‘Black Mirror’ vuelve a pisotearnos sin piedad

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Lacie, Nosedive, Black Mirror

¡Alerta spoiler!

La nueva temporada de Black Mirror ya está aquí gracias a Netflix y, además, con el doble de capítulos.

Por suerte, la serie de Charlie Brooker no ha bajado el ritmo en su tercera entrega, no se ha ablandado, aunque deja entrever algún halo de esperanza al que no estábamos acostumbrados. Pero la crítica al mundo tecnológico sigue siendo voraz y cada episodio es una terapia de inmersión en las múltiples consecuencias de una sociedad que vive absorta en sus pantallas.

Nosedive, el primer capítulo, nos sumerge en un mundo en el que cada persona lleva adjunta un nivel de puntuación, otorgado por los demás según su nivel de interacción. Evidentemente, para escalar socialmente, es fundamental obtener una puntuación alta y constante, que se consigue, cómo no, con dispositivos electrónicos como el smarthphone. Vamos, un símil puro, duro y retorcido de la obsesión actual por los likes en las redes sociales.

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Lacie en plena obsesión por obtener la puntuación más alta.

En Playtest, un aventurero que se queda sin dinero, decide ofrecerse como ‘’cobaya humana’’ para experimentar con un juego de lo que podría llamarse, realidad virtual inmersiva. El susodicho queda a merced de sus propios miedos y descubrimos que la mente puede ser nuestro peor enemigo. Este episodio da que pensar. ¿Hasta qué punto estamos seguros con este tipo de videojuegos que poco a poco van abriéndose paso en el mercado?, ¿sabremos distinguir con claridad lo que es real de lo que no?, ¿cómo nos afectará?

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Comenzando el juego.

Shut Up and Dance. En este episodio es posible que encontremos una realidad a la que estamos más acostumbrados. Se trata de la amenaza hacker. El capítulo se centra en un joven que, por error, descarga un malware que activa su webcam sin darse cuenta y a raíz de ahí es grabado y sobornado por los hackers. Sin embargo, lo más impactante es la tortura psicológica a la que se somete a los personajes, convirtiéndolos en una especie de marionetas que controlan bajo sus hilos. Angustia asegurada.

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Hacia un destino peligroso.

San Junipero es, sin duda, el episodio más especial de esta temporada porque nos presenta algo totalmente diferente, una historia de amor entre dos chicas en la década de los ochenta. Hasta ahí bien. Pero en San Junipero hay muchas lecturas, y la más importante es la de la nostalgia, la de volver al paraíso perdido. Y como en todo paraíso, también hay un purgatorio y un infierno, convertidos en esta ocasión en salas de baile. Aquí Black Mirror plantea, siempre con la tecnología presente, ¿qué elegiríamos si pudiéramos vivir eternamente en esa época dorada?

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¡Que vivan los ochenta!

Men Against Fire, otro episodio lleno de polémica. ¿Qué pasaría si los soldados de guerra pudieran elegir lo que ven al matar? Si no escucharan los gritos de las víctimas, no olieran la sangre, no viesen, literalmente, a seres humanos ante ellos… Suena cruel, ¿verdad? Pues así es la realidad que presenta Black Mirror y que, por alguna siniestra razón, no la vemos como algo imposible.

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A punto de descubrir la verdad.

El último capítulo de la temporada, Hated in the Nation, es un ‘homenaje’ en toda regla a los llamados trolls de las redes sociales. Black Mirror nos enseña que el odio es una herramienta que los seres humanos utilizamos sin medida, de forma descarnada, y la mayor viralización de nuestra era se encuentra en nuestras pantallas.

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¿Qué se esconde detrás de esas plantas?

Y hasta aquí, una vez más, la bofetada de una realidad apocalíptica, pero posible. En eso reside la magia de Black Mirror. Porque su creador, Charlie Brooker, en contra de lo que pueda parecer, no desprecia la tecnología, al contrario. Lo único que pretende es tocarnos el hombro y decirnos: ¡cuidado, que ‘no se te vaya de las manos’! Y vaya si lo consigue…

Aránzazu Díaz Huerta

''Dadme dos horas de actividad al día y me pasaré las veintidós restantes soñando.'' Luis Buñuel

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