Ramón Langa: “Nunca pensé que llegaríamos a ser tan tontos”

 “¿Te apetece entrar? Fuera hace frío y mañana tengo que estar completamente sano para ensayar” me propone Ramón Langa (Madrid, 1959) en nuestro encuentro tardío en la puerta de un acogedor bar en la calle Príncipe de Vergara. Accedo sin ninguna duda: “su voz es lo primero”, pienso. Y en seguida me viene la idea de Bruce Willis y Kevin Costner hablando con una voz distinta a la suya y no me los puedo imaginar.

Ramón Langa

Una vez dentro, los trabajadores de ‘Bendita Locura’- así se llama la cafetería- le saludan por su nombre de pila y, encantados, nos ceden la planta de abajo para nuestra charla. Esta estancia está llena de detalles cinematográficos, las estanterías poseen libros sobre el séptimo arte y en las vitrinas destacan cámaras Super-8 y proyectores de cine clásicos,  “lo cierto es que soy un apasionado del cine”, confiesa el actor, “de pequeño me regalaron un Cinexin y desde entonces he sabido a lo que quería dedicarme”, afirma.

Ramón Langa comenzó sus estudios de arte dramático a los 21 años y es a lo que actualmente más dedica su tiempo. Interpretar en el cine y el teatro “es un juego maravilloso sin el que no podría vivir actualmente. Yo soy muy aventurero en todos los aspectos de mi vida y esta profesión es de mis aventuras favoritas” confiesa. A pesar de esto, durante aproximadamente 15 años dejó las tablas escénicas a un lado, se refugió entre bambalinas y dedicó la mayor parte de su tiempo al doblaje de la mano de Salvador Arias, su maestro.

Su voz la reconocemos como habitual en personajes tan famosos como John McClane en La Jungla de Cristal o John Dunbar en Bailando con Lobos, pero lo que no sabíamos es que para personificar de manera adecuada estos personajes en un estudio de doblaje “tan sólo hay que ser un buen imitador”, revela él mismo. “El trabajo interpretativo ya está hecho y te toca ser fiel al actor original para que no chirríe de cara al espectador. Por eso es mucho más divertido doblar a un dibujo animado, te permite crear casi desde cero al personaje y actuar como tu estimes más adecuado según el guión” relata Ramón Langa. Y es entonces cuando me acuerdo de Gil, aquel pez atormentado de Buscando a Nemo que él dobló allá por 2003 y del que me declaré muy fan.

Comenzó su carrera hace casi cuarenta años y aunque sabe que las cosas han cambiado, admite que hay ocasiones en las que no reconoce su propia profesión.


¿Qué es lo que más le impresiona ver que ha cambiado en este oficio?

Ha cambiado mucho, desde que yo empecé hasta ahora es como si fuera otro planeta. Lo primero es que, ahora, tienen más poder de decisión sobre una obra artística las cadenas que los propios directores o realizadores, cuando en muchas ocasiones los encargados de estos departamentos no tienen ni idea ni de interpretación ni de cine.

Antes, a un actor o a una actriz se les consideraba aptos dependiendo de su talento; la gente estudiaba arte dramático, se preparaba, leía los clásicos, iba a cursos, aprendía a luchar con la espada, incluso la dicción era más profesional. Hoy en día, siempre desde mi punto de vista, en muchas ocasiones el único filtro que debes pasar es ser conocido y tener miles de seguidores en Instagram. Yo soy un conservador en este sentido.  Un actor, por muy famoso o guapo que sea, si no me sabe transmitir o no me creo el personaje, yo como productor o director lo descartaría. Y eso no tiene por qué ser ni antiguo ni pasado de moda, todo lo contrario.

Hay algunos representantes que te dicen que si no estás Instagram no eres nadie, y yo me pregunto, ¿y los actores de verdad donde están?

Con esta realidad, ¿podría señalar dos pros y dos contras de la profesión?

-Hay mucho de todo, – se ríe genuinamente, como cuando preguntas por el ingrediente secreto de la Coca Cola.- Uno de los principales contras es que la adrenalina que te produce el público en el escenario es una droga muy peligrosa porque gusta mucho y luego cuando no la tienes te puedes sentir fracasado. Esto se une a que es un oficio muy inseguro y muy cruel, conozco a gente del sector que ha estado en la cima y de repente ya no le llama nadie. Además, en el terreno personal, es una carrera en la que trabajas con tus emociones y eso te puede jugar malas pasadas. A veces te metes tanto en un personaje que luego hasta que te desprendes de él tienes sentimientos encontrados.

Por supuesto gran parte de los pros no están tan alejados de sus contrarios. Para mí la sensación que me provoca cuando veo a la gente levantarse de sus butacas en el teatro a aplaudir no la obtengo con nada más. Saber que tu trabajo ha movido algo dentro de la gente, lo reconozcan, y me vengan a saludar incluso por la calle, me parece fantástico. Hay gente hipócrita a la que este tipo de gestos le molesta, pero como decía Harrison Ford: “son tus clientes hombre, ten un detalle”.

‘Bendita Locura’

Ramón Langa ha terminado su descafeinado hace un rato pero la conversación está en su momento más animado. Bajo la cálida luz que ilumina la mesa redonda donde nos encontramos el actor recuerda, nostálgico, la satisfacción de ser reconocido por su trabajo. Me relata varias anécdotas donde la gente supo reconocer su “supuesto talento” como él apunta. En una ocasión dos mujeres se le acercaron en el camerino tras la interpretación de la obra Pregúntame por qué bebo -donde él era el único personaje y hacía de borracho- para felicitarle y comprobar que, efectivamente, era todo interpretación y no estaba ebrio. Él, después de más de diez años, aún lo recuerda como de los mejores regalos que le han podido dar.

