La Navidad es la época del encuentro por excelencia con la familia y los amigos. En estas reuniones acabas juntándote tanto con tu tío que llora aún la despedida de Serrat, como con tu primo pequeño punki que te pregunta si has escuchado el nuevo disco de La Élite. Algo similar ocurre en el ciclo de conciertos Madrid Brillante que, con un cartel muy acertado, formado por grupos consolidados y emergentes, ha reunido en esta última edición a un público muy variopinto.
El Teatro Barceló fue uno de los lugares de estos encuentros navideños, en el que esta extraña mezcla llamó la atención en conciertos como el que ofrecieron Los Hermanos Cubero y Kokoshca. Los primeros, los hermanos Enrique y Roberto Ruiz Cubero, ataviados con su particulares trajes y su austera puesta en escena, trajeron un pedacito de su tierra, Guadalajara. Su música tradicional de plaza de pueblo recuerda al folk estadounidense de Woody Guthrie o Bob Dylan, y es de ese tipo de música que no pasa de moda, porque no intenta estarlo. Como si de unos trovadores se trasasen, los Cubero utilizaron el banjo, la guitarra y el violín folk para hacer bailar al público jotas, seguidillas y pasodobles, pertenecientes a sus álbumes Errantes Telúricos (2021) y Quique dibuja la tristeza (2018).
Después de los sombreros de cowboy aparecieron las chapelas. Y es que Kokoshca, grupo de Pamplona nacido en 2008, al subirse al escenario agradeció a un público (ya más millenial que boomer) los aplausos con un «eskerrik asko». La banda de Iruña presentó su último EP, Nuestro Futuro, en el que han convertido sus frustraciones en letras. Y en nuestro futuro no cabrá ninguno / Que hipoteque su vida por un puto curro. En su actuación destacaron las voces de sus fundadores, Amaia Tirapu e Iñaki López, pero también los tintes funk rock de sus canciones, no exentas de politización, como se escuchó en Himno de España: España eres pueblo traicionado / Por la Iglesia, sus castas, las fuerzas armadas / Eterno es el conflicto que hay.
Pero fueron La Paloma y El Buen Hijo los encargados de clausurar Madrid Brillante, y con ellos apareció un público mucho más joven. Los grupos, que surgieron en 2018 y 2016 respectivamente, son de esa categoría ya tan habitual de bandas cuyos miembros están «pluriempleados» en lo musical. El Buen Hijo, formado por Marco, Cham, Miquel, Daniel y Alicia Ros, vocalista y bajista también de las Cariño, son una mezcla entre los Pecos y el grupo ficticio Los Happiness (sí, los de Amo a Laura), pero más cañeros. La Barceló estaba más llena que el día anterior, y el público coreó tanto las canciones de su nuevo EP, Pasatiempo, como las de su álbum ¡PAN, PAN, PAN! (2021). Quizá por eso El Buen Hijo dio uno de sus conciertos más entretenidos de este año.
Al igual que La Paloma, ya que la banda formada por Nico, Juan, Tomás y Lucas Sierra, bajista también de Menta, tras su gira por Latinoamérica parece que han venido con aún ganas de demostrar que no son solo otro grupo más de noise-pop. No habían tocado casi ni dos canciones cuando se formaron pogos de los que salían gritos como En una terraza de Bravo Murillo espero a la muerte. La banda, afincada en Tetuán, se mostró confiada y aprovechó el entusiasmo del público por su último EP, Todo esto, para tocar canciones del que será su primer disco, Todavía no, que saldrá en febrero.
Con un: «Felices fiestas», La Paloma se despidió y con ellos el ciclo Madrid Brillante, que tras seis jornadas puso fin a su particular fiesta de Navidad, capaz de satisfacer los gustos de varias generaciones y de demostrar que lo importante en estas ocasiones es compartir la pasión por la música en directo.
