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‘O tasqueiro’, de Aki Kaurismäki: Una lección aprendida

'O tasqueiro', de Aki Kaurismäki.
'O tasqueiro', de Aki Kaurismäki.

En sus Notas sobre el Cinematógrafo (1975), el cineasta francés Robert Bresson esbozaba, mediante un compendio de aforismos, el conjunto de herramientas que, a su juicio, permitirían al medio cinematográfico emanciparse de los códigos heredados de la literatura y el teatro, tantas veces castradores, a ojos del director, de las inmensas posibilidades expresivas de una forma de arte que tenía el deber de hallar una entidad lingüística propia. “Lo que ha pasado por un arte y conserva su marca ya no puede entrar en otro”, consideraba el francés. “El cine busca la expresión inmediata y definitiva por medio de mímica, gestos y entonaciones de voz; tal sistema excluye forzosamente la expresión por medio de contactos e intercambios entre imágenes y sonidos y las transformaciones que de ellos resultan”, añadía.

En las imágenes del cineasta Aki Kaurismäki (Orimattila, Finlandia, 1957) resuena el pensamiento fílmico de Bresson: la apuesta por una economía narrativa decididamente austera; la reducción al mínimo de la expresividad de los intérpretes –los ‘modelos’, que diría el francés–; la dilatación de los tempos, reforzada con el perfecto contrapunto de un montaje radicalmente elíptico –“no corras tras la poesía, ella solo penetra por las junturas”, en palabras de Bresson–; la concepción de las imágenes –planos fijos en su mayoría, cercenadores del espacio en retazos a la manera de las piezas de un puzzle– como partes de un todo que únicamente mediante su ligazón sintáctica adquieren verdadero poder y valor.

El cineasta finlandés Aki Kaurismäki.
El cineasta finlandés Aki Kaurismäki.

O tasqueiro, la aportación del finlandés al largometraje colectivo Centro Histórico (2012), se antoja perfecta recapitulación del estilema de todo su corpus fílmico, relatando una jornada en la vida de un humilde tabernero que, desafortunado en cuestiones de amor y empleo, busca sin demasiado éxito encontrarle sentido a su gris y mundana existencia; un trabajo rebosante de lirismo que se articula, sin embargo, desde la pulcritud y la mirada ascética propias de la poética de Kaurismäki. Así, es a través de la herencia formal bressoniana como el finlandés, cineasta de la clase obrera, huye de las formas propias del cine social –que tantas veces peca de lacrimógeno– para apelar a la conciencia de clase ya no desde una llamada a la catarsis, sino mediante una distancia decididamente brechtiana, capaz de tornar verdaderamente crítico al espectador que enfrenta la ficción.

En una apuesta formal expresiva en la que el hieratismo de la representación –“oponer al relieve del teatro lo liso del cinematógrafo”, retornando a Bresson–, el trabajo con los colores primarios y el uso irreal de la iluminación se antojan pilares clave –recursos recurrentes en toda la filmografía de Kaurismäki–, O tasqueiro retrata, desde una sobriedad estilística –y una distancia irónica– que no impide sin embargo que las emociones del personaje trasciendan los límites de la pantalla, las dos grandes formas de pobreza que aquejan al individuo contemporáneo: la penuria del bolsillo, la miseria del alma. Kaurismäki observa sin juzgar lo que acontece y, sorteando todo posible diálogo, articula su ficción en forma de un paradójico soliloquio mudo, donde el paisaje interior de su protagonista emerge precisamente del absoluto silencio que envuelve su quehacer cotidiano.

La aspiración última del cine, esbozada en las notas de Bresson: “Alcanzar ese ‘corazón’ que no se deja atrapar ni por la poesía, ni por la filosofía, ni por la dramaturgia”. Una lección aprendida por el finlandés, sin duda alumno aventajado.

Cortometraje completo.

Pelayo Sánchez

Escribidor busca perder el miedo a la página en blanco.

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