El Búho Real se veía un poco raro sin humo. Al valiente que se subía al escenario se le presentaba el reto de conseguir que los pobres drogodependientes no abandonasen sus canciones para entregarse al frío de la calle y al vicio tabú (no pongo la palabra porque no puedo pixelarla, y me da miedo…). Pero ahí nos tuvo. Mordiéndonos las uñas, mascando chicle o bebiéndonos lo que no nos podíamos fumar. No había quien se separara de la música de Marazu.
Supongo que lo primero que debería aclarar es quién es Marazu. Y así voy a hacerlo, pero bastante convencida de que no va a pasar mucho tiempo hasta que me ría de esta explicación. Será algo como leer una explicación de qué es un zapato. Dentro de no mucho tiempo, será del dominio popular quién es Jorge Marazu. Abulense, a punto de alcanzar el cuarto de siglo, con una de las voces más bonitas del panorama español, y sin duda, con un talento a punto de ebullición. Jorge sabe contar canciones, sabe cantar historias. Y sabe hacerlo bonito, y hacer que los que van a un concierto suyo sientan que han visto algo bonito, y que han sido parte de ello.
Hechas las presentaciones (lectores, Marazu; Marazu, lectores), arranquemos. No es fácil llenar el Búho un martes de enero. «Veo muchas caras conocidas. y eso es bueno. También veo muchas que no lo son, y eso es mejor…». Las buenas noticias corren pronto, y tras el buen sabor de boca que dejó su directo en Siroco hace poco más de un mes, fueron muchos los que se acercaron hasta la sala Búho Real a ver si era verdad lo que decían. Que es joven, sí, pero que le sobran ganas, fuerza y tablas para demostgrar por qué se dice lo que se dice de él.
Y no lo hizo solo. Pertrechado por su Juanmi Santiago en la guitarrra eléctrica y el bajo, el «hermano» que ya le acompañó en Bipolaire, su anterior proyecto musical, subió al escenario con dos clásicos del circuito: Basilio Martí, el que fuera teclista de Antonio Vega y de otros muchos, y Toni Jurado, que también acompañó al mítico líder de Nacha Pop y que hoy por hoy pone ritmo a las canciones de gente como Quique González y Rebeca Jiménez.
Suenan los acordes de ‘Las otras’, un blues que dio paso a ‘Tu fiebre’, un tema rescatado de la época Bipolaire de Marazu. El in crescendo hacía extrañar el pitillo, sin duda, pero a la vez enganchaba a la silla. Tal vez (sugerencia a Leire Pajín, por si esta crónica llega a su pantalla) ir a un concierto infinito de Marazu sea la perfecta terapia para dejar de fumar. Yo lo dejo caer. Siguen las canciones. Intercaladas entre las últimas compociones de Jorge, con ese toque tan Daiquiri Blues ,como ‘Cosas que no aprenderé’ o ‘La felicidad’. Una nana y un homenaje. La nana, de cosecha propia: ‘Mi propia voluntad’, una preciosa declaración de principios deliciosa para el arrullo; y el homenaje vino en ‘Una décima de segundo’, que no sonó a nada que se pareciera remotamente a un sacrilegio. Y eso es muy difícil. Mágica la combinación de las manos de Martí y Jurado y la voz de Marazu.
‘Lunes’, ‘Enredadera’ y ‘Tocado y hundido’ nos acercaban al final del concierto, que llegó, pero de broma, con ‘Miedo’, uno de los temas más redondos que ha escrito jamás el abulense. Tanto, que Sergio Dalma lo incluyó en su disco Trece (2010). No voy a hacer comparaciones, pero creo firmemente que no cantan a lo mismo. Y tras el «nos vamos» de mentira (obviamente, volvieron unos segundos después, pero «todo sea por la actitud…»), tras alegar que desaparecer del escenario sólo queda bien en el Palacio de los Deportes, Jorge vuelve solo para regalarnos una versión del ‘Me estás atrapando otra vez’ de Calamaro y una canción recién salida del horno. Cargada de mensajes encriptados y emoción, ‘Inestable’ tiene muchas papeletas para convertirse en un imprescindible en los conciertos de Marazu. Como ya lo es ‘Recuerdo crónico’, una canción que no cansa, que cada día parece mejor que el anterior, y que ya se oye de fondo entre el público cuando Jorge cierra un concierto con ella.
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Sonrisas. Aplausos. Una noche especial, sin duda. Sonrisas fuera del Búho, cuando, tras el concierto, los fumadores comentábamos con un pitillo en la mano lo bonito que había sido. Nos habían quitado el parche, qué le íbamos a hacer. Esperemos que no falte mucho para que haga un bis de verdad, de los de irse del escenario y esperar a que la gente brame pidiendo otra canción, en las Ventas, que ahí sí se podrá fumar. Porque seguro que ése día llegará.