Artemisia Gentileschi, la mujer que se retrató decapitando a su agresor

En el Día Internacional de la Mujer, recordamos a una de las pioneras del arte barroco (y feminista) del siglo XVII

La historia de Artemisia Gentileschi es una no solo de superación, sino una de injusticias y opresión. De venganzas servidas en plato frío y, sobre todo, de mucho arte.

Artemisia nació en 1593, en Roma. Hija de un pintor (Orazio Gentileschi) y la única mujer de la familia, pronto encontró una pasión entre los pinceles que abundaban en el taller de su padre. Tristemente, la pintura no era algo que estuviera al alcance de una mujer hecha y derecha. Aun así, su padre cedió al sueño de Artemisia, tras la negativa de la joven a ingresar en un convento. Orazio sabía que su hija tenía talento y con 16 años, accedió a ofrecerle una formación académica. Posteriormente, esto le abrió las puertas a convertirse en la primera mujer miembro de la Accademia di Arti del Disegno de Florencia.

Sin embargo, por mucho que triunfara Artemisia y se codeara con la flor y nata de la sociedad italiana, el mundo de la pintura era un mundo de hombres. Y para su desgracia, quien le enseñó a pintar formalmente fue Agostino Tassi, su agresor sexual.

«Mostraré a Vuestra Señoría Ilustrísima lo que sabe hacer una mujer»

Artemisia Gentilischi, en una misiva con Antonio Ruffo (1649)

Venganza a la barroca

La pintora se negó a ser víctima, pudiendo ser superviviente. Gracias a su fuerza, Artemisia nos ha dejado un legado clave para comprender que también se puede hacer una lectura feminista del Barroco.

La obra clave de Artemisia nos presenta a Judit decapitando a Holofernes. La escena está sacada de un episodio bíblico del Libro de Judith del Deuteronomio y a su vez, también basada en la pintura que Caravaggio realizó pocos años antes. Sin embargo, como ya se ha ido avanzando, lo que esconde es un autorretrato de la autora y de su maestro, amigo de familia y agresor sexual (Tassi). 

La intención con la que la Artemisia de 18 años pintó esta escena nació de un sentimiento de venganza, ira, engaño, tristeza… y muchos otros estados de ánimo que surgen cuando una mujer joven es violada y nadie la cree, incluso con un juicio de por medio.

Obra pictórica 'Judit decapitando a Holofernes', de Artemisia Gentileschi.
Judit decapitando a Holofernes, Artemisia Gentileschi. Óleo sobre lienzo (1613). Galleria Uffizi, Florencia (Italia)

Aunque el lienzo haya sido antaño catalogado como «demasiado violento», si es comparado con el original de Caravaggio, se puede apreciar que éste es hasta sutil. La pintura refleja ese contraste entre la tranquilidad con la que Judit le corta la cabeza a un Holofernes que, indefenso en un sueño nocturno, está siendo retenido y ya ha perdido la luz de la vida en la mirada. 

Para ello, en el más puro estilo barroco, Artemisia deja el fondo del enorme lienzo pintado de negro, en una completa sombra que simula la noche. No importa tanto lo de atrás como lo que sucede en primer plano y por ello, la pintora ilumina la escena con una luz dorada que resalta los rostros y la sangre sobre las sábanas blancas, salpicando sus vestidos. Se recrea así un perfecto claroscuro que, en contra de lo esperado, no hace de la escena una violenta sino una llena de justicia. El perfecto final que desea Artemisia.

Restaurar el honor

En el siglo XVII, la violencia sexual no se consideraba un delito contra la mujer, sino contra el honor familiar (o lo que viene siendo lo mismo, el honor del padre). En 1612, Tassi se aprovechó de su proximidad a Artemisia y de la ausencia de su padre para abusar de ella. Los Gentileschi decidieron tomar la vía judicial contra Tassi, no solo por la violación tan horrible que sufrió, sino porque Tassi había prometido casarse con su hija, para «librarse» de la represalia.

Huelga decir que tal cosa no pasó y Artemisia se encargó en el juicio de recalcar los engaños y la violencia que sufrió. Pero el tribunal fue excesivamente duro con ella, sometiéndola a varias torturas durante sus declaraciones (incluido un peligroso examen ginecológico). Algunos de los «testigos» aseguraron que tales hechos nunca sucedieron y que Gentileschi no solo era una mentirosa, sino que sus actitudes dejaban mucho que desear en una joven «pura y casta».

Finalmente y tras el horrible proceso, se descubrió que no era la primera vez que Tassi incurría en el mismo delito. Las penas en esa época oscilaban entre un máximo de cinco años de cárcel o el exilio. Por supuesto, el culpable eligió este último, quizás a sabiendas de que el dinero e influencias todo lo pueden, incluso revocar la pena impuesta (lo que, efectivamente, sucedió).

El final del cuento de miedo

Artemisia vio parcialmente saciada su sed de justicia. Con Tassi fuera de la escena, la joven se dedicó a pintar con más ahínco a mujeres fuertes de la Biblia y los mitos. Hoy las llamaríamos feministas, pero Artemisia no conocía tal vocablo, pese a compartir el mismo espírito de reivindicación y lucha.

Por supuesto, la sociedad la siguió juzgando como la verdadera culpable y hasta contrajo un matrimonio acordado para calmar el escándalo. La pintora se negó a dejarse amendretar y se forjó una amistad con Galileo Galilei y los descendientes de Miguel Ángel. Frecuentaba los círculos intelectuales de la época y, en general, hizo lo que quiso con su vida.

Tras su muerte, su nombre quedó olvidado hasta inicios del siglo XX. Afortunadamente, hoy podemos seguir hablando de ella y de lo valiente que fue al plasmar su historia en un lienzo que sobrevive a los tiempos, inmortal.

Paloma Escudero

Periodista y aprendiz de técnico audiovisual. Seguidora de la literatura de fantasía, aventuras, los TTRPGs y la música clásica. A ratos, escribo mi opinión.

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