Enseguida volvemos a la actualidad y aprovecho su amplia experiencia, no sólo como actor sino como ciudadano, para conocer su opinión sobre si realmente se esperaba algo de lo que ha ocurrido hasta ahora –noviembre de 2019- en nuestro panorama de mundo. Mi pregunta fue intencionadamente genérica, no quise poner límites al diálogo. “Mira que siempre, más o menos, he acertado con lo que estaba por venir, pero nunca pensé que llegáramos a ser tan tontos”, dice de primeras, sin ningún tipo de duda. Y yo no era quién para contrariarle. Langa se considera una persona observadora y ha comprobado que la pérdida del respeto en los demás es una de las cosas que más ha decaído en los últimos años “la gente no entiende que le llames la atención en un sitio público si tiene el móvil a todo volumen escuchando música, no entienden que eso está mal” sostiene.

“Avanza la tecnología y la ciencia pero el ser humano cultural, espiritual y moralmente no avanza nada, ¿y sabes lo peor?” pregunta retóricamente; le dejo que hable, realmente me interesa su punto de vista “esto es algo que el sistema aprovecha muy bien para su propio beneficio. Los políticos cuentan barbaridades y mentiras que, si la gente estuviera bien informada y realmente supieran lo que están diciendo, se revelarían” afirma rotundamente.

Una vez entrados ya en este tema me interesa saber más, conocer los entresijos de la opinión de una generación que, en muchas ocasiones, sienten que están viviendo un retroceso mayor que el que han llegado a vivir antes, tanto personal como políticamente.


Respecto a la libertad no es la primera vez que oigo que, a pesar del aparente avance externo, cada vez somos menos independientes, ¿qué opina de esta afirmación?

Desde luego. Los términos se han confundido. Tú piensas que eres más libre con la facilidad que te proporciona el móvil y la realidad es que cada vez estás más atrapado, hay gente que sólo conoce el mundo por la información que le da ese aparato.

Antes había más conocimiento en la gente no culta que en mucha de la culta, porque había actitud de respeto, de escucha y de aprendizaje.

Con este supuesto progreso la gente deberíamos de ser más civilizada y pelearnos menos, pero parece ser todo lo contrario. Los altos cargos están incitando a los de más abajo que nos peleemos entre nosotros como si fuera la Revolución Francesa, y de ahí lo que ocurre con todas las civilizaciones: que se auto-aniquilan. Parece que no aprendemos.

Ante esta situación, a la que parece que vamos cuesta abajo y sin frenos, y con ánimo de poner esperanza en las futuras generaciones, ¿qué asignaturas propondría para añadir en el programa de estudios de primaria?

Haría exámenes de honradez, de actitud y de humor. Ah y, por supuesto, de religión, pero no de la cristiana si no de todas, que haya para elegir.

Hay que enseñar a los niños a tener buen humor, a no mentir, a ser honestos. Siempre hay alguna trampa o mentira piadosa, pero se les debería enseñar que es un recurso que se puede utilizar cuando sepas lo que estás haciendo, no porque te salga natural. Que sea el último caso.

Comenzó su carrera hace casi cuarenta años y aunque sabe que las cosas han cambiado, admite que hay ocasiones en las que no reconoce su propia profesión.


En medio de nuestra conversación le suena el móvil. Es su hija. “Rocío ahora te llamo, estoy en una entrevista “- y continuamos como si nada. Esta vuelta a su realidad nos hace ir cerrando poco a poco nuestro coloquio en el que, finalmente, otorga a la sociedad su diagnóstico de la enfermedad: “desorden caótico”.  Manifiesta que estamos muy perdidos como comunidad “debido a la ignorancia, a la ambición humana de muchos de los políticos y sobre todo por la falta de principios y de cultura” reitera. Su última palabra me ayuda a regresar al tema principal para formular la última pregunta.


Para que estas nuevas generaciones obtengan un poco más de todo aquello que escasea, ¿qué libro, músico y artista recomendaría actualmente?

Sobre libros me encantaría recomendarte muchísimos pero me voy a quedar con los dos últimos que he leído: Berta Isla de Javier Marías y Dime quien soy de Julia Navarro, novela apabullantemente maravillosa.

Respecto a la música soy muy clásico. Mi preferido de todos los tiempos es Frank Sinatra. En España, Miguel Ríos, y en general Rod Stewart, Elton John…

Tema pintura entiendo muy poco, no voy a mentir, pero un artista con el que siempre me quedo boquiabierto con su obra es el hiperrealista Antonio López. Ves un cuadro suyo y parece que lo ha fotografiado.


Ramón Langa

En esta tarde otoñal también he descubierto el personaje histórico que le hubiese encantado interpretar a  Ramón Langa, Viriato el guerrero luso. Hablamos de los grandes directores con los que ha trabajado como Garci y Berlanga; así como políticos que “sí que merecieron la pena”: Churchill, Adolfo Suárez o Julio Anguita. Pero después de dejar tanto paso a la palabra y, como dijo él mismo dando voz a Bruce Willis en Historia de lo nuestro: “Los silencios más intensos son los que están repletos de todo lo que ya se ha dicho”.

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