2012. Una jovencísima Amaia Romero encaja, como puede, el “no” de Mónica Naranjo. Un momento que, en los últimos tres años, ha cobrado más fuerza que nunca. “Si los seres humanos, las personas adultas, no estamos preparadas para el éxito, imagínate una cría. Te juro, Amaia, que te estoy haciendo el favor de tu vida ahora que eres joven. Si ahora haces una pausa en el camino y lo retomas dentro de unos años, entonces volarás. Pero si te quedas aquí, con lo pequeñita que eres, te devorarán”, le dijo entonces Mónica Naranjo, y añadió que estaba segura de que se verían en unos años.
2017. Amaia Romero se proclama ganadora de Operación Triunfo tras un concurso impecable, en el que la pamplonica conquistó el corazón de todo un país. Y, viéndola muy de cerca, desde la mesa del jurado, Mónica Naranjo, probablemente pensando en tono jocoso: “Já, tenía razón”. Sí, Mónica, y menos mal que la tenías, porque España habría sufrido mucho si se hubiese perdido el talento de Amaia Romero.
Porque, sin ese talento, no habríamos escuchado nunca la joya que es su primer disco, ‘Pero no pasa nada’, ni habríamos podido disfrutar de este delicioso documental, dirigido por Marc Pujolar, que recoge el primer año de Amaia tras salir vencedora de OT 2017. Una joyita cinematográfica de tan solo 50 minutos en el que vemos a la Amaia más real.
Si en los tres meses de concurso la vimos reír y disfrutar de la música, aquí la vemos en todas sus facetas. Ya no es una niña que quiere ser cantante. Ahora es una mujer joven, que disfruta de su trabajo pero que también sufre con él. La vemos, en varias ocasiones, dudar de si lo que está haciendo es realmente lo que quiere ofrecer a su público; la vemos llorar cuando (y esto le ha pasado a más de un artista en los últimos años) alguien de su equipo filtró parte de su primer videoclip, con el agobio y revuelo que eso conlleva, o cuando, en la presentación de su disco, hubo más problemas técnicos que canciones. La acompañamos en ese viaje a su infancia, a su conservatorio en Pamplona, donde se reencuentra con su profesora y con el piano en el que ofreció sus primeros recitales.
La primera Vuelta al sol de Amaia
Para los fans, este documental es una verdadera delicia, un regalo que Amaia les hace desinteresadamente. Para los haters, será solo otra estrategia de marketing, sin sentido ni resultado. Lo cierto y verdad es que, a nivel técnico, es un documental bien construido, que se deja ver con facilidad. Es ágil, corto, en ningún momento se hace pesado. Y, lo que es más importante, consigue que el espectador sienta cierta empatía (y simpatía también) hacia esa niña que se intenta abrir paso en esa industria llena de gigantes que es la música.
Amaia repite varias veces, a lo largo del documental, que ella tenía claro que no quería hacer música que no la representase. Que quería rodearse de personas que realmente la inspiraran y le aportaran conocimientos y opiniones útiles, y así lo hizo. Contactó con Raúl Refree, Santiago Motorizado, Núria Graham…artistas independientes con una gran trayectoria musical que, en todo momento, le dieron su sincera opinión.
Lo peor del documental
Sin embargo, sí que hay ciertas partes negativas en el documental, partes que han decepcionado a los seguidores. A lo largo de los 50 minutos que nos tiene pegados a la pantalla, Amaia no revela nada nuevo. Ya sabíamos, o intuíamos al menos, que el proceso de desligarse de OT había sido difícil, que grabar y lanzar un primer disco, dada la expectación que había, era un reto. Pero no descubrimos las Américas con este documental. No vemos qué hay detrás de cada canción, en qué se inspira, cómo se hacen los arreglos.
Lo mejor del documental
Eso sí, si por algo conquistó Amaia a su público fue por sus versiones. Todo lo que toca esta chica lo convierte en oro, y lo mismo vuelve a suceder en Una vuelta al sol. Empezar de cero, de Yung Beef y La Zowi. Otra de Bestia Bebé, otra de Templeton. Maravillosas de la primera a la última, delicadas, íntimas. Puro arte.
Una vuelta al sol está ya disponible en Amazon Prime.
