«Brinco ha aprendido a callar y tiene miedo a las palabras»

“Tras las palabras hay mucha represión y él prefiere coger la moneda y comprar el amor y la compañía. Le tiene pavor a estar solo” dice Miguel Ángel Silvestre sobre su personaje en Todo es Silencio. No obstante, poco se parece en la realidad a Brinco, puesto que el actor, dicharachero y cercano, se encuentra en un momento muy dulce de su carrera, ya que el próximo año también estrenará película bajo las órdenes de Almodóvar: “la dedicación y las horas casi siempre son las mismas. En Todo es Silencio, José Luis quería contar poesía y no criterio de realidad y Pedro nos daba mucho material de información, pero nos dejaba libertad absoluta para la espontaneidad. Da mucho vértigo pero es muy satisfactorio trabajar así”, comenta Silvestre. 

Ambas películas difieren mucho entre sí, de la comedia al drama, permitiendo al artista desarrollarse en su profesión en diferentes niveles: “tengo muy claro lo que me gustaría hacer como actor y, hoy por hoy, considero que es correcto aquello que mantenga viva y fuerte tu ilusión. Me sentí muy a gusto en Todo es Silencio, porque pude profundizar en las heridas de Brinco”. De hecho, así se refleja en la interpretación estudiada e introspectiva de su personaje, que en palabras de Silvestre “ha aprendido a callar y tiene miedo a las palabras”. Y éste es precisamente el hilo conductor de la película, el silencio, donde los primeros veinte minutos del largometraje nos enseñan una poesía basada en las metáforas y la inocencia infantil con que se las trata. La amistad de tres chicos se desarrolla, posteriormente, con un corte narrativo que nos adelanta 20 años en el tiempo. Un magnífico Juan Diego junto con Quim Gutiérrez, Celia Freijeiro y Miguel Ángel Silvestre nos muestran el dilema de la fidelidad, la amistad y el amor en esta parte de la película,  que a veces tiene tintes inconexos donde el espectador se pierde, debido a una difícil adaptación del libro de Manuel Rivas

Aún así, es destacable la labor grupal para llevar al espectador un pedazo de ese silencio cómplice que se desprende de la ilegalidad y que poco tiene en común con otros lugares. En palabras de Miguel Ángel Silvestre: “el narcotráfico en Galicia es algo mucho más familiar, de padres, abuelos e hijos. Está basado en el silencio de un pueblo”.

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