El punk cumple cuarenta años rodeado de ese aura que lo hizo tan popular. Muchos lo dieron por muerto pero, este estilo musical y social, sigue más vivo que nunca.
Era finales de los 60. El rock había dejado de ser un medio de expresión, sobre todo para los más jóvenes, y se había convertido en un mercado convencionalista más. Sin embargo, la influencia de la “invasión británica” o, lo que es lo mismo, The Beatles, The Who y The Rolling Stones, y el sonido ruidoso del garage rock, auguraban el despunte de un nuevo sonido de ritmos acelerados, volumen alto y guitarras distorsionadas que expresaban el descontento y el inconformismo hacia lo que consideraban una sociedad estricta y opresora. A mediados de los 70, estallaba la primera ola del punk, término despectivo que, directamente, hace referencia a ‘basura’ o ‘escoria’.
Grupos como The Ramones y Blondie en Estados Unidos, y Sex Pistols y The Clash en Reino Unido, pertenecían a dos corrientes distintas de este nuevo género: mientras que el sonido americano era sencillo, sin grandes arreglos y con una temática cotidiana, en el inglés imperaban las guitarras, los bajos y las baterías para ir más allá de una expresión musical hacia lo cultural y social.
Ninguna emisora o medio de comunicación respetable quería relacionarse con el punk, por lo que el movimiento adoptó la filosofía de “hazlo tú mismo” y, de esta forma, en 1976 nace en Nueva York la revista PUNK. En ella se hablaba acerca de todo lo que la sociedad de la época censuraba: las películas de serie B, cerveza, sexo, clubes y garitos mugrientos que ofrecían rock n’ roll. De igual forma, la moda punk alcanzó su auge gracias a Vivienne Westwood, que popularizó sus diseños con cadenas, imperdibles, agujas y accesorios sadomasoquistas y que vendía en su tienda SEX. En cambio, debido a los altos precios de su linea de ropa, los seguidores de esta estética preferían fabricar su propia ropa ellos mismos.
El 7 de junio de 1977, su Majestad, la reina Isabel II, cumplía sus’ bodas de plata’ en el poder y, ese día, se había organizado un desfile militar. Mientras tanto, un barco, el Queen Elizabeth, zarpaba a la caída del sol recorriendo el Támesis. Cuando la embarcación pasaba frente a los edificios parlamentarios, no era el himno nacional lo que sonaba por los altavoces, sino el tema Anarchy in the UK interpretado por los Sex Pistols, los mismos a los que su Majestad había prohibido tocar en suelo inglés. Resultado de la incursión: público enloquecido, músicos borrachos y veintidós personas detenidas (incluidos grupo y mánager). Los cargos: obstrucción a la autoridad, conducta amenazadora, borrachera y desorden, violencia y deshonra a la patria.
El historiador especializado en punk Alan Parker dijo en el documental Punk’s Not Dead: “Parece haber una línea invisible para todos los que alguna vez oyeron el punk rock, y esa línea va desde los Pistols, separándose en Winterland, hasta algo que no debería haber ocurrido. De pronto aparece Nirvana. Hay unos 15 años entre eso. ¿Y crees que el punk se fue de vacaciones durante 15 años? No. El punk siguió. El punk estaba saludable y espléndido. Pero siempre clandestino”.
Por su parte, la fotógrafa Jill Furmanovsky capturó el nacimiento del punk en Londres y fotografió a iconos como Debbie Harry, Sid Vicious y los Slits en clubs emblemáticos como el Roxy o el Rainbow.
A finales de los 70, con la muerte de Franco e iniciada la Transición, y gracias a la influencia de los grupos anglosajones, asoman los primeros indicios del movimiento punk en España con La Banda Trapera del Río y Kaka de Luxe. Pero es a principios de los 80 cuando surgen multitud de bandas y escenas musicales, con la llegada de la llamada Movida madrileña, el Rock radical vasco, y el hardcore barcelonés. Y la misma corriente de “hágalo usted mismo” se tradujo en las primeras discográficas independientes y radios libres.
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