Almudena Grandes, la voz de la memoria

La escritora Almudena Grandes
Fallece a causa de un cáncer la escritora española Almudena Grandes

«Yo creo que la literatura no tiene que ver con las respuestas, sino con las preguntas», decía Almudena Grandes en Las edades de Lulú (1989), la novela con la que comenzó esta aventura. Y generar preguntas es, precisamente, lo que trató de hacer con mucho acierto la escritora, convertida en una de las voces más importantes y valiosas del panorama literario español. Desgraciadamente, el pasado 27 de noviembre Almudena Grandes nos dejaba a la edad de 61 años a causa de un cáncer. Un día marcado por el dolor de todos aquellos que la querían y leían.

Con sus novelas despertó en el lector inquietudes antes adormecidas, imposibles de plantear en una sociedad que pretendía avanzar desdibujando el camino. Feminista mucho antes de que el concepto se materializase, Almudena Grandes deja con su muerte un vacío ya difícil de salvar en un público que, afín o no, acabó prendido de ella. De su prosa, de su voz ronca y de su perenne alegría a pesar de todo, de esa que tanta fortaleza le concedió.

La escritora Almudena Grandes. Iván Giménez.

Grandes, que en 2018 fue galardonada con el Premio Nacional de Narrativa por su obra Los pacientes del doctor García, hizo de la literatura su mejor arma para comunicar todo aquello que creía imprescindible. Con la tenacidad de sus palabras, de sus historias, tan insondables como reales, y de sus definidos personajes contó lo que muchos se negaron a creer. A ver. A admitir.

Fue, como bien sostuvo José Antonio Zarzalejos en su obituario, «la pluma de una España que estaba siempre en lucha permanente«. Y con esta afilada pluma fue tejiendo en sus novelas parte de la Historia de nuestro país, narrando siempre desde el emisferio de los vencidos, que no perdedores, y de unas mujeres fuertes, como ella, que rompieron con lo establecido y revelaron la realidad de una época en la que fueron privadas de espacio.

Novelas como Te llamaré Viernes (1991), Malena es un nombre de tango (1994), Atlas de geografía humana (1998), Los aires difíciles (2002), Castillos de cartón (2004) o El corazón helado (2007), todas ellas publicadas en Tusquets, fueron cimentando su renombre, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Y fue justamente con esta última, que le mereció el Premio José Manuel Lara, donde la escritora atendió por primera vez a las vidas y relatos de los exiliados republicanos y sus descendientes. De este modo, comenzamos a ver en ella, siempre comprometida con la justicia y sus ideales, nuestro particular proyector de la memoria

Almudena Grandes. I. G.

Benito Pérez Galdós ejerció gran influencia en su prosa, aunque sin perder jamás ese estilo suyo tan íntimo y personal. Y por ello, Grandes inició en 2010 un nuevo desafío literario. Con una evidente esencia galdosiana de la que siempre se hizo eco, creó los recientes Episodios de una Guerra Interminable, una saga de seis novelas que ahondan en lo más terrible del siglo XX español y que parten de Inés y la alegría (2010). En estos libros habla sin tapujos sobre los malogrados de aquellos años, de familias que, aun siendo pobres, enriquecieron de amor y dignidad. Relatos incómodos con los que la sociedad solía mirar para otro lado.

A lo largo de su vida contó con muchos detractores, aunque no tantos como seguidores. Aquellos que se declaraban amantes de sus novelas y que ahora, con su ausencia, se encuentran desamparados y huérfanos de literatura. Y es que méritos hizo, desde luego, con la cercanía y naturalidad que rezumaban sus palabras. Vivió enamorada hasta la médula del poeta Luis García Montero, su marido y leal compañero hasta el fin de sus días. Un amor del que ambos nos hicieron partícipes al permitirnos leer a lo largo de los años sus sinsabores y alegrías más sinceras. Un amor que muchos de nosotros hemos soñado con hallar, tan verdadero, tan auténtico.

Almudena Grandes se ha ido, sí. Demasiado pronto y con muchas historias aún por contar. Pero no nos ha dejado. Y jamás lo hará. Ella, ahora, estará presente en las estanterías de nuestra Historia, en el alma y, sobre todo, en la memoria de un país que le debe mucho. Y mientras tanto, guardaremos y recordaremos su sin par talento y su alegría. Y la seguiremos esperando, como dijo García Montero en Confesiones, uno de los poemas dedicados a su esposa en su libro Almudena, «más cerca de la luz y de la tierra».

Raquel Pablo Alcalá

Graduada en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Siempre entre páginas y acordes, y sin perder el sur como norte.

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