La Fundación Juan March dedica una exposición digital de arte sonoro a los géneros musicales, compositores, músicos y ritmos que influyeron al pintor neerlandés
Mondrian y la música es la tercera muestra que la Fundación March dedica al pintor vanguardista. Podrá visitarse hasta el 29 de julio y está comisariada por el bibliotecario musical, José Luis Maire; la coordinadora de exposiciones, Inés Vallejo y el director de Exposiciones y Museos, Manuel Fontán del Junco.
Esta exposición se presenta como una experiencia que invita al usuario a bucear de manera conjunta en las fuentes de inspiración musicales y en la trayectoria artística del maestro neoplasticista. La exposición está compuesta de dos secciones. La primera se trata de una experiencia sonora que reúne sus principales influencias musicales, entre las que encontramos el sonido del mar; las piezas de los saxofonistas de jazz, Andy Kirk y Frankie Trumbauer; las composiciones para piano de dos clásicos del boogie-woogie, Meade Lux Lewis y Montana Taylor; los ritmos del trompetista de swing, Harry James y las canciones interpretadas por la actriz, bailarina, vedette, espía y cantante francesa de origen afroamericano, Joséphine Baker. La segunda sección explora la relación de Mondrian con sus amigos teósofos, compositores y músicos, quienes influyeron en su creación artística.
Piet Mondrian (1872, Amersfoort, Países Bajos- 1844, Nueva York) se formó como maestro de dibujo y en 1892 ingresó en la Academia Nacional de Bellas Artes de Ámsterdam. Sus primeras obras —hasta 1907— se inscriben dentro del estilo impresionista, de la escuela de La Haya y posteriormente en el movimiento fauvista holandés. Estuvo vinculado al movimiento artístico organizado en torno a la revista De Stijl y a la teosofía, religión fundada por Helena Petrovna que defendía que el conocimiento de Dios se puede lograr sin ser necesaria la revelación divina. Mondrian era conocedor de los cambios que se estaban produciendo en el arte y en la música del siglo XX y los aplicó para crear el neoplasticismo.
París y el primer contacto con el jazz
En 1912 se traslada a París, donde experimenta con el cubismo analítico, abandonándolo en pro de una abstracción total. Para ello, lo primero que cambió en su pintura fueron los colores, pasando de unos lienzos dominados por las tonalidades grises, violetas y verdes, al empleo exclusivo de los colores primarios. En este sentido Mondrian señala que «había llegado a la conclusión de que no se pueden representar los colores de la naturaleza sobre el lienzo».
Es en la capital francesa donde tiene un primer contacto con el jazz y con los bailes modernos. Mondrian era un habitual de cafés como La Revue nègre, donde conoció a la bailarina Josephine Baker, y de clubes como La Cigogne o Le Boeuf sur le Toit. Resulta especialmente interesante su interés por los bailes de salón —foxtrot, tango, swing, o charlestón— y la relación con sus pinturas. Investigadores han teorizado sobre la influencia de los patrones de los pasos de baile con sus obras. Se sabe que era un apasionado de la música, en su estudio siempre sonaba el gramófono que reproducía los éxitos del momento y poseía una colección de sesenta y seis discos de los cantantes y músicos más importantes del swing y del blues, como Duke Ellingron, Frankie Trumbauer o Paul Whiteman.
Nueva York y Broadway Boogie-Woogie
Al llegar en 1940 a la ciudad de los rascacielos, Mondrian se interesó por la música jazz, el boogie-woogie y por los bailes populares en los clubs del momento, como el Café Society. Dentro del género del jazz confluyen distintas músicas derivadas de los ritmos afroamericanos del sur de Estados Unidos. Entre 1910 y 1930 se produjo una gran migración de población afrodescendiente a Nueva York y Chicago principalmente, quienes llevaron consigo su tradición musical. Gracias a la industria discográfica y a la radio, este género adquirió una difusión notable.
La música jazz influyó de una manera determinante en la obra del pintor. Mondrian conocía los cambios que se estaban originando en las primeras décadas del siglo XX y se sirvió de ellos para aplicarlos a su teoría del neoplasticismo. Una de sus obras más famosas, Broadway Boogie-Woogie (1942-1943), es la plasmación en el lienzo de la estructura musical del boogie-woogie, uno de los estilos derivados del blues y que se caracteriza por la conversación entre las melodías interpretadas al piano por la mano izquierda —melodía que conduce a la derecha con un patrón repetitivo y constante—y por la derecha —melodías complejas, ingeniosas y bailables—.
El neoplasticismo únicamente permitía al pintor el empleo de líneas rectas horizontales y verticales y el uso de los colores rojo, amarillo, azul, blanco, negro y, en ocasiones, el gris. Cada segmento de color crea un ritmo en el lienzo: los cuadrados de color representan los movimientos de la mano izquierda al interpretar una pieza de boogie-woogie al piano y los rectángulos blancos representan los movimientos de la mano derecha.
La relación entre música y pintura ha sido una constante en la historia del arte, pero esta interacción se ha visto intensificada en el siglo XX. Pintores y compositores como Renoir y Wagner, Picasso y Stravinsky, Kandinsky y Schönberg, Rauschenberg y John Cage, se influyeron mutuamente y se inspiraron en las composiciones de sus compañeros artistas. Mondrian estuvo marcado desde 1920 por la música jazz y desde 1940 por el blues, sin embargo, el pintor neerlandés también influyó a músicos y compositores como Morton Feldman, quien alegó «Aprendí más de los pintores [especialmente de los pertenecientes al expresionismo abstracto americano, como Rothko, Pollock, de Kooning o Kline, además de Mondrian] que de los compositores” o de Sándor Vály, compositor que ha musicalizado alguna de las pinturas del maestro neoplasticista.