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Miquel Mas Fiol: “En tiempos de crisis no estamos para hacer un teatro blando”

Miquel Mas

Aún no he encendido la grabadora y el torrente inacabable de ideas de Miquel Mas Fiol (Sa Casa Blanca, Mallorca, 1996) ya ha empezado a manar. Ni siquiera el frío ambiente que nos regala una entrevista por Zoom evita que perciba la pasión que invade cada palabra que el joven autor pronuncia. Acaba de recibir el prestigioso premio Pare Colom en categoría de teatro, así que esta entrevista es tan solo una de tantas que desbordan su agenda. Su obra, Primavera de Bèsties, le ha valido para conseguir dicho reconocimiento a la pronta edad de veinticuatro años, el más joven desde la creación del galardón. En ella, explora temas tan espinosos como la manipulación ideológica o la crispación como herramienta para llegar al poder, usando la historia de unos niños que no pueden celebrar su baile anual por la elección de una canción polémica.

Pero ese no es el único ejemplo de precocidad que este dramaturgo mallorquín nos ha brindado. A los dieciocho años, cuando todos estábamos demasiado ocupados pensando en la fiesta a la que iríamos aquella noche, Miquel sacó adelante una compañía de teatro independiente, Ovnipresents. Durante los siguientes cinco años, nada más entrada la veintena, recorrió toda la geografía balear representando sus obras. Textos como Passatgers de Braianer (2015), Recursos iNhumans (2016), S’inunda Venècia (2017) o A dos pams de jo mateix (2019) le han convertido en una de las figuras más importantes y prometedoras de la dramaturgia balear.

Enciendo la grabadora y dejo a ese torrente fluir. Espero, al menos, poder controlar mínimamente su cauce.

Cultura Joven: Intentaron que no escribiera esta obra.

Miquel Mas: (Ríe) Sí, efectivamente. Los dramaturgos tenemos el cajón lleno de primeros actos, y esta obra era uno de ellos. Yo ya había escrito algunas escenas, así que cuando los profesores me dijeron: “no deberías ir por aquí”, yo ya tenía muy claro que quería ir por ahí. Sabía dónde me metía, tocaba un tema polémico, pero yo defiendo que hay que abrir las heridas para curarlas y creo que Primavera de bèsties expone una herida que sigue sangrando.

C.J.: Pero usted no habla de ningún conflicto en concreto, habla de una sociedad en tensión, de polarización. 

M.M: Esa era mi idea principal. Primavera de Bèsties es una fábula: la clase de las jirafas, el lugar donde se desarrolla la historia, es el mundo. Es una obra de niños, pero sin niños. Los niños en ningún momento salen.

C.J.: ¿Era una decisión consciente?

M.M: Sí, quería que los más inocentes, los más implicados en el problema, no pudieran participar. No tienen ni voz ni voto, porque el problema es adulto. Pasa lo mismo en la sociedad, los políticos hablan de los ciudadanos, pero sin los ciudadanos. Y en la clase de las jirafas, se habla de los niños sin los niños. Porque a los niños este problema no les importa. 

C.J.: ¿Cree que hay problemas de adultos que deberíamos resolver como niños?

M.M: Creo que los niños tienen una inocencia y unas ganas de entenderse que no tienen los adultos. Saben que van a pasar mucho tiempo juntos, y hacen un esfuerzo por comprender al otro. Los niños son convivientes y los adultos son panteras.

C.J.: ¿Cómo ha sido el proceso de ganar el Pare Colom?

M.M: Ya estuve a punto de ganarlo con otra obra, S’inunda Venècia, pero no se dio. Volví a intentarlo y este año lo conseguí. Me hace especial ilusión porque soy el más joven que lo ha ganado nunca y ,además, hacía varios años que no ganaba un mallorquín en la categoría de teatro. Pero la verdad es que no era consciente de lo grande que era el premio hasta que me he visto dentro. Han venido cosas muy buenas: la publicación del libro, una pequeña gira para firmarlos, el reconocimiento, etc. Y encima en el año en el que más obras se presentaron. 

C.J.: Lleva muchos años trabajando, ¿cree que este premio ha servido para quitarse la etiqueta de ‘joven promesa’?

M.M: Para mí la concesión del premio ha supuesto un ‘estoy aquí’, pero el prejuicio de la juventud sigue estando. Las críticas siguen hablando de talento emergente y no de realidad, pero cada vez lo valoro más. La juventud me permite probar y experimentar, y eso me encanta. El principal problema de ser joven son las oportunidades.

C.J.: Pero imagino que ganar un premio como el Pare Colom le habrá dado mucha visibilidad.

M.M: Sí, pero más visibilidad no significa más trabajo. Viene mucha prensa, mucha televisión, muchas entrevistas, etc.  Pero yo lo que quiero es trabajar. 

C.J.: Su compañía, Ovnipresents, acaba de iniciar las representaciones de Sa Pesta 2020, una revisión de la obra Sa Pesta de Pere Capellà ¿En qué consiste?

