La factoría Federico García Lorca sigue humeando, y no es que el granadino haya resucitado 75 años después ni que se hayan descubierto obras inéditas; sino que la Obra Social Caja Madrid, junto a la fundación que lleva el nombre del autor, han tenido a bien exponer postales privadas del poeta, y de toda la familia, en su sede de Aranjuez.
Hasta el próximo 13 de marzo podrá contemplarse la muestra en el Espacio para el Arte y la Cultura Caja Madrid (con un nombre tan largo es imposible pillarse los dedos o ser citado con ligereza) en Aranjuez bajo el título de Geografía postal ¿Qué se puede contemplar? Pues postales, algunas, incluso, acompañadas por el texto del reverso trascrito. No crean que son sólo postales escritas por Lorca o recibidas por él, pues las paredes se rellenan con correspondencia ilustrada de toda la familia García Lorca y Giner de los Ríos. ¿Cuál es el interés de la exposición? Pues se desconoce, porque en casi ninguna se dice algo de importancia, sólo hechos desvergonzadamente triviales e íntimos como: “estoy amueblando mi piso”, “me he mareado en el barco”, “es la primera vez que me monto en un avión” (no son éstas citas exactas pero por poco), es decir, cosas que sólo le importan a una madre. Por su parte, las imágenes de las postales son eso, imágenes de postales como tantas de la época.
El fotógrafo Martin Parr, de la agencia Magnum y encargado de la selección de las obras, en declaraciones a Espacio Cervantes, hablaba de las postales como medio para contar una historia distinta a la oficial, alejada de los grandes acontecimientos históricos y más cercana a las vivencias cotidianas e íntimas. Al respecto, Laura García-Lorca de los Ríos, presidenta de la Fundación Federico García Lorca y sobrina del autor, mostraba sus reservas iniciales a la publicación de un material de ámbito netamente doméstico; y, según creemos, hacía bien en tener reservas, aunque parece que no llegó a tener suficientes. Puede que si Lorca estuviera vivo no le importase que se mostrara al público su correspondencia privada, puede, incluso, que acudiera al casting de Gran Hermano; pero como no se sabe (al menos con seguridad), más vale pasarse con el respeto al difunto que quedarse corto.
Al pase de prensa en Aranjuez acudió la plana mayor de los medios nacionales. Se augura un gran éxito de la exposición y de su catálogo a todo color prologado por Enrique Vila-Matas. Parece ser que todo lo que rodea a Lorca (gran poeta y colosal dramaturgo, eso no se lo quita nadie) es noticia y se consume con avidez. Lo mismo da que la relación con la literatura esté agarrada por los pelos (es notorio que no es buena manera de agarrar), porque el granadino más universal se ha sacralizado de alguna manera. Tristemente para su obra, Federico se ha convertido en una marca, en un mito ambivalente cuya imagen puede abanderar lo que se precie. No nos extrañaría que se hicieran jirones de sus ropas y se colocaran en medallitas a modo de reliquia. Al mitificarlo, Lorca pierde la condición que a más gala tiene el poeta: la condición de ser hombre. Ya lo advertía Chesterton: cuando se deja de creer en Dios, se puede empezar a creer en cualquier cosa.