The New Raemon y el sobrecogedor juego de equilibrios

The New Raemon sobre el escenario | Foto de Guillermo Chaparro
The New Raemon sobre el escenario | Foto de Guillermo Chaparro

En ocasiones, para empezar bien, hay que empezar por el principio. Y así lo hacía la banda The New Raemon al completo, el pasado jueves 3 de marzo, en la madrileña sala Joy Eslava. Sin preámbulo, y bajo muchas ovaciones, los componentes optaron por calentar motores con Una historia real, la primera canción de su álbum más exitoso Oh, rompehielos (2015). El vocalista, Ramón Rodríguez, aparecía vestido de negro, con americana, vaquero y unos zapatos de estética Dr. Martens. Un estilo sobrio y elegante que no pasaba desapercibido y encajaba con su puesta en escena. El público, un poco descolocado aún, tarareaba por debajo de la nariz el single del mencionado álbum. Algunos recién llegados se abrían paso a codazos para colocarse en el centro de la sala. Ramón empezaba a animarse en la tercera canción, uno de sus hits más bailables, que el público reconoció rápidamente: La reina del Amazonas. Las cabezas se tambaleaban de un lado a otro, al ritmo de ese “embriagadora y llena de virtud”, que suena tan potente en la canción de la banda catalana. El juego acababa de empezar y no arrancaba nada mal.

Ramón Rodríguez tocando con el invitado Miguel Rivera de Maga | Foto de Guillermo Chaparro
Ramón Rodríguez tocando con el invitado Miguel Rivera de Maga | Foto de Guillermo Chaparro

“Vamos a tocar ahora la que tenemos con la letra más rara… Fue casi imposible hacerla encajar en el disco”, balbuceaba Ramón. En cuanto sonaron los primeros acordes, algunos miembros del público dejaban escapar un “Ahhh”, dando a entender que reconocían la dinámica canción, Estupendamente, del segundo LP de The New Raemon, La Dimensión Desconocida (2009). Ramón estuvo acompañado por Marc Prats (teclado), Pablo Garrido (guitarra), Salvador d’Horta (batería) y Pep Masiques (bajista). Aunque la estrella por excelencia fue el percusionista Marc Clos, que hacía virguerías con el vibráfono Musser M55g. Lo tocaba estratégicamente con distintos objetos y, a la vez, danzaba convulsionando el cuerpo al ritmo de sus golpes.

La entrada de Miguel Rivera de Maga marcó un punto de inflexión en el transcurso del concierto. El cantante de Maga, que estaba celebrando esa semana el 15 aniversario del grupo, se dejó acompañar por The New Raemon, deleitando al público con la animada Sucedáneos. El buen humor y la sonrisa permanente del invitado impregnaron la sala y supo transmitir el buen rollo, que persistió durante el resto del concierto.

Ramón de The New Raemon en uno de los momentos íntimos del concierto | Foto de Guillermo Chaparro
Un Ramón muy seguro de sí mismo se movía con vitalidad al ritmo del compás que marcaba con el pie | Foto de Guillermo Chaparro

A partir de la aparición de Miguel, el ambiente se fue distendiendo. Un Ramón muy seguro de sí mismo se movía con vitalidad al ritmo del compás que marcaba con el pie. La guitarra se convertía en su muleta y el micrófono en una boca deseosa de sus palabras. “Vamos a tocar la canción más triste, pero… es muy bonita”, decía entre risas y sonrojos, anunciando el esperado nuevo single de su último trabajo: El Yeti. La canción, que fue una sorpresa para muchos, siguió con la percusión de Marc Clos y empalmó con Quimera, uno de los trabajos de The New Raemon con la letra más directa y sincera, para terminar con un espectacular solo del batería. El público, más animado, se movía al ritmo que marcaba la banda y levantaba los brazos para cantar al unísono Lo bello y lo bestia y Risas enlatadas. Ramón apoyaba la nariz en el micrófono, cerraba los ojos con fuerza y, cuando los abría, cruzaba la mirada de forma aleatoria con alguien del público. En ese momento, la energía traspasó definitivamente el escenario e impregnó todas las esquinas de la sala con esa acentuada y penetrante melodía que caracteriza a la banda. The New Raemon, combinando ritmos lentos con otros más acelerados, demostraba tener experiencia en el juego. En este sensacional juego de equilibrios.

“Después de tanta oscuridad vamos a tocar unas canciones bonitas que no he escrito yo, sino mi amigo Ricardo Lezón de McEnroe”, gritaba Ramón Rodríguez para presentar al último invitado de la noche. La potente y grave voz del vasco tomó protagonismo en ese maravilloso dúo. Cantaron Agosto del 94, Rugen las flores y, finalmente, Campos magnéticos, canción que estuvo acompañada por un sonido eléctrico y un animado final acústico que auguraba una partida con intenso desenlace. “Esto es una hate song, y sólo la hemos tocado dos veces”, decía Ramón anunciando Desencuentros. “Un, dos, tres”, marcaba el vocalista en catalán para dar comienzo. La sala vivió uno de los momentos más íntimos arropados bajo los efectos de la iluminación y ese profundo “suerte con eso”, que se repite insistentemente en la canción. Y el ánimo general fue in crescendo con un hit tan trascendente como Por tradición.

El público de la sala Joy Eslava durante el concierto | Foto de Guillermo Chaparro
El público de la sala Joy Eslava durante el concierto | Foto de Guillermo Chaparro

Ramón Rodriguez presentó a los otros miembros de su equipo y, seguidamente, mano a mano con su guitarra española, tocó la canción más conocida de la banda: Te debo un baile. “No tengo dinero para ir al psiquiatra, así que escribo. No puedo parar de crear”, dijo cuando terminó, refiriéndose al siguiente tema, Galatea.

El momento de subidón esplendoroso llegó con La Cafetera y esa frase desgarradora que parece que cantándola uno sienta alivio: “Ahondando en lo profundo de las mierdas de este mundo”. Y, ahí estaba Marc Clos agitando unas modernas maracas como si estuviera preparando un cócktel. Un auténtico barman percusionista. Después de esto, sí, llegaba el fin y llegaba con Tú, Garfunkel: con la mala memoria, con Bailén y Vallfogona, con Los Beatles, los colchones y el arroz que se atraganta.

El concierto, que dio el pistoletazo de salida al ciclo Escenario Eslava, se convirtió en una experiencia emocional: la vitalidad de Miguel Rivera de Maga, la hipnótica voz de Ricardo Lezón. Incluso en el escenario la diversidad hablaba por sí sola. El ‘yin’, en el lado izquierdo, representado por el sosiego del piano y la guitarra. El ‘yang’, en el lado derecho, personificado por la enérgica percusión y el bajo. Y el vocalista y el batería, en el centro, distribuyendo las energías, fusionándolas y convirtiendo el espectáculo en un bonito y sobrecogedor juego de equilibrios.

Paula Baldrich Izquierdo

Quise ser Harry Haller. Luego, Arturo Bandini. Quise ser escritora maldita pero, con el pelo corto y las gafapasta, me confundieron con hipster y ya no hubo manera. Así que, aprovechando la oportunidad, me infiltro entre las masas para descubrir nuevas tendencias culturales y contarlas al mundo. Partidaria del periodismo de largo aliento y los viajes improvisados. Respecto a mi personaje... ya veremos más adelante qué pasa.

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