere ser millonario?, Atrapa un millón, Al salir de clase, Hospital central… En la actualidad, a pesar de presentar diversos programas como First Dates, Supervivientes: Tierra de nadie o Mental Masters, Sobera nunca ha abandonado el mundo del teatro, protagonizando varias obras de la compañía Pentación Espectáculos. Su última gira nacional con la producción Miles Gloriosus, donde interpreta a Miles, un militar egocéntrico y fanfarrón, ha sido un gran éxito en los teatros y festivales del país. Asimismo, también trabaja junto a su mujer, Patricia Santamaría, como productor en Arequipa Producciones.
Cultura Joven: Durante año y medio ha protagonizado la gira de Miles Gloriosus, recorriendo gran parte del territorio nacional. ¿Cómo describiría la experiencia de participar en una gira de esta magnitud?
Carlos Sobera: Ha sido maravillosa. Miles Gloriosus es un espectáculo complejo, que supone el traslado de ocho actores y cuatro técnicos, además de tratarse de una gira muy intensa alrededor de todo el país, por lo que desde el punto de vista puramente logístico ha sido complicado. Aunque, por un lado el éxito de la función y cómo el público la ha recibido y, por otro lado, el propio texto y la función, la cual es una fiesta en sí misma, han hecho que seamos todos súper felices durante el año y medio de gira. Creo que ha sido el tour más completo y probablemente el que más feliz me ha hecho en todos mis años de profesión.
CJ: ¿Se ha llevado algún recuerdo de la gira?
CS: Me llevo lo más importante: la convivencia con todos los compañeros. Porque no solamente estábamos juntos en el escenario sino que también estábamos juntos fuera del escenario, lo cual es lo más valioso. Hemos podido compartir restaurantes, hoteles, paseos y eso es, francamente, muy hermoso. Ha hecho de nosotros —aparte de un grupo de trabajo— un grupo de amigos muy bonito. Hemos hecho cuchipandi, como se dice. Ese es un recuerdo imborrable para el resto de mi vida.
CJ: En la 68ª edición del Festival de Mérida, Miles Gloriosus fue un éxito unánime. ¿Qué se siente al trabajar en un escenario tan emblemático como lo es el Teatro Romano de Mérida?
CS: La verdad es que se te ponen los pelos de punta… Impresiona por toda la trascendencia histórica que tiene el propio complejo, no es habitual estar en escenarios que tienen 2.000 años de historia como el de Mérida. También impresiona por el propio teatro. Tuvimos la fortuna de hacer todas las representaciones vendiendo hasta la última entrada, lo que significaba que había 3200 personas en cada función.
Era sobrecogedor el silencio que había antes de empezar las funciones. Además, yo salía desde arriba cantando la canción inicial de Miles Gloriosus y atravesaba todo el teatro hasta llegar a escena, y las sensación era de «nunca más en la vida voy a poder —salvo que vuelva a este escenario— repetir una experiencia así».
Tengo la necesidad de hacer un clásico, un burgués gentilhombre de Molière, o interpretar un texto de Calderón
Carlos Sobera
CJ: Tras su extensa experiencia sobre las tablas desde los años 80, ¿cree que el público español contemporáneo disfruta del teatro?
CS: A mí me parece que sí. Con Miles Gloriosus hemos hecho una gira bestial, recorriendo el país de norte a sur, de este a oeste, ante públicos muy distintos y provincias muy dispares. Las sensaciones son de que la gente se ríe con las mismas cosas, que disfrutan del mismo tipo de esfuerzo actoral, gustándoles las mismas propuestas. Se ve al público con mucho entusiasmo antes de empezar, lo cual es maravilloso. Y luego si les gusta la función se entregan, son generosos, aplauden, ríen, te recompensan y te trasmiten su opinión porque te esperan al final de la función para contarte lo que les ha parecido. El público español disfruta y mucho del teatro.
CJ: Ha representado a gran cantidad de personajes sobre las tablas. ¿Cuál sería un personaje que todavía no ha interpretado y le gustaría poder hacerlo en el futuro?
CS: Hay muchos. Hablando de proyectos, tengo la necesidad de hacer un clásico, un burgués gentilhombre de Molière, o interpretar un texto de Calderón. Quiero hacer este tipo de personaje porque necesito vivir esa experiencia, ponerme en la piel de ese personaje bien escrito, el cual viene de nuestros clásicos o de los franceses o ingleses, estilo Shakespeare. Me apetece hacer un personaje de esas características y cambiar un poco el tono de comedia —el cual a mí vitalmente me llena mucho— por un tono más dramático. Estoy en ese punto en el que quiero hacer un personaje dramático de un clásico español, si puede ser.
CJ: El tándem Pep Antón y Carlos Sobera es sinónimo de éxito, lo hemos observado con Miles Gloriosus, Asesinos todos… ¿Podría volver a darse?
CS: Se va a dar seguro. Pep Antón y yo somos muy amigos, nos entendemos muy bien artísticamente. Me parece uno de los mejores directores escénicos que hay en este momento en España, además de tener un talento extraordinario escribiendo. En cuando acabe la siguiente función, Inmaduros, la cual se estrena en octubre, estoy seguro de que a principios de 2026 vuelvo a trabajar con Pep en un texto clásico, un texto moderno escrito por él o algo parecido. Esta unión artística entre los dos, aparte del éxito, nos produce una profunda satisfacción personal. Nos sentimos muy a gusto haciendo lo que queremos y entendiéndonos a la perfección.
CJ: Este año se aventura en otra nueva obra, Remátame otra vez, pero abandona el papel de actor para ocupar el de productor…
CS: La verdad es que se sufre más como productor. Para los que somos actores y estamos todo el día en el escenario, cuando producimos un texto que interpretan los compañeros parece que estamos haciendo pellas, que no estamos en nuestro lugar y estamos haciendo mal. Eso nos hace preocupamos todavía más —yo diría incluso que en exceso— por que todo salga bien, que los actores y directores estén contentos, que el público disfrute… El estreno y la marcha de la función nos llena de inquietud, muchísimo más que si actuáramos en ella. Es terrible en ese sentido la diferencia que hay.
CJ: Si pudiese dar un consejo al Carlos del pasado, ¿cuál sería?
CS: Déjate llevar, despreocúpate. Los actores nos preocupamos por todo continuamente, desde nuestro futuro hasta por la calidad de nuestro trabajo. Siempre estamos preocupados y creo que lo que tenemos que hacer es liberarnos de todo tipo de ataduras y dejarnos llevar, sobre todo por nuestro instinto, debemos confiar más en él. Ser libre, porque al final eso te recompensa mucho más que la preocupación.