M.M: Hemos sacado del cajón una obra de los años 50 con la intención de recuperarla. Hemos analizado qué había de actual, que no es poco, y le hemos sacado el jugo. Pero no queremos representarla tal y como era en el pasado, queremos revisitarla. Yo hago teatro, no arqueología. Quiero dialogar con la actualidad aunque sea con un autor del pasado, creo que es la forma de acercarnos a ellos.  

C.J.: ¿De qué trata?

M.M: Sa Pesta es una obra distópica que reflexiona sobre las armas nucleares. Es un tema que Ionesco y Becket tratarán posteriormente, pero ya estaba en esta obra en 1951. Narra la historia de dos científicos que inventan un arma capaz de matar a toda la especie humana, y el gobierno de la nación se la retiene. Se tocan temas como la corrupción del poder, el antibelicismo…

Cartel promocional de Sa Pesta
Imagen promocional de Sa Pesta

C.J: La corrupción es un tema presente en la totalidad de su obra.

M.M: A mí me interesan los temas que están en boca de todos. Mis obras tratan principalmente de dos cosas: la sociedad de las apariencias y la corrupción. Al final todas dialogan sobre lo mismo: por qué somos así. Nunca está de más criticar la corrupción. Y si puede ser desde un punto de vista macarra, gamberro y loco, mejor. Me encanta meter el dedo en la llaga, y más ahora. En tiempos de crisis no estamos para hacer un teatro blando. 

C.J.: Hablando de meter el dedo en la llaga, hace poco se ha estrenado Souvenir, la obra que escribió acerca del turismo de masas y que define como «postales de la Mallorca real», ¿cómo se ha tomado la sociedad mallorquina que la ponga delante de un espejo?

M.M: Souvenir es una bomba. Mucha gente dice que es una obra anti-turismo, pero yo creo que va más allá, habla de cómo nuestra forma de ser está condicionada por el turismo y la corrupción, de cómo siempre nos hemos vendido. Es un relato de identidad. Pero es verdad que no dejamos títere con cabeza: hablamos de Maria Antonia Munar, de Rafa Nadal, del fútbol, etc. El problema es que las personas que se podrían sentir ofendidas por Souvenir no vienen. En todas las representaciones el teatro se llena de gente ‘progre’, anti-turismo, y obviamente les encanta. Pero la gente que de verdad me gustaría que viera esta obra no va a venir. 

C.J.: Aparte de la dramaturgia tradicional, tiene una larga experiencia como autor y director de microteatros: ¿Cree que puede surgir algo interesante de ese formato?

M.M: A mí el microteatro no me gusta. Creo que es una forma de esconder la explotación laboral. Cuando haces una pieza de microteatro, todos cobran menos. Creo que hacen falta proyectos largos, que te dan trabajo durante cuatro meses de ensayo y dos de representación. El microteatro es una fórmula que se ha quedado de la crisis económica. Yo los escribo, y me lo paso muy bien. Pero no es en absoluto lo mismo que una obra larga.

C.J.: ¿Cree que esa precarización puede desaparecer?

M.M: La precarización va a seguir estando. La época de las vacas gordas, de la gente apostando por la cultura, se desvanece, porque el mismo sistema no nos deja sobrevivir. Las artes escénicas son el único arte que no puede someterse a las reglas de la economía de escala, ya que los costes son siempre los mismos, da igual las obras que hagas. El teatro es deficitario. Lo que debemos hacer es asumir que la precariedad está ahí sin dejar de pensar que podemos acabar con ella.

C.J.: ¿Es especialmente difícil para los jóvenes prosperar en el mundo teatral?

M.M: Sí. Yo vengo del teatro de guerrilla, de ir a los pueblos con dos focos y representar. Hemos comido mucha carretera. Y lo hemos hecho porque no teníamos opciones, había que tirar las puertas abajo. Y ahora mismo estoy viviendo un boom por el premio, pero sé que en diciembre se acaba. Los jóvenes tenemos que hacernos valer. Hay que reivindicar que la juventud sabe hacer proyectos de calidad, que somos solventes y profesionales. Estamos aquí y vamos a seguir luchando.

Apago la grabadora y me quedo una hora más hablando con Miquel. Me pregunta mi opinión acerca de la obra, me pide que le cuente qué me ha parecido. Analiza con intensidad mis respuestas, las escucha, y noto en sus ojos que las anota mentalmente. No desaprovecha una oportunidad para radiografiar el mundo, y yo no soy una excepción. Es entonces cuando me invade una revelación: durante las dos horas que ha durado la entrevista, hemos hablado de juventud, de política, de precarización, de trabajo. Pero en ese mismo tiempo, Miquel no ha dejado de hacer teatro. Y estoy seguro de que nunca lo hará. 

Guardo la grabadora.

Álvaro Ibáñez Pérez-Fajardo

Jurista y aprendiz de periodista cultural. Melómano constante y cinéfilo parpadeante.

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