George Harrison y las cosas mundanas

George Harrison: Living in the Material World

Ni las casi cuatro horas que Martin Scorsese dedica a la figura de George Harrison consiguen despejar del todo las luces y las sombras del que, probablemente, fuera el beatle más complejo y del que, con toda seguridad, fue el que más cambió tras la disolución de la banda en 1970. Sí dejan buen sabor de boca, agridulce, pero muy bueno, el mismo que expresan las voces de los familiares, artistas y amigos que guían al espectador a lo largo de George Harrison: Living in the Material World: la sensación de que él marcó una profunda huella en nuestras vidas, aunque nosotros nunca llegáramos a conocerlo lo suficiente.

La idea de que el reino del músico no era de este mundo se hace más firme a medida que el film se aproxima al momento de su muerte, y, sin embargo, convive, gracias al excelente trabajo de documentación de Scorsese, con momentos muy profanos del ex beatle, como su llamada a Tom Petty, una de las voces de esta biografía, tras la muerte de Roy Orbison, cuando le preguntó «¿No te alegras de no haber sido tú?».

Porque Harrison era un hombre de blancos y negros, capaz de iluminar, en palabras de su segunda esposa, Olivia Harrison, la habitación en la que estaba y de abandonarse al misticismo junto al cuestionable Maharishi, pero también de producir e incluso prestarse a un cameo en una de las películas más críticas con las tres grandes religiones, La Vida de Brian.

Capaz también de ceder el paso a su amigo Eric Clapton -uno de los testimonios más sinceros- sin posteriores aspavientos públicos ni una sola renuncia a la elegancia cuando éste decidió cantarle a su esposa Pattie Boyd eso de Layla, me tienes de rodillas, y de después esmerarse en triquiñuelas, hasta casi el último día de su vida, para no pagar impuestos. Un tipo de otro universo, pero que no se olvidaba de las cosas mundanas.

George Harrison: Living in the Material World
George Harrison: Living in the Material World

Y, por supuesto, la música. Porque éste es un retrato sin voz en off ni apenas notas al pie, que no sucumbe al morbo ni deja que apariciones como la de Paul McCartney, Yoko Ono y el cada vez más esperpéntico Phil Spector eclipsen a lo verdaderamente importante: el latido de las canciones y los ojos de Harrison.

Unos ojos que, como recuerda la fotógrafa Astrid Kirchherr, «parecían captar de qué iba todo al instante», que devuelven la mirada a quien se acerque a este documental, que cumplirá con la expectativa que, irónicamente, anida en el interior de todo fan que se precie: la de encontrar destellos de este mundo en aquel al que ensalzó como a un dios.

George Harrison: Living in the Material World, en cines desde el 11 de noviembre

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