En este «gastrobar» -nuevo término que empieza a ponerse demasiado de moda entre la oferta gastronómica española- las funciones de camarero y cocinero se confunden. Los platos, se comienzan a preparar en la cocina, pero son rematados en la misma mesa; da igual si tienen que hacer una carne, acabar de saltear unas verduras o cocinar un huevo a una temperatura de 350ºF. Así el comensal puede opinar, alabar, criticar, corregir, ser testigo del proceso de elaboración.
Son los comensales, precisamente, los que más sorprendidos se quedan al entrar al lugar ya que dispone de seis largas mesas en el centro para compartirlas entre todos. Si bien es cierto que al principio fui un poco reticente a compartir mesa con un desconocido, luego no está tan mal, y disponen del espacio suficiente como para que el otro no meta el tenedor en tu plato.
La oferta enológica es otra de las revoluciones de este restaurante. Como explica Paniego, su carta se compone únicamente de 40 vinos con la intención de ir rotando para que por allí pasen la mayoría de los vinos de la comunidad. Pero apuestan también por una opción muy novedosa; en Tondeluna está permitido llevarte tu propio vino sin ningún tipo de coste adicional. Es decir, que aparte del ahorro que puede suponer para tu bolsillo o la seguridad de saber que la elección del vino va a ser de tu gusto, esta iniciativa puede dar lugar a cosas tan curiosas como degustar un jamón de bellota, acompañado de un tetra-brick de Don Simón.
¿Hacia dónde se dirige la gastronomía española? ¿Se están desbordando con tanta emulsión, oxigenación, hidrogenación y demás palabros extraños que lo único que hacen es confundir al personal?
Puede que el ciudadano medio prefiera una vuelta al menú del día tradicional, o la mejor opción sea algo como esto; una cocina sabrosa, de calidad, novedosa, pero que cuando leas el nombre de los platos, no pienses que estás en un laboratorio en vez de en un restaurante.
Muro de la Mata, 9, 26001, Logroño, La Rioja.
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